Felipe de Jesús
Ángeles Ramírez nació en Zacualtipán, Hidalgo, en
1869 y murió en Chihuahua, Chihuahua, en
1919 fue un militar mexicano héroe popular de la Revolución mexicana.
Nació en Zacualtipán, Hidalgo el 13 de junio de 1868. Fue
hijo de Felipe Ángeles Melo, un coronel que combatió contra la invasión
estadounidense en 1847 y
la francesa en 1862, y de Juana Ramírez. Comenzó los estudios primarios en
Huejutla, pasó luego a la Escuela de Molango y al Instituto Literario de
Pachuca. A los catorce años ingresó al Colegio Militar, gracias a una beca concedida por Porfirio Díaz con
motivo de los servicios de su padre durante la lucha contra la intervención
extranjera. Tímido e inteligente, sobresalió como uno de los oficiales más
brillantes en una generación donde había militares como Victoriano Huerta y Rafael Eguía Lis y
egresó en 1892 con el grado de Teniente de Ingenieros. Desde muy
joven fue profesor sobresaliente del Colegio Militar, del Colegio Militar de Aspirantes, de la Escuela Nacional Preparatoria y
de la Escuela de Tiro, de la que más tarde fue director. El 25 de noviembre de1896, se casó con Clara Kraus. Fue enviado a Estados Unidos para realizar estudios de
artillería; en Francia supervisó el armamento adquirido por el gobierno de México, y fue ascendido a mayor; le fue concedida la orden de Legión de Honor por
los méritos realizados durante sus estudios. En cierta entrega de premios del
Colegio Militar, Ángeles atacó ante Porfirio Díaz al
soldado arbitrario y brutal y elogió al hombre de armas apegado a la legalidad
y a las obligaciones institucionales. Esta actitud marcó su derrotero político.
Fue un militar con altas calificaciones teóricas, aunque con vocación de
soldado activo. Fue criticado por iluso e irrealista. Mostró su inconformidad
ante las injusticias del ejército con los yaquis y ante el favoritismo como eje
de promoción, lo que dio lugar a que fuera enviado en comisión militar a Francia.
A principios de 1912 Francisco I. Madero lo
nombró director del Colegio Militar; seis meses después fue ascendido a general brigadier; combatió al orozquismo en Sonora y más tarde fue a Morelos a combatir a Emiliano Zapata, en sustitución del general Juvencio Robles. Utilizaba métodos conciliadores para pacificar
al estado, pero sobrevino la Decena Trágica. Madero, consciente de su lealtad, fue
personalmente a Morelos a pedirle su ayuda. Respetuoso de la institucionalidad, no
le dio el mando supremo pero sí operó contra La Ciudadela; Victoriano Huerta lo
hizo retirarse de las primeras filas y lo hizo aprehender junto a Francisco I. Madero y Pino Suárez, pero Ángeles siempre permaneció leal a Francisco I. Madero.
Salvado de la muerte por su arraigo en el Ejército Federal, se simuló otra
comisión a Europa para desterrarlo.
El
9 de febrero de 1913 un golpe militar, cuyas cabezas políticas eran el general
Bernardo Reyes y el general Félix Díaz, intentó derrocar al presidente Francisco
I. Madero. Los cadetes del Colegio Militar apoyaron al presidente Madero en su
marcha desde el Castillo de Chapultepec hasta Palacio Nacional. Los sublevados,
al mando de Félix Díaz, se atrincheraron en la plaza fuerte de La Ciudadela. Bernardo
Reyes había muerto en
los primeros enfrentamientos. Madero designó jefe de las fuerzas leales a su
gobierno al general Victoriano Huerta, jefe militar que desde tiempo atrás
conspiraba contra él, dentro de la sorda guerra de intrigas interiores que
vivía el Ejército federal desde los acuerdos de Ciudad Juárez.
De acuerdo a Friedrich
Katz, "Madero tomó una decisión que no sólo era peligrosa sino
que, en cierto modo, podía considerarse temeraria. En un automóvil con unos
cuantos hombres, sin escolta militar, Madero se trasladó a Cuernavaca donde
estaba Felipe Ángeles con sus tropas. Era una empresa muy riesgosa y llena de
peligros, dado que grandes trechos de la ruta entre ambas ciudades estaban bajo
el control o bajo ataques frecuentes de tropas zapatistas hostiles a Madero.
Poco después, Madero regresó de Cuernavaca a la Ciudad de México junto con
Ángeles y el grueso de sus tropas".
Aunque viajar en un solo auto y sin
escolta posiblemente fue el modo más seguro para que Madero se lanzara en plena
guerra al riesgo de cubrir el trayecto entre ambas ciudades y llegar a tiempo.
El 10 de febrero Madero y Ángeles
entraron a la ciudad por el rumbo de Xochimilco y Tepepan, donde los esperaba
el general Ángel García Peña, ministro de Guerra. El
presidente ordenó a éste tomar el mando de las tropas leales y designar a
Felipe Ángeles —único en quien en verdad confiaba, según lo mostraba su audaz
viaje a Cuernavaca— como jefe de su Estado Mayor a cargo de las operaciones. Por
resistencias en los mandos superiores del ejército federal, de estirpe
porfiriana, esta orden no fue cumplida por el general García Peña. Ángeles, se
decía, era apenas general brigadier.
El mando quedó a cargo del general de
división Victoriano
Huerta. Pero éste entró en tratos secretos con Félix Díaz,
negociaciones que culminaron en el Pacto de la Embajada con la complicidad del embajador de Estados
Unidos, Henry Lane
Wilson. Poco después se realizó las aprehensiones del presidente
Madero, del vicepresidente José María Pino Suárez y del general Felipe Ángeles. El 19 de
febrero Madero y Pino Suárez fueron engañados y obligados a firmar las
renuncias a sus cargos. El 22 de febrero, fingiendo una supuesta fuga y un
enfrentamiento con sus simpatizantes, ambos fueron asesinados. El general
Ángeles fue enviado al exilio en Francia,
de donde regresó en octubre de 1913 para sumarse al Ejército Constitucionalista y al núcleo maderista dentro de la
revolución, junto con varios de sus discípulos.
Si el 9 de febrero ha sido declarado
el día para celebrar la Marcha de la Lealtad de los cadetes del Colegio Militar en apoyo al presidente Madero, con
mayor razón debe recordarse en ese día al general Felipe Ángeles, a quien el
presidente acudió en la hora en que sus generales lo abandonaban y con quien
compartió en la prisión de Palacio Nacional las últimos horas de su vida antes de
ser asesinado.
Volvió al país en octubre de 1913 y
se alió a las fuerzas de Venustiano Carranza; fue
nombrado primero Secretario de Guerra y ratificado después sólo como
Subsecretario, debido a las protestas de numerosos "generales"
rebeldes, entre ellos Álvaro Obregón. En 1914 se
incorporó a las fuerzas de Francisco Villa como comandante de la artillería de la División del Norte. Participó en las batallas de Torreón en abril de 1914, San Pedro de las Colonias, Paredón y Zacatecas. Fue allí
cuando Ángeles empezó a mostrar su gran talento de estratega militar. Como
hombre de confianza de Francisco Villa lo
representó en la Convención de Aguascalientes, de la que él mismo fue promotor
e ideólogo. El 31 de octubre votó por el retiro de Venustiano Carranza.
Formó parte de la comisión de guerra de la convención, donde logró la
participación zapatista. El 2 de diciembre entró a la Ciudad de México al
frente de la vanguardia villista. Ante el fracaso del gobierno de la
Convención, se dirigió al noroeste, al frente de las fuerzas convencionistas.
Ocupó por unos días la gubernatura de Coahuila y de Nuevo León, del 15 de enero al 15 de febrero de1915. Felipe Ángeles abandonó a Francisco Villa después
de su fracaso en el Bajío, cuando desoyó sus consejos, aunque también influyó
mucho la derrota de Ángeles en el noroeste del país.
Al triunfo de Venustiano Carranza, cuya catadura moral le
repugnaba, se refugió en Estados
Unidos en el Paso, Texas, con la ayuda de José María Maytorena. Fue muy activo en la
política entre los exiliados: en Nueva York
formó parte del comité ejecutivo de la Alianza Liberal Mexicana. También se
dedicó a escribir artículos en diversos periódicos, en los cuales expresó sin
rodeos su convicción socialista y se declaró partidario del marxismo,
juzgando al liberalismo como
cosa del pasado. Expuso su desacuerdo con la Constitución
de 1917 y le opuso la Constitución de 1857 producto de la Guerra de
Reforma, a la que juzgaba más adecuada para la situación del país.
Regresó al país hasta diciembre de 1918, con el propósito de
atacar a Venustiano Carranza, antes de lo cual lanzó una
proclama que se conoce como Plan de Río Florido. Fracasó en sus intentos de
unificar a los rebeldes y de disciplinar a los villistas, por lo que, vencido y
aislado, fue denunciado y aprehendido.
Se le formó consejo de guerra por
haberse sumado a las fuerzas de Pancho Villa que todavía operaban en el norte. El
Consejo estuvo integrado por los Generales Gabriel Gavira Castro, Miguel M. Acosta Guajardo, Fernando Peraldí Carranza y José Gonzalo Escobar. En su defensa ante
el tribunal, Ángeles persistió en declararse partidario y amigo de Francisco I.
Madero. Años más tarde el mismo general Gavira anotaba en sus memorias que,
cuando el golpe de febrero de 1913, mientras todos los altos mandos federales
conspiraban contra el presidente Madero, el general Ángeles se había mantenido
leal a éste y había sido "el único que cañoneaba efectivamente La Ciudadela,
desde la calzada de la Reforma". Fue sentenciado a
la pena capital, a pesar del clamor de la concurrencia que en la sesión pidió
su perdón. Murió fusilado en Chihuahua el 26 de
noviembre de 1919. Como testamento
político dijo durante su juicio: "Mi muerte hará más bien a la causa
democrática que todas las gestiones de mi vida. La sangre de los mártires
fecundiza las buenas causas". El 15 de
noviembre de 1941, al cumplirse el XXII
aniversario de su muerte,
fue nombrado en su tierra natal "Hijo del Estado de Hidalgo". Se
recuerda su frase más célebre "Por que temerle a la muerte, si no le temo
a la vida".
Felipe Ángeles, artillero, matemático,
escritor, vivió y murió obsesionado por el legítimo temor de que Estados Unidos
—país al cual sin embargo admiraba, habiendo vivido años de exilio y de trabajo
entre su pueblo— se apoderara de más territorio mexicano o subordinara la
soberanía mexicana a su imperio. Su adversario irreconciliable desde 1914, Venustiano Carranza, desde posiciones diferentes
compartía esa obsesión, heredada después por militares tan diversos entre sí
como Lázaro Cárdenas y Joaquín Amaro.
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