Nació en
Francia, en los límites con España, en 1160.
Durante sus
primeros años se dedicó a los estudios de bachillerato y a la equitación y al
deporte de la natación. Pero las dos actividades que más le agradaban eran la
oración y el dedicarse a ayudar a los pobres. Frecuentemente se retiraba a una
ermita alejada del pueblo y allí pasaba varios días dedicado a la meditación.
Su padre lo
envió a París y allá obtuvo el doctorado y luego fue ordenado sacerdote.
Las
antiguas crónicas dicen que durante la celebración de su Primera Misa tuvo una
visión celestial: vio a unos pobres cristianos prisioneros de los mahometanos y
con peligro de renunciar a su religión, y observó cómo un religioso vestido de
blanco y con una cruz roja y azul en el pecho los libraba y los salvaba de
perder su fe. Con esto creyó sentir una invitación celestial a fundar una
comunidad para libertar cristianos.
Juan fue a
consultar a San Félix de Valois, que vivía retirado meditando y rezando y
después de varios días de rezar con él, le narró la idea que tenía de fundar
una comunidad de religiosos para libertar cautivos. A San Félix le pareció muy
buena idea y los dos se fueron a Roma a conseguir el permiso del Papa.
Inocencio III no era muy amigo de fundar nuevas congregaciones religiosas pero las oraciones de estos dos santos lograron la buena voluntad del Pontífice y les concedió su aprobación. Juan fue consagrado obispo y a los religiosos se les concedió un hábito banco con una cruz roja y azul en el pecho. Superior General de la Comunidad fue nombrado Juan de Mata.
Inocencio III no era muy amigo de fundar nuevas congregaciones religiosas pero las oraciones de estos dos santos lograron la buena voluntad del Pontífice y les concedió su aprobación. Juan fue consagrado obispo y a los religiosos se les concedió un hábito banco con una cruz roja y azul en el pecho. Superior General de la Comunidad fue nombrado Juan de Mata.
El rey de
Francia Felipe Augusto les concedió autorización para conseguir fondos en favor
de los prisioneros, y así nuestro santo hizo varios viajes al Africa a libertar
cautivos.
Los piratas
mahometanos llegaban a las costas españolas y francesas y se llevaban
prisioneros a todos los que encontraban. Y había el grave peligro de que
aquellos pobres esclavos, en medio de tan terribles sufrimientos, renegaran de
su fe para que no los trataran mal. Por eso San Juan de Mata se propuso
rescatarlos.
En el año 1201
Juan de Mata y sus religiosos lograron rescatar en Marruecos 186 prisioneros.
Al año siguiente en Túnez rescataron 110 prisioneros. Por cada uno había que
pagar una crecida suma de dinero, y los Padres Trinitarios iban de ciudad en
ciudad y de campo en campo consiguiendo con qué pagar el rescate de los pobres
esclavos.
San Juan de
Mata tuvo que sufrir mucho por parte de los mahometanos que le tenían mucha
antipatía por los sabios consejos que les daba a los esclavos cristianos para
que no se dejaran quitar su santa religión.
Un día en
que Juan volvía del África con 120 prisioneros cristianos que había libertado
de la esclavitud de los musulmanes, un grupo de piratas mahometanos asaltó su
barco, destruyó el timón y rasgó las velas (telas por las cuales el viento
empujaba la embarcación). Los pasajeros creyeron que iban a naufragar en el
mar, pero el santo hizo unas nuevas velas uniendo los mantos de todos ellos, y
se puso a rezar, y así sin timón, pero lleno de confianza en Dios, y suplicando
que Nuestro Señor hiciera de piloto, y colocándose en la proa del barco con un
crucifijo en las manos, logró tener un próspero viaje y desembarcaron sanos y
salvos en Ostia (Italia).
Los últimos
años los pasó en Roma dedicado a la predicación y a conseguir ayudas para los
pobres y murió santamente en el año 1213.
Este santo
se preocupó siempre de ocultar los hechos más admirables de su vida. El cumplía
aquel antiguo principio: "Hay que amar el permanecer oculto y el no ser
conocido".
Un
religioso de su comunidad, el Padre Juan Gil, recató en 1580 a Miguel de
Cervantes, autor del Quijote, que estaba preso de los musulmanes desde 1575.
En el año
1660 la Santa Sede autorizó el culto a San Juan de Mata, y hoy en día son
muchos los que en el mundo entero siguen recibiendo de Dios el mismo
llamamiento que él recibió del cielo: ir a ayudar a los que sufren en cárceles
y prisiones.
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