Casimiro nació en 1458 en Cracovia. Era el tercero
de los trece hijos de Casimiro, rey de Polonia. Muchos santos han salido de
familias muy numerosas, y de esta clase de familias llegan a la Iglesia
Católica excelentes vocaciones.
Su madre Isabel, hija del emperador de Austria, era
una fervorosa católica y se esmeró con toda el alma porque sus hijos fueran
también entusiastas practicantes de la religión. Ella en una carta a una amiga
hace una formidable lista de las cualidades que debe tener una buena madre, y
seguramente que esas cualidades fueron las que practicó con sus propios hijos.
Y además de la educación que le dieron sus padres,
Casimiro tuvo la gran suerte de que el rey le consiguió dos maestros que eran
buenísimos educadores. El Padre Juan y el profesor Calímaco. El Padre Juan era
Polaco y dejó fama de ser muy sabio y muy santo, pero su mayor honor le viene
de haber sido el que encaminó a San Casimiro hacia una altísima santidad. El
Profesor Calímaco era un gran sabio que había sido secretario del Papa Pío II,
y después estuvo 30 años en la corte del rey de Polonia ayudándole en la
instrucción de los jóvenes. Calímaco dijo: "Casimiro es un adolescente
santo", y el Padre Juan escribió también: "Casimiro es un joven
excepcional en cuanto a virtud".
Claro está que no basta con recibir una buena
educación de parte de los papás y tener buenos profesores, sino que es
necesario que el joven ponga de su parte todo el empeño posible por ser bueno.
Pues de los otros doce hermanos de Casimiro, que tuvieron los mismos
profesores, ninguno llegó a la santidad, y algunos hasta dieron malos ejemplos.
En cambio nuestro santo llegó a unas alturas de virtud que admiraron a los que
lo conocieron y lo trataron.
Dicen los biógrafos de San Casimiro que su más
grande anhelo y su más fuerte deseo era siempre agradar a Dios. Para eso
trataba de dominar su cuerpo, antes de que las pasiones sensuales mancharan su
alma. Siendo hijo del rey, sin embargo vestía muy sencillamente, sin ningún
lujo. Se mortificaba en el comer, en el beber, en el mirar y en el dormir.
Muchas veces dormía sobre el puro suelo y se esforzaba por no tomar licor. Y
esto en un palacio real donde las gentes eran bastante inclinadas a una vida
fácil y de muchas comodidades y comilonas.
Para Casimiro el centro de su devoción era la
Pasión y Muerte de Jesucristo. En aquellos tiempos los maestros espirituales
insistían frecuentemente en que para ser fervoroso y crecer en el amor a Dios
aprovecha muchísimo el meditar en la Pasión de Jesucristo. Nuestro santo pasaba
mucho tiempo meditando en la Agonía de Jesús en el Huerto y en los azotes que
padeció, como también en la coronación de espinas y las bofetadas que le dieron
a Nuestro Señor. Ratos y ratos se estaba pensando en la subida de Jesús al
Calvario y en las cinco heridas del crucificado, y meditando en el amor que
llevó a Jesús a sacrificarse por nosotros. Le gustaban los cristos muy
sangrantes, y ante un crucifijo se quedaba tiempos y tiempos meditando,
suplicando y dando gracias.
Otra gran devoción de Casimiro era la de Jesús
Sacramentado. Como durante el día estaba sumamente ocupado ayudando a su padre
a gobernar el Reino de Polonia y de Lituania, aprovechaba el descanso y el
silencio de las noches para ir a los templos y pasar horas y horas adorando a
Jesús en la Santa Hostia.
Sus preferidos eran los pobres. La gente se
admiraba de que siendo hijo de un rey, nunca ni en sus palabras ni en su trato
se mostraba orgulloso o despreciador con ninguno, ni siquiera con los más
miserables y antipáticos. Un biógrafo enviado por el Papa León X a recoger
datos acerca de él afirma que la caridad de Casimiro era casi increíble, un
verdadero don del Espíritu Santo. Que el amor tan grande que le tenía a Dios,
lo llevaba a amar inmensamente al prójimo, y que nada le era tan agradable y
apetecible como la entrega de todos sus bienes en favor de los más necesitados,
y no sólo de sus bienes materiales, sino de su tiempo, sus energías, de su
influencia respecto a su padre y de su inteligencia. Que prefería siempre a los
más afligidos, a los más pobres, a los extranjeros que no tenían a nadie que
los socorriera, y a los enfermos. Que defendía a los miserables y por eso el
pueblo lo llamaba "el defensor de los pobres".
Su padre quiso casarlo con la hija del Emperador
Federico, pero Casimiro dijo que le había prometido a la Virgen Santísima
conservarse en perpetua castidad. Y renunció a tan honroso matrimonio.
Los secretarios y otras personas que vivieron con
Casimiro durante varios años estuvieron todos de acuerdo en afirmar que lo más probable
es que este santo joven no cometió ni un solo pecado grave en toda su vida. Y
esto es tanto más admirable en cuanto que vivía en un ambiente de palacio de
gobierno donde generalmente hay mucha relajación de costumbres. La gente se
admiraba al ver que un joven de veinte años observaba una conducta tan
equilibrada y seria como si ya tuviera sesenta.
A su padre el rey le advertía con todo respeto pero
con mucha valentía, las fallas que encontraba en el gobierno, especialmente
cuando se cometían injusticias contra los pobres. Y el papa atendía con rapidez
a sus peticiones y trataba de poner remedio.
Casimiro llegó lo mismo que San Luis Gonzaga, San
Gabriel de la Dolorosa, San Estanislao de Koska, San Juan Berchmans, y Santa
Teresita de Jesús, a una gran santidad, en muy pocos años.
Se enfermó de tuberculosis, y el 4 de marzo de
1484, a la corta edad de 26 años, murió santamente dejando en todos los más
edificantes recuerdos de bondad y de pureza. Lo sepultaron en Vilma, capital de
Lituania.
A los 120 años de enterrado abrieron su sepulcro y
encontraron su cuerpo incorrupto, como si estuviera recién enterrado. Ni
siquiera sus vestidos se habían dañado, y eso que el sitio donde lo habían
sepultado era muy húmedo.
Sobre su pecho encontraron una poesía a la Sma.
Virgen, que él había recitado frecuentemente y que mandó que la colocaran sobre
su cadáver cuando lo fueran a enterrar. Esa poesía que él había propagado mucho
empieza así:
Cada día alma mía, di a María su alabanza. En sus
fiestas la honrarás y su culto extenderás, etc., etc.
Hasta después de muerto quería que en su sepulcro
se honrara a la Virgen María a quien le tuvo inmensa devoción durante toda su
vida.
San Casimiro trabajó incansablemente por extender
la religión católica en Polonia y Lituania, y estas dos naciones han conservado
admirablemente su fe católica, y aún en este tiempo cuando las gentes ven que
está en peligro su religión, invocan al santo joven que fue tan entusiasta por
nuestra religión. Y él demuestra con verdaderos prodigios lo mucho que
intercede ante Dios en favor de los que lo invocan con fe.
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