lunes, 1 de diciembre de 2014

MIGUEL MIRAMÓN



Miguel Gregorio de la Luz Atenógenes Miramón y Tarelo (1831-1867) fue un general conservador mexicano que destacó primero de manera especial durante la Guerra de Reforma. Primero como segundo jefe y más tarde primer jefe del ejército conservador consiguiendo grandes victorias sobre el ejército liberal. Era conocido como "el joven Macabeo". En 1859 fue nombrado Presidente Interino de México por el Partido Conservador bajo la ideología del Plan de Tacubaya, en oposición al Presidente liberal Benito Juárez, quien había accedido al poder siendo presidente de la Suprema Corte de Justicia a través de la renuncia de Ignacio Comonfort. Miguel Miramón es el presidente más joven que ha tenido México en su historia y durante los siguientes dos años se distinguió como el máximo líder de los conservadores. Tras fracasar en su intento de derrotar a Juárez en Veracruz su buena suerte terminó, siendo derrotado de manera definitiva en la Batalla de Calpulalpan y con él todo el Partido Conservador. Tras su derrota se vio obligado a abandonar el País junto con Juan Nepomuceno Almonte y José María Gutiérrez de Estrada, entre otros distinguidos conservadores. Nunca participó en las negociaciones que finalmente culminaron en el ofrecimiento de la corona de México a Maximiliano de Habsburgo en 1863. Regresó finalmente en 1867 tras la salida de los franceses para ponerse al servicio de Maximiliano. En el Sitio de Querétaro fue derrotado y capturado junto con los demás partidarios del Imperio. Murió fusilado al lado de Maximiliano de Habsburgo y Tomás Mejía

Nació en la Ciudad de México el 29 de septiembre de 1831 en el seno de una familia acomodada, descendientes del Marques de Miramón, quien murió al lado de Francisco I, y de ascendencia francesa. Fue hijo del coronel Bernardo Miramón y de su esposa Carmen Tarelo, quienes tuvieron, según parece, 12 hijos. Algunos de ellos fueron Joaquín, Carlos y Mariano; éstos figuraron al lado de su hermano en sus diversas campañas militares.

Miguel Miramón era, según narra Luis Islas García «un chiquillo débil, soñador, voluntarioso e inteligente». Miguel asistía al elegante Colegio de San Gregorio; en una ocasión y aprovechando un descuido de los que cuidaban la puerta del colegio escapó en compañía de cuatro alumnos más llegando hasta San Agustín de las Cuevas, Tlalpan, deteniéndose a pedir alimento y trabajo en una casa que resultó ser la del Juez de Tlalpan, quién se encargo de regresarlos a sus respectivas casas de la Ciudad de México.

El padre de Miguel Miramón, furioso por la travesura, lo envió al Colegio Militar como castigo y con la esperanza de así disciplinarlo, ingresando de manera oficial el 10 de febrero de 1846 en las instalaciones del Castillo de Chapultepec.

Cuatro meses después de la entrada de Miramón al Colegio Militar, Estados Unidos le declaró la guerra a México. Finalmente, el 12 y 13 de septiembre se libró el enfrentamiento decisivo entre las fuerzas mexicanas y las estadounidenses en la batalla de Chapultepec.

Entre las tropas mexicanas, se encontraba Miguel Miramón en compañía de casi 50 cadetes más. Sobrevivió siendo capturado como prisionero de guerra y fue liberado el día 29 de febrero de 1848 junto a otros prisioneros.

El 11 de noviembre de 1847 recibe la medalla en honor a los defensores de la batalla de Chapultepec, según el listado entregado por Manuel Azpilcueta y autorizado por Mariano Monterde, apareciendo el lunes 16 de octubre de 1848 en El Correo Nacional del Superior Gobierno de la República Mexicana.

Miguel Miramón pasó en total seis meses como prisionero de guerra de los estadounidenses siendo liberado tras la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo con condiciones desastrosas para México. Según dice Islas García, ese tiempo fue definitivo en la formación de su carácter.

Parece ser que fue en ese momento cuando Miramón se decidió de manera definitiva por la carrera de las armas. Luego de su liberación regresó inmediatamente al Colegio Militar destacándose por su gran disciplina y pericia.

En 1851 fue nombrado teniente de artillería y más tarde en 1853 nombrado capitán del segundo batallón activo de Puebla y en ese mismo año comandante del batallón activo de la Baja California.

Estos nombramientos se debían a la muy alta disciplina de Miramón que lo hacían muy recomendable.

No obstante, estuvo a punto de perder su prestigio a causa de una riña con un civil en 1855, pero el asunto no pasó a mayores. Ese mismo año participó en las batallas de Mescala, Xochipala y del Cañón del Zopilote, bajo las órdenes del general Landa en oposición a los rebeldes del Plan de Ayutla, que tenía como propósito quitar de la presidencia al general Antonio López de Santa Anna. Consiguió un ascenso más durante la Batalla de Tepemajalco en la cual tuvo una actuación muy destacada.

Finalmente, los rebeldes triunfaron y Santa Anna huyo del país, quedando como presidente Juan Álvarez, general y líder de los revolucionarios y más tarde Ignacio Comonfort. El cambio no afectó a Miramón, quien había servido a Santa Anna por no estar de acuerdo con las ideas liberales, y fue nombrado por el nuevo gobierno teniente coronel permanente en el undécimo batallón de línea.

Las medidas liberales del gobierno de Ayutla causaron molestias entre la gente partidaria de las ideas conservadoras, protestando varias personas. En diciembre de 1855, un grupo de conservadores liderados por el general Antonio de Haro y Tamariz proclamaron el Plan de Zacapoaxtla en el pueblo del mismo nombre; en éste se declaraba que «la evolución iniciada contra el gobierno de Santa Anna fue altamente nacional, siendo las principales causas de ella la falta de garantías para los civiles, el exclusivismo, entre otras cosas, que el actual gobierno presentaba los mismos vicios y que el actual presidente no había sido elegido por la voluntad nacional falseándose, por lo tanto la causa de la revolución». Esta acción terminaba proclamando las bases orgánicas de 1843 en lo que se elegía nuevo presidente. Miramón había sido enviado junto con su batallón a las órdenes del coronel Benavides a combatir a los rebeldes, pero Miguel Miramón decidió en compañía de los demás oficiales del batallón destituir a Benavides y unirse a los de Zacapoaxtla. Ya se habían unido para entonces otros militares como Luis G. Osollo, Severo del Castillo, entre otros. También estaba con el su hermano Joaquín. Los rebeldes mandados por De Haro y Tamariz ocuparon Puebla con un ejército de 3.000 hombres y se enfrentaron a Comonfort en las batallas de Texmelucan y Ocotlán.

Derrotados, tuvieron que regresar a la ciudad de Puebla resistiendo varios días al interior de ella para finalmente rendirse, puesto que el ejército de Comonfort había rendido cuadra por cuadra, quemando buena parte de la ciudad Jan Bazant, Antonio de Haro y Tamariz, sus aventuras políticas.

El gobierno les ofreció a los rebeldes la oportunidad de permanecer en el ejército como soldados rasos, lo cual era considerado como una deshonra o retirarse del ejército y salir del país.

Miramón optó por lo segundo dejando el ejército, pero sorpresivamente no salió del país, sino que se escondió en secreto. Regresó entonces a Puebla y con un grupo de 50 oficiales, entre ellos Francisco Vélez, Leónidas de Campo y Santiago Montesinos, tomó la plaza de Puebla, uniéndose a ellos la mayoría de las tropas de la ciudad y varios civiles. Al frente se puso el general Joaquín Orihuela, teniendo como segundos a Vélez y Miramón. Por su debilidad no pudieron hacer ninguna acción ofensiva teniendo que encerrarse en la ciudad, siendo sitiados nuevamente por el gobierno. Durante cerca de dos meses resistieron los conservadores en esta acción que fue conocida como «Sitio de Orihuela», en alusión a su líder. Miramón se hizo famoso allí por su gran valentía y capacidad de mando. Finalmente la ciudad cayó y Orihuela fue fusilado. Miramón logró escapar y ponerse al frente un grupo de hombres combatiendo junto a varios militares conservadores más como Tomás Mejía y Osollo. Logró entre otras cosas tomar la ciudad de Toluca y más tarde la de Cuernavaca en las campañas mexiquenses.


En 1858, el general Zuloaga proclamó en compañía de varios militares conservadores el Plan de Tacubaya; a estos se unió Miramón. Luego de la repentina muerte del general Luis G. Osollo en junio de 1858, Miramón se consolida como caudillo de los conservadores. Vencedor de los liberales en las batallas de Puerto de Carretas, Barranca de Atenquique y Ahualulco, fue nombrado Presidente Interino por el Partido Conservador en febrero de 1859. A partir del 6 de marzo de 1859, sitia al gobierno de Benito Juárez en Veracruz, pero la intervención de la marina estadounidense, que captura dos buques mexicanos en aguas mexicanas, le impide consumar la victoria.


El 11 de abril de 1859, el jefe conservador Leonardo Márquez derrota al general liberal Santos Degollado en Tacubaya y se hace de doscientos prisioneros militares. Miramón le ordena fusilar a los oficiales del grupo, pero Márquez se extralimita asesinando a todos los prisioneros e incluso a los practicantes de medicina que atendían a los heridos y a vecinos del lugar partidarios de la República. Miramón gobierna México en dos períodos, ambos como presidente interino; su primer mandato fue del 2 de febrero de 1859 al 13 de agosto de 1860, sucediendo a Manuel Robles Pezuela. El segundo mandato fue del 16 de agosto al 24 de diciembre de ese mismo año. Dos días antes, casi sin recursos, hizo un último intento por salvar a su causa, pero fue batido por Jesús González Ortega en la batalla de San Miguel Calpulalpan, dando fin a la Guerra de Tres Años o Guerra de Reforma 1858 - 1861. Miramón renunció a la presidencia y abandonó el país, rumbo a La Habana, Cuba.

El gobierno republicano de Benito Juárez se fortalece con el apoyo estadounidense, pero los constantes problemas económicos, las deudas contraídas con otros países, la anarquía reinante y la ruptura definitiva entre la Iglesia y el Estado fueron preocupación de los conservadores, quienes, sin el conocimiento de Miramón, quien estaba ausente del país, buscaron ayuda en las Cortes españolas y francesas para imponer una monarquía en México. Napoleón III, emperador de Francia, obtuvo el apoyo de la mayoría de los conservadores mexicanos para lograr sus designios imperialistas en México. Después de convencer a Maximiliano de Habsburgo-Lorena, Archiduque de Austria, para que se convirtiese en Emperador de México, invade México en1862 con sus tropas expedicionarias. Al ocupar la capital, deja al gobierno mexicano en precaria situación y huyendo de la persecución francesa. Los conservadores volvieron al poder, pero el emperador se mostró como un liberal moderado. Aunque opuesto a la Segunda Intervención Francesa en México, Miguel Miramón, a instancias del Arzobispo Antonio de Labastida, regresa a México para ofrecer sus servicios al Imperio, presentándose en la capital el 28 de julio de 1863. Maximiliano, receloso de su prestigio, lo envía a Europa a estudiar táctica militar en Alemania. Vuelve en 1866 sólo para ver cómo el Imperio va retrocediendo ante las fuerzas republicanas, que cuentan con la decisiva ayuda económica y material del gobierno de los Estados Unidos. Este país se recuperaba de la recién terminada Guerra Civil Estadounidense y vuelve su mirada hacia México. El retiro del apoyo de Napoleón III al Imperio, al ordenar a sus tropas regresar a Francia —ante la posible intervención norteamericana directa—, contribuye a que los republicanos recuperen rápidamente el territorio. Maximiliano, abandonado por Napoleón III, finalmente se apoyó en los militares conservadores que había relegado, principalmente en Miramón, para levantar un ejército mexicano que sostuviera su imperio, pero era demasiado tarde. El emperador vaciló ante el consejo del general François Achille Bazaine, quién, como muchos otros, le pedían que abdicara el trono y regresara a Austria. Maximiliano pensó aceptar dicha recomendación y tuvo serias dudas en hacerlo, pero pesó más su convicción de que un Habsburgo tenía un sentido del honor que le impedía abandonar sus deberes, eligió quedarse en México y seguir luchando en contra de los liberales.

La incansable actividad de Miramón rindió frutos, pues en poco tiempo organizó un respetable ejército de alrededor de 9000 hombres, del que se puso al mando el propio emperador.

En febrero de 1867, a pesar de las fundadas objeciones de Miramón, el general Leonardo Márquez —con quien Miramón tuvo graves dificultades— persuadió a Maximiliano para que estableciese como base de operaciones la ciudad de Querétaro. Esta decisión fue un poco juiciosa, pues esa plaza presentaba mayores dificultades de defensa que la sede de los poderes imperiales en la Ciudad de México, además de ser susceptible de ser sitiada por completo, sin posibilidad de auxilio exterior, como en efecto ocurrió a partir de marzo. Márquez, acompañado por Santiago Vidaurri y Julián Quiroga, regresó a México con la encomienda de reclutar y enviar refuerzos; en Querétaro, los generales Miramón y Mejía se encargarían de la defensa de la plaza y del mando de las tropas imperiales. Las fuerzas de Miramón y Mejía, completamente sitiadas por un ejército juarista muy superior en número y armamento, iban debilitándose a pesar de éxitos parciales, como la sorprendente acción del Cerro del Cimatario que dirigió Miramón el 27 de abril de 1867, logrando abrir momentáneamente el cerco, hecho que inexplicablemente no fue aprovechado, como éste lo aconsejaba. El general Miramón planeó romper el sitio, pero antes de llevarlo a cabo, el fin se precipitó con la traición del coronel Miguel López, quien, en la madrugada del 15 de mayo, entregó la vital posición de La Cruz a los sitiadores, quedando la ciudad a merced de los liberales. Sin embargo, el 8 de julio de 1887, el general Escobedo emitió un informe al presidente Porfirio Díaz, en el que informaba haber guardado en secreto en consideración a la dignidad de Maximiliano de Habsburgo, que en realidad el coronel López fue comisionado por el propio emperador para negociar la entrega de la plaza, a cambio de su abdicación y salida del país.

Maximiliano fue apresado junto con el general Mejía y pronto fue detenido también Miramón, quien al enterarse de la traición, se dirigió al centro de la plaza y encontró una fuerza enemiga.

Se registró un tiroteo, en el que cual Miramón resultó herido en la cara y en un dedo de la mano izquierda; logró refugiarse en casa de un doctor de apellido Licea, quien lo tortura durante dos horas pretendiendo extraer una bala que había salido y ya indefenso, fue delatado y capturado. Los tres personajes fueron sometidos a juicio y condenados a muerte según el decreto del 25 de enero de 1862, proclamado por el gobierno republicano. Tanto los dos generales como el emperador aceptaron su suerte con valentía.

A las siete y cinco de la mañana del 19 de junio de 1867, en el Cerro de las Campanas en Querétaro, Maximiliano, Miramón y Mejía fueron fusilados por un pelotón de soldados republicanos del ejército del general Mariano Escobedo. Sus restos fueron originalmente depositados en el Panteón de San Fernando, donde aún puede verse su tumba, pero tras el entierro de Benito Juárez en el mismo panteón fue que por solicitud de su esposa Concepción Lombardo, sus restos fueron trasladados a una de las capillas de la Catedral de Puebla.

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