martes, 3 de marzo de 2015

JUSTO SIERRA



Justo Sierra Méndez nacido en San Francisco de Campeche, Campeche, el 26 de enero de 1848; fallecido en Madrid, el 13 de septiembre de 1912 fue un escritor, historiador, periodista, poeta y político mexicano. Fue decidido promotor de la fundación de la Universidad Nacional de México, hoy Universidad Nacional Autónoma de México UNAM. Se le conoce también como "Maestro de América" por el título que le otorgaron varias universidades de América Latina. Considerado por Campeche como uno de los personajes más grandes e importantes que ha dado a México y al mundo y fue discípulo de Ignacio Manuel Altamirano.

Nació en San Francisco de Campeche hijo de Justo Sierra O'Reilly, eminente novelista e historiador, y de Doña Concepción Méndez Echazarreta, hija de Santiago Méndez Ibarra, quien jugó un papel importante en la política yucateca del siglo XIX. A la muerte de su padre 1861, siendo casi un niño, Justo Sierra Méndez se trasladó primero a la ciudad de Mérida, después a Veracruz y por último a la Ciudad de México donde, después de brillantes estudios, se relaciona con los mejores poetas y literatos de ese tiempo, entre otros con Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Acuña, Guillermo Prieto, Luis G. Urbina, poetas de la Revista Azul y de la Revista Moderna. Fue hermano de Santiago, periodista y poeta y quien fuera asesinado por Ireneo Paz en duelo armado en 1880 en presencia del mismo Justo, y de Manuel José, político. Asistió a una reunión en la que estaban algunos de los más consagrados escritores de aquel tiempo. La velada tuvo lugar en casa de don Manuel Payno; estaban ahí, entre otros, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez y Vicente Riva Palacio. Dice don Agustín Yáñez: "desde aquella velada, Sierra ocupó un sitio de preferencia en los cenáculos, conmemoraciones y redacciones literarias; fue la sensación del momento en la tribuna en los días clásicos de la patria; en una juventud que se consagró a la literatura, Sierra incursionó en el relato, en el cuento, la novela y el teatro."

Algunos de sus poemas de juventud se publicaron en el periódico El Globo, y se dio a conocer con su famosa "Playera"; a partir de 1868 publicó sus primeros ensayos literarios; en El Monitor Republicano inició sus "Conversaciones del Domingo", artículos de actualidad y cuentos que después serían recogidos en el libro Cuentos románticos; publicó en la revista El Renacimiento su obra El Ángel del Porvenir, novela de folletín que no tuvo mayor impacto. Escribió también en El Domingo, en El Siglo Diez y Nueve, La Tribuna, en La Libertad, de la que fue su director y en El Federalista. Asimismo, publicó en El Mundo su libro En Tierra Yankee. Abordó además el género dramático en su obra Piedad.

En 1871 se recibió de abogado. Varias veces diputado al Congreso de la Unión, lanzó un proyecto que sería aprobado en 1881 y que daba a la educación primaria el carácter de obligatoria. En ese mismo año presentó un proyecto para fundar la Universidad Nacional de México que no prosperó, tardaría sin embargo 30 años para verlo realidad. Desde 1892, expuso su teoría política sobre la “dictadura ilustrada”, pugnando por un Estado que habría de progresar por medio de una sistematización científica de la administración pública; en 1893 dijo aquella célebre frase: "el pueblo mexicano tiene hambre y sed de justicia". "México es un pueblo con hambre y sed. El hambre y la sed que tiene, no es de pan; México tiene hambre y sed de justicia. En 1901 se trasladó a Madrid con el objeto de participar en el Congreso Social y Económico Hispanoamericano; fue en esta ocasión que conoció a Rubén Darío en París.

Presidió la Academia Mexicana, correspondiente de la española. Influyó también en los escritores Luis González Obregón y Jesús Urueta.

Escribió también varios libros de historia para la educación primaria y para la lectura de temas públicos. Dirigió la publicación de México, su Evolución Social, 1900 -1902 y de la "Antología del Centenario", 1910. En colaboración con Manuel Gutiérrez Nájera, Francisco Sosa y Jesús E. Valenzuela creó la Revista Nacional de Letras y Ciencias donde se publicó su libro La evolución política del pueblo mexicano. Otro de sus más importantes libros es Juárez, su obra y su tiempo, la sirena y otros cuentos.

En materia educativa propugnó por la autonomía de los Jardines de Niños, el progreso del magisterio y a nivel superior, la reorganización de las carreras de Medicina, Jurisprudencia, Ingeniería, Bellas artes y Música, así como la promoción de la Arqueología, de un sistema de universidades en provincia, de una universidad para maestros, el otorgamiento de desayunos escolares y un sistema de becas para los alumnos destacados. Se esforzó por que el método educativo a aplicar enseñara a pensar y no a memorizar. "Es la educación" decía "la que genera mejores condiciones de justicia; educar evita la necesidad de castigar".

Fue también Ministro de la Suprema Corte de Justicia en 1894, de la que llegó a ser Presidente. Ocupó posteriormente importantes cargos en el gabinete porfirista como Subsecretario de Justicia e Instrucción Pública y Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, entre los años de 1901 y 1911.

A su iniciativa se creó en 1905 la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, siendo nombrado el primer titular de ella. Contando con la cartera de este ministerio puso en práctica hacia 1905 su anhelado proyecto: dar a la educación primaria el carácter de nacional, integral, laica y gratuita. En lo político supo ser amigo de Porfirio Díaz sin ser su adulador y Díaz lo respetó siempre como a un hombre superior.

En lo económico creía que la generación de la riqueza debía estar unida a una responsabilidad social. Las empresas, decía, "deberían ser las primeras en promover capacitación y educación y los grandes favorecidos de la fortuna, los primeros obligados a sostener centros de investigación, enseñanza, cultura y bellas artes".

Poesías, cuentos, novela, narraciones, discursos, doctrinas políticas y educativas, viajes, ensayos críticos, artículos periodísticos, epístolas, libros históricos y biográficos, forman el valioso material de la obra de Justo Sierra Méndez. Su epistolario era para él lo más preciado.

Tiempo antes del triunfo de la Revolución renunció don Justo Sierra Méndez al ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, y fue sustituido por Jorge Vera Estañol; dos años después, don Francisco I. Madero lo nombró Ministro Plenipotenciario de México en España. Murió poco después en Madrid, el 13 de septiembre de 1912.

Su cadáver fue traído a México en el trasatlántico España, habiendo sido homenajeado en todo el trayecto y sepultado finalmente con los más grandes honores públicos de su tiempo. En 1948, en el centenario de su nacimiento, a iniciativa de un profesor de literatura de la Universidad de la Habana, la UNAM, junto con otras universidades del continente, lo declaró Maestro de América, se editaron sus obras completas en 15 tomos y sus restos fueron trasladados del Panteón Francés a la hoy Rotonda de las Personas Ilustres.

Fue precisamente a iniciativa de don Justo Sierra Méndez, que se creó en 1880, la Rotonda de los Hombres Ilustres. Por decreto presidencial, el 26 de mayo de 1999 su nombre se inscribió con letras de oro en el muro de honor del Palacio Legislativo de San Lázaro.

Hoy parecen resonar aquellas lapidarias palabras: "Más allá de la ley, más allá del honor, más allá de la patria, está la verdad que debe prevalecer por encima de todo." por eso ahora sus uniforme llevan el logo que dice bien verdad justicia

Los hermanos de don Justo fueron María Concepción, que nació en Mérida y María Jesús, Santiago y Manuel José, que nacieron en San Francisco de Campeche. Santiago fue también poeta y periodista.

En 1874 se casó don Justo con doña Luz Mayora Carpio, con la que tuvo varios hijos. Luz en 1876, la mayor, Justo en 1878, Concepción en 1880, María de Jesús, Manuel, Santiago y Gloria, la más pequeña, la consentida, que murió a corta edad. Su hijo Manuel fue diputado, diplomático y autor del libro Tratado de derecho internacional público. Santiago fue director de cine. Concepción fue Presidenta de las Damas Voluntarias de la Cruz Roja mexicana durante 40 años, de 1924 a 1964 cuando murió.

Entre sus descendientes han destacado el embajador Justo Sierra Casasús, el ingeniero Javier Barros Sierra, rector de la UNAM; la historiadora Catalina Sierra Casasús y el científico Manuel Peimbert Sierra. Se afirma que el matrimonio de don Justo y doña Luz su "Güera" fue bien avenido y feliz. El maestro escribió cuando la conoció: "Una de las perlas de nuestra sociedad, hermosa como el primer sueño de la juventud, de actitud modesta y de finas maneras." Y al final, ya presintiendo la muerte: "Pídele a Dios que cuando yo sucumba nos conceda que baje tu alma buena a disipar la noche de mi tumba..."

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