Las tres Iglesias: Se llama Iglesia a la asociación de
los que creen en Jesucristo. La Iglesia se divide en tres grupos. Iglesia
triunfante: los que ya se salvaron y están en el cielo los que festejamos ayer.
Iglesia militante: los que estamos en la tierra luchando por hacer el bien y
evitar el mal. E Iglesia sufriente: los que están en el purgatorio
purificándose de sus pecados, de las manchas que afean su alma.
El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por
el Papa Juan Pablo II en 1992, es un texto de máxima autoridad para todos los
católicos del mundo y dice cinco cosas acerca del Purgatorio:
1ª. Los que mueren en gracia y amistad de Dios
pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una
purificación, para obtener la completa hermosura de su alma (1030).
2ª. La Iglesia llama Purgatorio a esa
purificación, y ha hablado de ella en el Concilio de Florencia y en el Concilio
de Trento. La Iglesia para hablar de que será como un fuego purificador, se
basa en aquella frase de San Pablo que dice: "La obra de cada uno quedará
al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho
se probarán en el fuego". 1Cor. 3, 14.
3ª. La práctica de orar por los difuntos es
sumamente antigua. El libro 2º de los Macabeos en la S. Biblia dice:
"Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran
libres de sus pecados" 2Mac. 12, 46.
4ª. La Iglesia desde los primeros siglos ha
tenido la costumbre de orar por los difuntos Cuenta San Agustín que su madre
Santa Mónica lo único que les pidió al morir fue esto: "No se olviden de ofrecer
oraciones por mi alma"
5ª. San Gregorio Magno afirma: "Si
Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en
el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo.
Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin
perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y
limosnas por su eterno descanso".
De San Gregorio se narran dos hechos interesantes.
El primero, que él ofreció 30 misas por el alma de un difunto, y después el
muerto se le apareció en sueños a darle las gracias porque por esas misas había
logrado salir del purgatorio. Y el segundo, que un día estando celebrando la
Misa, elevó San Gregorio la Santa Hostia y se quedó con ella en lo alto por
mucho tiempo. Sus ayudantes le preguntaron después por qué se había quedado
tanto tiempo con la hostia elevada en sus manos, y les respondió: "Es que
vi que mientras ofrecía la Santa Hostia a Dios, descansaban las benditas almas
del purgatorio". Desde tiempos de San Gregorio (año 600) se ha
popularizado mucho en la Iglesia Católica la costumbre de ofrecer misas por el
descanso de las benditas almas.
La respuesta de San Agustín: a este gran Santo le
preguntó uno: "¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya muerto?", y
él le respondió: "Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos. Porque
el evangelio dice que la medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa
medida se empleará para darle a él".
¿Vamos a rezar más por los difuntos? ¿Vamos a
ofrecer por ellos misas, comuniones, ayudas a los pobres y otras buenas obras?
Los muertos nunca jamás vienen a espantar a nadie,
pero sí rezan y obtienen favores a favor de los que rezan por ellos.
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