Emiliano
Zapata Salazar nació en Anenecuilco, Morelos, el 8 de agosto de 1879,
murió en Chinameca, Morelos, el 10 de abril de 1919 fue uno de los líderes militares y campesinos más
importantes de la Revolución mexicana y un símbolo de la resistencia campesina en México. Como parte del
movimiento revolucionario, estuvo al mando del Ejército Libertador del Sur. También fue conocido como el «Caudillo del Sur».
Ideólogo e impulsor de las luchas sociales y
las demandas agraristas, así como de justicia social, libertad, igualdad, democracia social, propiedad
comunal de las tierras y el respeto a las comunidades indígenas, campesinas y
obreras de México, víctimas de la oligarquía y
el latifundismo de
los hacendados del Porfiriato. Zapata enarboló
como estandarte el lema "La tierra es de quien la trabaja"
Emiliano Zapata nació en el seno de
una familia campesina y fue hijo de Gabriel Zapata y Cleofas Salazar. Su infancia se desarrolló en el
contexto del latifundismo porfirista en Morelos.
Realizó sus primeros estudios con el profesor Emilio Vera, quien había sido un
viejo soldado juarista.
Pronto trabajó como labrador y arriero.
En 1906 asistió a una junta de campesinos en
Cuautla para discutir la forma de defender sus tierras y las del pueblo frente
a los hacendados colindantes. Su rebeldía lo condenó a la leva, conscripción, y en 1910 Zapata fue
incorporado al 9° Regimiento de Caballería, en Cuernavaca.
Zapata fue asignado como caballerango de Pablo Escandón, Jefe del Estado Mayor
de Porfirio Díaz,
tras lo cual fue trasladado a cumplir las mismas funciones bajo el mando de Ignacio de la Torre, yerno de Díaz, quien
le tomaría especial afecto por su destreza con los caballos.
El motivo por el que se incorporó a
Emiliano Zapata al ejército fue el hecho de que había raptado a una jovencita,
ya que Zapata era conocido por ser un hombre muy enamoradizo. La acusación la puso el padre de Inés Alfaro Aguilar, joven
con quien tiempo después Zapata tendría dos hijos: Nicolás y Elena Zapata
Alfaro. En la fotografía en la que Zapata aparece junto a Villa sentado en la
silla presidencial, el niño más pequeño que se asoma es Nicolás. También según
el historiador Jesús Sotelo Inclan, Zapata se casó con una joven de clase
acomodada llamada Luisa Merino y al caer la dictadura porfirista, el 20 de
agosto de 1911 contrajo matrimonio con la señorita Josefa Espejo Sánchez conocida como “La Generala” originaria
de Anenecuilco,
hija de don Fidencio Espejo y Guadalupe Sánchez Merino con quien procreó dos
hijos más. El primero tuvo por nombre Felipe; éste nació en el cerro El
Jilguero y murió a la edad de cinco años, en uno de los tantos refugios que
como familia tuvieron, luego de ser mordido por una víbora de
cascabel. La segunda hija fue Josefa; ella nació en Tlaltizapán y un
año antes que su hermano Felipe murió a consecuencia de una picadura de
alacrán. Así Josefa quedó sin hijos en poco tiempo. Sin embargo, Zapata tuvo
más hijos como es el caso de Ana María Zapata, hija de Petra P. Torres.
En septiembre de 1909 Emiliano Zapata fue elegido calpuleque
palabra náhuatl, que significa jefe, líder o presidente de la junta de defensa
de las tierras de Anenecuilco,
donde empezaría a analizar documentos que se originaron en el virreinato que
acreditaban los derechos de propiedad de los pueblos sobre sus tierras, los
cuales habían sido negados por las Leyes de
Reforma, sobre todo la Ley Lerdo que obligó a las corporaciones civiles
a vender o ser expropiadas las tierras improductivas, lo cual fue motivo en su
tiempo del apoyo de varios líderes indígenas como Tomás Mejía a los gobiernos conservadores
mexicanos y al Segundo Imperio Mexicano. Estas leyes
además fueron aprovechadas por varias personas para acrecentar sus tierras de
manera ilegal al solicitar la propiedad de zonas comunales que los pueblos no
trabajaban. Por esto se convertiría, de esa manera, en dirigente agrario de Morelos,
su estado natal. Su primera aparición política ajena a su mundo campesino fue
en las elecciones para gobernador de Morelos en 1909, cuando apoyó al
aspirante de la oposición, Patricio Leyva, en contra
de los latifundistas como Pablo Escandón y Barrón, dueño de la
hacienda San Diego Atlihuayán.
En el mes de mayo de 1910 recuperó por
la fuerza las tierras de Villa de
Ayala, que eran protegidas por el jefe de policía, José A. Vivanco,
y que dejó en posesión de los campesinos del lugar. Por este hecho tuvo que
escapar varias veces del gobierno, pues fue declarado bandolero.
Algunos meses después participó en la reunión que se celebró en Villa de Ayala,
con objeto de discutir lo que después se convertiría en el Plan de Ayala.
A finales de ese mismo año, Pablo Torres Burgos fue enviado a Estados
Unidos por Emiliano Zapata para que se pudiera entrevistar con Francisco I. Madero. El resultado de esta
entrevista fue la decisión de tomar las armas por Emiliano Zapata y otros 72
campesinos y con Juan Moreno, Rafael Moreno, Maurilio Mejía y José Vergara.
Esto lo hicieron el día 10 de marzo de 1911, cuando proclamaron
el Plan de San
Luis. Se dirigió hacia el sur, pues ya era perseguido por Aureliano Blanquet y su batallón de soldados.
En este período del movimiento zapatista sobresalen las batallas de Chinameca,
Jojutla, Jonacatepec, Tlayecac y Tlaquiltenango,
así como la muerte del zapatista y antiguo líder del movimiento suriano, Pablo Torres Burgos, que incluso precedió al
mismo Emiliano. A la muerte del mismo, Emiliano Zapata es elegido, por la junta
revolucionaria del sur en 1911, nuevo jefe
revolucionario-maderista del sur. Las reivindicaciones zapatistas contenidas en
el Plan de Ayala,
que suponían una reforma agraria radical La
tierra es de quien la trabaja, fueron inaceptables para los sucesores de Porfirio Díaz.
Lo mismo se puede decir de Francisco León de la Barra quien, haciendo uso de su facultad de
presidente, encabezó diversos enfrentamientos políticos y armados con el jefe
suriano, e incluso del mismo Francisco I. Madero.
Al triunfo del maderismo, Zapata no
concibe el licenciamiento de sus tropas sin que a cada uno se le otorgue la
seguridad de tierras para sembrar a cambio de sus fusiles. Para él, la guerra
no terminaba con el derrocamiento del porfirismo, sino con la cristalización
del objetivo del pueblo campesino: la devolución de las tierras robadas por los
hacendados millonarios.
Esto dio lugar a que Francisco León de la Barra, presidente
interno, lo considerara rebelde, por lo que mandó fuerzas a someterlo: mil
hombres bajo el mando de los generales Victoriano
Huerta y Aureliano Blanquet. Para agosto de 1911, Francisco I. Madero acordó entrevistarse con Emiliano
Zapata en Yautepec para buscar una solución pacífica en
el conflicto suriano y con el fin de convencerlo de que licenciara sus tropas.
Mientras tanto, Zapata era fuertemente criticado por la prensa conservadora del
país. En la reunión no se logró ningún acuerdo, pues Madero no concebía la
reforma agraria como lo hacía Zapata. Madero creía que primero había que hacer
una reforma política profunda, mientras que para Zapata era prioritaria la
devolución de las tierras robadas por las haciendas. A decir de Zapata, Madero
había traicionado la revolución. El gobierno federal reiteró su decisión de
imponer el orden por la violencia, y Zapata se desplegó con sus tropas a los
límites entre el Guerrero y
Puebla,
escondiéndose del gobierno y generando emboscadas a pequeños contingentes
federales. En este periodo, Zapata se casó con Josefa Espejo y el padrino de la boda fue el propio Francisco I. Madero.
Con Madero como presidente de la
República, las diferencias no disminuyeron. Zapata se entrevista con Madero en
el palacio nacional, donde sostienen una fuerte discusión. Madero ofrece a
Zapata una hacienda en el estado de Morelos "como pago a sus servicios a
la Revolución", cosa que enfurece a Zapata que le contesta:
“No,
señor Madero. Yo no me levanté en armas para conquistar tierras y haciendas. Yo
me levanté en armas para que al pueblo de Morelos le sea devuelto lo que le fue
robado. Entonces pues, señor Madero, o nos cumple usted, a mí y al estado de
Morelos lo que nos prometió, o a usted y a mí nos lleva la chichicuilota”
Dicho esto mientras en gesto
amenazador, golpeó con fuerza su carabina .30-30 sobre el escritorio de Madero.
El 25 de
noviembre de 1911 Zapata lanzó el Plan de Ayala,
redactado por Otilio E. Montaño, documento que se
convertiría en su estandarte y en el fiel ejemplo de la ideología de los
campesinos morelenses. En él se exigía la redención de los indígenas y la
repartición de los latifundios creados durante el porfiriato. Se
desconocía a Francisco I. Madero como presidente y se reconocía a Pascual
Orozco como jefe
legítimo de la Revolución mexicana. Además, el documento
postulaba que, en vista de que no se había cumplido con lo que se le había
prometido al campesinado, la lucha armada era el único medio para obtener
justicia.
Durante 1912, Emiliano Zapata
combatió al Ejército Federal que, al mando de los generales Arnoldo Casso López, Juvencio
Robles y Felipe
Ángeles, buscaba la pacificación en los estados del sur. Los
zapatistas buscaron defenderse y lo hicieron "brutalmente", según la
versión del Ejército Federal: en las narraciones de los ataques zapatistas son
comunes las referencias a asaltos, incendios y violaciones entre otros. Lo
cierto es que dichas narraciones eran alteradas para justificar los desastres
cometidos por los miembros del Ejército Federal. En ese año sobresalen los
ataques a Tepalcingo, Yautepec, Cuautla y Cuernavaca,
aunque debe afirmarse que en ese entonces el movimiento zapatista era muy
débil, tanto en el ámbito político como en la rama militar, sobre todo cuando
la campaña del gobierno maderista contra los sublevados surianos quedó a cargo
del general Felipe
Ángeles. Por sus métodos civilizados y tolerantes, le restaban bases
al zapatismo, pues Ángeles simpatizaba con ellos.
Tras el asesinato de Francisco I. Madero y el ascenso en el poder de Victoriano
Huerta, la lucha armada se exacerbó y Zapata fue uno de los jefes
revolucionarios más importantes, al tiempo que introdujo importantes reformas
en Morelos. Posteriormente, estas posturas lo opusieron al nuevo presidente Venustiano Carranza. Una vez en el poder, Victoriano
Huerta envió una
comisión encabezada por el padre de Pascual
Orozco, Pascual Orozco Padre a pactar la paz con Emiliano Zapata.
Esto le facilitaría tener un frente menos de guerra en el país. Zapata, que
contaba ahora con el dominio de Morelos y parte del Estado de México, del estado de Guerrero, de Puebla y de Tlaxcala,
se negó a pactar con aquellos a quienes él llamó “asesinos
de Madero”. Fusiló al emisario de Huerta, envió una carta al general Félix Díaz,
repudiando al gobierno de Huerta y para el mes de mayo de ese mismo año, reformó
su Plan de Ayala,
declarando que Victoriano Huerta era indigno de la presidencia del país.
A Pascual
Orozco se le retiró el
cargo de Jefe de la Revolución y Zapata quedó entonces como único jefe del Ejército Libertador del Sur.
En los primeros meses de 1914, Zapata tomó Jonacatepec y Chilpancingo.
Ese mismo año su ejército constaba ya de 27,000 hombres, por lo que para abril
ya había controlado por completo el estado de Morelos y algunos lugares de Guerrero. Poco después tomó Cuernavaca y para junio ocupó Cuajimalpa, Xochimilco y Milpa Alta,
con lo que amagaba a la Ciudad de México. Las fuerzas
constitucionalistas les cerraron el paso, al ocupar la Ciudad de México antes que las propias zapatistas, las
cuales se encontraban más cerca. En septiembre, Venustiano Carranza envió a Juan Sarabia,
a Antonio I. Villarreal y a Luis Cabrera Lobato a conferenciar con Emiliano Zapata,
pero nuevamente el caudillo suriano exigió la renuncia de Venustiano Carranza al Poder Ejecutivo, y el
reconocimiento del Plan de Ayala.
Los emisarios, como toda respuesta, abandonaron su campamento y el estado, pues
Carranza rechazó rotundamente sus peticiones, calificándolas de
"inadecuadas".
El mismo
mes, Emiliano Zapata, desde su cuartel general de Cuernavaca, promulgó la entrega
de tierras a los pueblos. Invitado por varios delegados de la Convención de Aguascalientes, en la que los tres grupos más importantes que
participaron en la Revolución mexicana intentaron dirimir sus diferencias, Zapata no fue en
persona al citado evento, pero envió a una comisión, integrada por Antonio Díaz Soto y Gama, quién protagonizó el Incidente de La Bandera; y a Leobardo Galván González, un licenciado del
pueblo de Tepoztlán, nacido en el barrio de Santo Domingo, en la actual calle
de Aniceto Villamar en un predio llamado "Coyulan" y único morelense
enviado por Emiliano Zapata a Aguascalientes, que desempeñó un papel importante
de negociación para la asistencia de la delegación zapatista, negociaciones
tanto con Lucio Blanco como con el mismo general Francisco Villa, Paulino Martínez, Manuel J. Santibáñez y Manuel Uriarte, quienes quedaron en calidad de observadores hasta
que la Convención optó por desconocer a Venustiano Carranza. Así pues, Emiliano Zapata se unió con Francisco Villa y
ambos reconocieron a Eulalio Gutiérrez como presidente provisional de México, no así el
encabezado por Venustiano Carranza, lo que provocó la continuación de la guerra civil. A
finales de noviembre, la poderosa División del Norte y el Ejército Libertador del Sur entraron en la Ciudad de México.
Alcanzó así
fama nacional el movimiento zapatista como la otra cara de la moneda entre los
campesinos surianos y los del norte. En su estancia en la capital, las tropas
tuvieron una actitud más que pacífica: obtuvieron recursos mediante limosnas y
evitaron los robos y asaltos de algunos bandidos que ensuciaban su nombre
haciéndose llamar zapatistas.
El 4 de diciembre de
ese año Villa y Zapata tuvieron la célebre entrevista de Xochimilco, lográndose una
alianza militar entre ambos ejércitos. Villa aceptó en cambio el Plan de Ayala, a excepción de
sus acusaciones a Francisco I. Madero, quién había sido su redentor y se obligó a dar armas
a Zapata.
Concretados estos acuerdos, Emiliano
Zapata partió rumbo a Amecameca y tomó Puebla el 17 de
diciembre de 1914, aunque en los
primeros días de enero la plaza le fue arrebatada por las fuerzas del general Álvaro Obregón. Éste habría de dedicar sus
mayores esfuerzos para combatir al poderoso ejército villista, dando lugar a
que durante1915 Morelos fuera gobernado por los campesinos
levantados en armas, asesorados por los intelectuales de la lucha suriana. En 1916, una vez que Venustiano Carranza se había instalado en la Ciudad de México y que Francisco
Villa hubiera sufrido
serias derrotas por parte del ejército de Álvaro Obregón, Carranza dispuso la ofensiva
contra el zapatismo, al mando de Pablo González Garza. Con apoyo incluso de
la aviación del ejército, Cuernavaca fue ocupada por los
constitucionalistas en mayo y, aunque regresó efímeramente a manos de los
zapatistas, quedó definitivamente en su poder el 8 de
diciembre de ese mismo
año. Ante la carencia de armas y ya sin el apoyo villista, en muy poco tiempo
casi todas las poblaciones del estado quedaron en poder de los
constitucionalistas. En 1917, Zapata, lanzando una
contraofensiva, reconquisto Jonacatepec, Yautepec, Cuautla, Miahuatlán, Tecala y Cuernavaca.
En marzo expidió la ley administrativa
para el estado, reabrió escuelas, creó instituciones para reiniciar la
producción de alimentos del campo y continuó la guerrilla en zonas periféricas
y de frontera. Sin embargo, en octubre del mismo año entró a Morelos el general Pablo González Garza, apoderándose del
territorio. Para1918,
Emiliano Zapata era, al igual que Francisco
Villa lo sería en 1920, un guerrillero con
poco futuro, pues ante las constantes batallas y lo escaso de las municiones,
la muerte de los cabecillas y la ley agraria de Carranza, que apaciguó la causa
suriana, su movimiento, indudable manifestación del descontento campesino, no
llegó a consolidarse como una verdadera organización político-militar. Siendo
una rebelión de masas campesinas, se limitó a realizar su guerra de guerrillas
a partir de 1918
La guerra por parte del gobierno tomó
perfiles despiadados en el norte. El gonzalista Jesús
Guajardo le hizo creer
a Zapata que estaba descontento con Carranza y que estaría dispuesto a unirse a
él. Zapata le pidió pruebas y Guajardo se las dio al fusilar a aproximadamente
50 soldados federales, con consentimiento de Carranza y Pablo González, y
ofrecerle a Zapata armamento y municiones para continuar la lucha. Así,
acordaron reunirse en la Hacienda de Chinameca, Morelos,
el 10 de abril de 1919. Zapata acampó con
sus fuerzas a las afueras de la hacienda, y se acercó a la misma acompañado
únicamente por su escolta de 100 hombres. Al cruzar el dintel, un ordenanza
apostado a la entrada, tocó con su clarín la llamada a honores. Ésta fue la
señal para que los tiradores, escondidos en las azoteas, abrieran fuego contra
Zapata, que alcanzó a sacar su pistola, pero un balazo se la tumbó. No pocos
condenaron el procedimiento. Además, esto dio lugar a que, una vez muerto,
Zapata se convirtiera en el apóstol de la revolución y símbolo de los
campesinos desposeídos. El movimiento continuó, aunque ya con menos intensidad,
y los zapatistas acordaron nombrar a Gildardo Magaña Cerda jefe del Ejército Libertador del Sur. Él sería el
último, pues casi un año después, los antiguos compañeros de Zapata se
integrarían al gobierno aguaprietista,
aunque algunos de ellos serían asesinados por el mismo gobierno.
Entre la gente común del estado de
Morelos, que se negaba a dar crédito a la muerte de Zapata, circulaba la
creencia de que no era su caudillo el que había sido asesinado por Guajardo. Se
decía que le hacía falta un lunar, que si Zapata era más alto o más moreno. Se
decía que no era posible que, si Zapata había escapado a tantas emboscadas y
siempre había tenido tan buen olfato para los engaños, hubiera caído de esta
manera. Se decía que Zapata había mandado en su lugar a uno de sus compadres,
con quien compartía un gran parecido. Desgraciadamente la identificación del
cadáver de Zapata por parte de antiguos compañeros de armas y gente cercana fue
contundente: el cadáver correspondía al caudillo del sur.
Las leyendas llevaron a Zapata hasta
el Lejano Oriente, donde un compadre árabe le habría ofrecido protección; según
esa leyenda, Zapata se había embarcado en Acapulco para huir a Arabia. Otros
más aseguraban que en las noches de luna, se le podía ver cabalgando cerca de
Anenecuilco, el sitio de su nacimiento. También allí ubicaban, décadas después,
a un anciano encerrado en una casa, que aseguraban era Zapata. Un corrido
escrito en esos días da una idea de esta situación:
“Su
cuerpo al fin sepultaron llenos de júbilo y gozo y muchos, muchos lloraron por
sus culpas y reposo.
Pero
su alma persevera en su ideal libertador y su horrible calavera anda en penas,
¡oh terror!
Por
las orillas de Cuautla flota una horrible bandera, que empuña la calavera
del aguerrido Zapata.
del aguerrido Zapata.
Tal
constancia a todos pasma; de la noche en las negruras, se ve vagar su fantasma
por los montes y llanuras.
Se
oyen sonar sus espuelas, sus horribles maldiciones y, rechinando las muelas,
cree llevar grandes legiones.
cree llevar grandes legiones.
Extiende
la yerta mano y su vista se dilata... ¡Recorre el campo suriano
el espectro de Zapata!”
el espectro de Zapata!”
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