Es uno de
los santos más populares de Europa central.
En efecto;
dice un estudioso que en su honor se erigieron no menos de seiscientas iglesias
y capillas, y su nombre aparece frecuentemente en la toponomástica y en el
folclor.
El mismo
estudioso añade que él «despertó una devoción particular en tiempos de las
cruzadas, y entre los devotos se cuenta el príncipe Boemundo de Antioquía que,
hecho prisionero por los infieles en 1100, atribuyó su liberación en 1103 al
santo, y, de regreso a Europa, donó al santuario de Saint-Léonard-de-Noblac,
como ex voto, unas cadenas de plata parecidas a las que él había llevado
durante su cautiverio».
San Leonardo
de Noblac o de Limoges es un santo «descubierto» a principios del siglo XI, y a
ese período remontan las primeras biografías, que después inspiraron el culto
hacia él.
Leonardo
nació en Galia en tiempos del emperador Anastasio, es decir, entre el 491 y el
518. Como sus padres, a más de nobles, eran amigos de Clodoveo, el gran jefe de
los Francos, éste quiso servir de padrino en el bautismo del niño.
Cuando ya
era joven, Leonardo no quiso seguir la carrera de las armas y prefirió ponerse
al servicio de San Remigio, que era obispo de Reims.
Como San
Remigio, sirviéndose de la amistad con el rey, había obtenido el privilegio de
poder conceder la libertad a todos los prisioneros que encontrara, también
Leonardo pidió y obtuvo un poder semejante, que ejerció muchas veces. El rey
quiso concederle algo más: la dignidad episcopal.
Pero
Leonardo, que no aspiraba a glorias humanas, prefirió retirarse primero a San
Maximino en Micy, y después a un lugar cercano a Limoges, en el centro de un
bosque llamado Pavum.
Un día su
soledad se vio interrumpida por la llegada de Clodoveo que iba a cacería junto
con todo su séquito.
Con el rey
iba también la reina, a quien precisamente en ese momento le vinieron los
dolores del parto.
Las
oraciones y los cuidados de San Leonardo hicieron que el parto saliera muy
bien, y entonces el rey hizo con el santo un pacto muy particular: le
obsequiaría, para construir un monasterio, todo el territorio que pudiera
recorrer a lomo de un burro.
Alrededor
del oratorio en honor de María Santísima habría surgido una nueva ciudad.
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