Era natural de la aldea de los Becchi,
a 25 kilómetros de Turín. En esta historia no puede faltar la figura de la
madre, Margarita, mujer incomparable, que educó a sus hijos en la pobreza y
fortaleza del más alto nivel.
Cuando era jovencito, Juan iba con su
madre al mercado a vender los productos del campo. Era un mozarrón despierto y
vigoroso que aún no sabía leer.
En esto, se le ocurre ser sacerdote. Y
para iniciar sus experiencias, atrae los domingos a la gente junto a su casa,
en un predio donde crecían dos perales. Allí hace de saltimbanqui y
prestidigitador. Así entretiene santamente a todos los convecinos.
Empieza a estudiar en una escuela
pública, a 5 kilómetros de su pueblo. Luego entra a estudiar en el liceo de Chieri.
Para pagar sus estudios trabaja en toda clase de oficios. Por fin, a sus 26
años celebra la primera misa en Turín. Lo primero que hace es recoger
chiquillos de la calle. Le siguen como si fuera un titiritero. Para eso funda
los Oratorios de San Francisco de Sales. Más tarde, para atender a esa gente
pequeña, funda la Congregación de los Padres Salecianos, que se extiende pronto
por toda Italia, Francia y España. Es el educador de los tiempos modernos; se
hace periodista, predica, confiesa, escribe y propaga la devoción a María
Auxiliadora, publica libros de ciencia y religión. Es el auténtico tipo de
audaz soldado de Cristo.
En la Italia del siglo pasado, uno de
los divertimentos más esperados de los pobres era los que traían los
titiriteros.
Hubo cierta "troupe" que, a
sabiendas, representaba sus obras a la hora de la misa y, claro, las gentes, en
especial los niños, se "salteaban" la misa.
Pero había un niño, Juan Bosco, que se
decidió a hacer algo para que los niños volvieran a la misa.
Se las arregló para aprender trucos de
prestidigitación, malabarismos y otras habilidades por el estilo. Para eso,
observó mucho, entrenó más y se ejercitó con los amigos.
Más tarde llegó a desafiar a los
titiriteros y malabaristas, les ganó las apuestas y se tuvieron que ir de allí
humillados.
Juan se hizo dueño del domingo, de los
compañeros y amigos. Comenzó de niño los domingos y acabó moviendo masas de
jóvenes, organizando su tiempo libre, montando talleres y escuelas
profesionales...
Se inventó el sistema de "educar
jugando y aprender gozando".
Su espíritu de saltimbanqui le daba
agilidad al cuerpo y ponía alas a su vocación de educador.
Les decía a los niños: "Haremos
muchos juegos y entretenimientos sin que tengan que pagar nada, pero con una
condición: que vengan después todos conmigo a la iglesia".
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