Justo
Sierra Méndez nacido en San Francisco de Campeche, Campeche, el 26 de enero de 1846 ; fallecido en Madrid, el 13 de septiembre de 1912 fue un escritor, historiador, periodista, poeta y político
mexicano. Fue decidido promotor de la fundación de la Universidad Nacional de
México, hoy Universidad Nacional
Autónoma de México. Se le conoce también como "Maestro de
América" por el título que le otorgaron varias universidades de América Latina.
Considerado por Campeche como uno de los personajes más grandes e importantes
que ha dado a México y al mundo y fue discípulo de Ignacio Manuel
Altamirano.
Nació en
San Francisco de Campeche hijo de Justo Sierra
O'Reilly, eminente novelista e historiador, y de Doña Concepción
Méndez Echazarreta, hija de Santiago Méndez Ibarra, quien jugó un papel importante en la política yucateca
del siglo XIX. A la muerte de su padre, siendo casi un niño, Justo Sierra
Méndez se trasladó primero a la ciudad de Mérida,
después a Veracruz y por último a la Ciudad de México donde,
después de brillantes estudios, se relaciona con los mejores poetas y literatos
de ese tiempo, entre otros con Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Acuña, Guillermo Prieto, Luis G. Urbina, poetas de la Revista Azul y
de la Revista Moderna. Fue hermano de Santiago,
periodista y poeta y quien fuera asesinado por Ireneo Paz en duelo armado en
1880 en presencia del mismo Justo, y de Manuel José, político. Asistió a una reunión en la que
estaban algunos de los más consagrados escritores de aquel tiempo. La velada
tuvo lugar en casa de don Manuel Payno; estaban ahí, entre otros, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez y Vicente Riva Palacio. Dice
don Agustín Yáñez:
"desde aquella velada, Sierra ocupó un sitio de preferencia en los
cenáculos, conmemoraciones y redacciones literarias; fue la sensación del
momento en la tribuna en los días clásicos de la patria; en una juventud que se
consagró a la literatura, Sierra incursionó en el relato, en el cuento, la
novela y el teatro."
Algunos de sus poemas de juventud se
publicaron en el periódico El Globo, y se dio a conocer con su
famosa "Playera"; a partir de 1868 publicó sus primeros ensayos
literarios; en El Monitor Republicano inició sus "Conversaciones del
Domingo", artículos de actualidad y cuentos que después serían recogidos
en el libro Cuentos románticos; publicó en la
revista El Renacimiento su
obra El Ángel del Porvenir, novela de folletín que no tuvo mayor
impacto. Escribió también en El Domingo, en El Siglo Diez y Nueve, La
Tribuna, en La Libertad, de la que fue su
director y en El Federalista. Asimismo, publicó en El
Mundo su libro En
Tierra Yankee. Abordó además el género dramático en su obra Piedad.
En 1871 se recibió de abogado. Varias
veces diputado al Congreso de la Unión, lanzó un proyecto
que sería aprobado en 1881 y que daba a la educación primaria el carácter de
obligatoria. En ese mismo año presentó un proyecto para fundar la Universidad Nacional de México que no prosperó, tardaría sin embargo
30 años para verlo realidad. Desde 1892, expuso su teoría política sobre la
“dictadura ilustrada”, pugnando por un Estado que habría de progresar por medio
de una sistematización científica de la administración pública; en 1893 dijo
aquella célebre frase: "el pueblo mexicano tiene hambre y sed de
justicia". ("México es un pueblo
con hambre y sed. El hambre y la sed que tiene, no es de pan; México tiene
hambre y sed de justicia"). En 1901 se trasladó a Madrid con el objeto de participar en el
Congreso Social y Económico Hispanoamericano; fue en esta ocasión que conoció a Rubén Darío en París.
Presidió la Academia Mexicana, correspondiente de la Española.
Influyó también en los escritores Luis González Obregón y Jesús Urueta.
Escribió también varios libros de
historia para la educación primaria y para la lectura de temas públicos.
Dirigió la publicación de México, su Evolución Social, y de la
"Antología del Centenario". En colaboración con Manuel Gutiérrez Nájera, Francisco Sosa y Jesús E. Valenzuela creó la Revista
Nacional de Letras y Ciencias donde
se publicó su libro La evolución política del pueblo mexicano.
Otro de sus más importantes libros es Juárez, su obra y su tiempo, la sirena y
otros cuentos.
En materia educativa propugnó por la
autonomía de los Jardines de Niños, el progreso del magisterio y a nivel
superior, la reorganización de las carreras de Medicina, Jurisprudencia,
Ingeniería, Bellas artes y Música, así como la promoción de la Arqueología, de
un sistema de universidades en provincia, de una universidad para maestros, el
otorgamiento de desayunos escolares y un sistema de becas para los alumnos
destacados. Se esforzó por que el método educativo a aplicar enseñara a pensar
y no a memorizar. "Es la educación" decía "la que genera mejores
condiciones de justicia; educar evita la necesidad de castigar".
Fue también Ministro de la Suprema Corte de Justicia en 1894, de la que llegó a ser
Presidente. Ocupó posteriormente importantes cargos en el gabinete porfirista
como Subsecretario de Justicia e Instrucción Pública y Ministro de Instrucción
Pública y Bellas Artes, entre los años de 1901 y 1911. A su iniciativa se creó
en 1905 la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, siendo nombrado el
primer titular de ella. Contando con la cartera de este ministerio puso en
práctica hacia 1905 su anhelado proyecto: dar a la educación primaria el
carácter de nacional, integral, laica y gratuita. En lo político supo ser amigo
de Porfirio Díaz sin
ser su adulador y Díaz lo respetó siempre como a un hombre superior. En lo
económico creía que la generación de la riqueza debía estar unida a una
responsabilidad social. Las empresas, decía, "deberían ser las primeras en
promover capacitación y educación y los grandes favorecidos de la fortuna, los
primeros obligados a sostener centros de investigación, enseñanza, cultura y
bellas artes".
Poesías, cuentos, novela, narraciones,
discursos, doctrinas políticas y educativas, viajes, ensayos críticos, artículos
periodísticos, epístolas, libros históricos y biográficos, forman el valioso
material de la obra de Justo Sierra Méndez. Su epistolario era para él lo más
preciado.
Sus Obras completas, publicadas por la
UNAM en 1948 y reeditadas en 1977, constan de quince tomos. Dirigida por Agustín Yáñez, quién también preparó una
excelente biografía en el 1er Tomo. Introducción y notas de José
Luis Martínez.
Tiempo
antes del triunfo de la Revolución renunció don Justo Sierra Méndez al
ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, y fue sustituido por Jorge
Vera Estañol; dos años después, don Francisco I. Madero lo
nombró Ministro Plenipotenciario de México en España. Murió poco después en Madrid, el 13 de septiembre de 1912. Su cadáver fue traído a México en el trasatlántico España,
habiendo sido homenajeado en todo el trayecto y sepultado finalmente con los
más grandes honores públicos de su tiempo. En 1948, en el centenario de su
nacimiento, a iniciativa de un profesor de literatura de la Universidad de la
Habana, la UNAM, junto con otras universidades del continente, lo declaró
Maestro de América, se editaron sus obras completas en 15 tomos y sus restos
fueron trasladados del Panteón Francés a la hoy Rotonda de las Personas Ilustres. Fue precisamente a iniciativa de don Justo
Sierra Méndez, que se creó en 1880, la Rotonda de los Hombres Ilustres. Por
decreto presidencial, el 26 de mayo de 1999 su nombre se inscribió con letras
de oro en el muro de honor del Palacio Legislativo de San Lázaro
Los hermanos de don Justo fueron María
Concepción, que nació en Mérida y
María Jesús, Santiago y Manuel José, que nacieron en San Francisco de Campeche. Santiago fue
también poeta y periodista.
En 1874 se casó don Justo con doña Luz
Mayora Carpio, con la que tuvo varios hijos. Luz, la mayor, Justo, Concepción,
María de Jesús, Manuel, Santiago y Gloria, la más pequeña, la consentida, que
murió a corta edad. Su hijo Manuel fue diputado, diplomático y autor del libro Tratado
de derecho internacional público. Santiago fue director de cine.
Concepción fue Presidenta de las Damas
Voluntarias de la Cruz Roja mexicana durante 40 años, de 1924 a 1964 cuando
murió.
Entre sus descendientes han destacado
el embajador Justo Sierra Casasús, el
ingeniero Javier Barros Sierra, rector de la UNAM;
la historiadora Catalina Sierra Casasús y el científico Manuel Peimbert Sirra.
Se afirma que el matrimonio de don
Justo y doña Luz, su "Güera" fue bien avenido y feliz. El maestro
escribió cuando la conoció: "Una de las perlas de nuestra sociedad,
hermosa como el primer sueño de la juventud, de actitud modesta y de finas
maneras." Y al final, ya presintiendo la muerte: "Pídele a Dios que
cuando yo sucumba nos conceda que baje tu alma buena a disipar la noche de mi
tumba..."
En 1919 se le concedió a su viuda una
pensión de 300 pesos mensuales "para honrar la memoria del insigne
educador"
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