Belisario
Domínguez Palencia nació en Comitán, Chiapas el
25 de abril de 1863 murió en la Ciudad de México el 7 de octubre de 1913 fue un médico y político mexicano presidente municipal de Comitán y senador de ideología liberal y constante opositor de Victoriano Huerta, a cuyo derrocamiento contribuyó. Son célebres
sus discursos en la Cámara de Senadores del 23 y 29 de septiembre de 1913, piezas de oratoria que muchos consideran de lectura
obligada para la ciudadanía mexicana y que, al igual que muchas de sus
manifestaciones políticas, se califican como recordatorios constantes de la
necesidad de defender la libertad de
expresión. Desde 1954, el Senado de la República Mexicana entrega, en su memoria, una medalla en su honor a ciudadanos que se distingan por sus
servicios a la Nación o a la humanidad. El 2013 fue
designado Año de Belisario Domínguez, de la Libertad y de la República por el
Senado de la República.
Sus padres fueron Cleofás Domínguez y
María del Pilar Palencia, personas con buena posición económica y reconocidos
liberales. Su abuelo, Quirino Domínguez y Ulloa, fue vicegobernador del estado de
Chiapas.
Belisario Domínguez cursó sus estudios
primarios en una escuela privada de su ciudad natal, Comitán.
Al concluirlos, fue enviado a San Cristóbal de las Casas, donde ingresó
en el Instituto Literario y Científico para cursar estudios medio-superiores.
Posteriormente viajó a París para cursar estudios profesionales en
la Universidad de la Sorbona, donde obtuvo,
el 17 de julio de 1889, el título de Médico Cirujano y Partero. Regresó a México e instaló su consultorio en Comitán,
donde se distinguió por su labor altruista.
El 2 de noviembre de 1890 se casó con su prima Delina Zebadúa
Palencia, con quien tuvo cuatro hijos, aunque uno de ellos, niña de hecho,
murió al nacer.
Belisario Domínguez intensificó su
participación política, y fue miembro activo del Partido Liberal en Chiapas y con la fundación del periódico El
Vate, donde publicó artículos contra el presidente Díaz y el gobernador
porfirista de su Entidad, Rafael Pimentel. Constantemente llamaba a sus
paisanos a vigilar las acciones del gobierno, a observar con cuidado los actos
de las autoridades y denunciar irregularidades. A finales de 1905 regresó a
Comitán. Instaló una farmacia a la que llamó "La Fraternidad" y
continuó sus actividades políticas. Fundó un "Club Democrático" y, en
1909, fue electo Presidente Municipal de Comitán,
cargo del que tomó posesión el 1 de enero de 1910. Su gran labor fue
rápidamente reconocida y admirada. En 1912 fue propuesto como candidato para
senador, aunque él prefirió participar en las elecciones como suplente de su
amigo Leopoldo Gout, en donde triunfó por enorme margen.
A principios de 1913, se trasladó a la
capital del país para que su hijo Ricardo hiciera en México los estudios preparatorios. El doctor
se instaló en el Hotel Jardín y su hijo en una casa de pensión. Ambos fueron
testigos de los acontecimientos de la Decena
Trágica. Supo la noticia del asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, presidente y
vicepresidente de México, y del ascenso del golpista, Victoriano
Huerta.
A los pocos
meses, el senador Leopoldo Gout murió y Belisario Domínguez ocupó su cargo, y
fue un constante crítico de Victoriano Huerta, a cuyo régimen se opuso constantemente. Su
intervención fue decisiva para evitar el permiso de arribo de navíos
estadounidenses al Puerto de Veracruz cuyo fin, alertó Domínguez, era preparar una invasión;
las críticas del senador Belisario Domínguez no cesaron, incluso llegó a llamar
al uso de las armas en contra del dictador Huerta. Son recordados especialmente
dos discursos que pronunció en la Cámara de Senadores los días 23 y 29 de
septiembre de 1913.
El 23 de septiembre de 1913
pronunció el siguiente discurso contra Victoriano Huerta al que se le atribuye
la pérdida de su vida
"Señor
presidente del Senado:
Por tratarse de un asunto
urgentísimo para la salud de la Patria, me veo obligado a prescindir de las
fórmulas acostumbradas y a suplicar a usted se sirva dar principio a esta
sesión, tomando conocimiento de este pliego y dándolo a conocer enseguida a los
señores senadores. Insisto, señor Presidente, en que este asunto debe ser
conocido por el Senado en este mismo momento, porque dentro de pocas horas lo
conocerá el pueblo y urge que el Senado lo conozca antes que nadie.
Señores senadores:
Todos vosotros habéis leído con
profundo interés el informe presentado por don Victoriano Huerta ante el
Congreso de la Unión el 16 del presente. Indudablemente, señores senadores, que
lo mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que
encierra ese documento. ¿A quién se pretende engañar, señores? ¿Al Congreso de
la Unión? No, señores, todos sus miembros son hombres ilustrados que se ocupan
en política, que están al corriente de los sucesos del país y que no pueden ser
engañados sobre el particular. Se pretende engañar a la nación mexicana, a esa
patria que confiando en vuestra honradez y vuestro valor, ha puesto en vuestras
manos sus más caros intereses.
¿Qué debe hacer en este caso la
representación nacional? Corresponder a la confianza con que la patria la ha
honrado, decirle la verdad y no dejarla caer en el abismo que se abre a sus
pies. La verdad es ésta: durante el gobierno de don Victoriano Huerta, no
solamente no se hizo nada en bien de la pacificación del país, sino que la
situación actual de la República, es infinitamente peor que antes: la
Revolución se ha extendido en casi todos los estados; muchas naciones, antes
buenas amigas de México, rehúsense a reconocer su gobierno, por ilegal; nuestra
moneda encuéntrese depreciada en el extranjero; nuestro crédito en agonía; la
prensa de la República amordazada, o cobardemente vendida al gobierno y
ocultando sistemáticamente la verdad; nuestros campos abandonados; muchos
pueblos arrasados y, por último, el hambre y la miseria en todas sus formas, amenazan
extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada patria. ¿A
qué se debe tan triste situación? Primero, y antes de todo, a que el pueblo
mexicano no puede resignarse a tener por Presidente de la República a don
Victoriano Huerta, al soldado que se apoderó del poder por medio de la traición
y cuyo primer acto al subir a la presidencia fue asesinar cobardemente al
presidente y vicepresidente legalmente ungidos por el voto popular; habiendo
sido el primero de éstos, quien colmó de ascensos, honores y distinciones a don
Victoriano Huerta y habiendo sido él, igualmente, a quien don Victoriano Huerta
juró públicamente lealtad y fidelidad inquebrantables. Y segundo, se debe esta
triste situación a los medios que Victoriano Huerta se ha propuesto emplear,
para conseguir la pacificación. Estos medios ya sabéis cuáles han sido:
únicamente muerte y exterminio para todos los hombres, familias y pueblos que
no simpaticen con su gobierno.
"La paz se hará cueste lo
que cueste", ha dicho don Victoriano Huerta. ¿Habéis profundizado, señores
senadores, lo que significan esas palabras en el criterio egoísta y feroz de
don Victoriano Huerta? Estas palabras significan que don Victoriano Huerta está
dispuesto a derramar toda la sangre mexicana, a cubrir de cadáveres todo el
territorio nacional, a convertir en una inmensa ruina toda la extensión de
nuestra patria, con tal de que él no abandone la presidencia, ni derrame una
sola gota de su propia sangre. En su loco afán de conservar la presidencia, don
Victoriano Huerta está cometiendo otra infamia; está provocando con el pueblo
de Estados Unidos de América un conflicto internacional en el que, si llegara a
resolverse por las armas, irían estoicamente a dar y a encontrar la muerte
todos los mexicanos sobrevivientes a las amenazas de don Victoriano Huerta,
todos, menos don Victoriano Huerta, ni don Aureliano Blanquet, porque esos
desgraciados están manchados con el estigma de la traición, y el pueblo y el
ejército los repudiarían, llegado el caso.
Esa es, en resumen, la triste
realidad. Para los espíritus débiles parece que nuestra ruina es inevitable,
porque don Victoriano Huerta se ha adueñado tanto del poder, que para asegurar
el triunfo de su candidatura a la Presidencia de la República, en la parodia de
elecciones anunciadas para el 26 de octubre próximo, no han vacilado en violar
la soberanía de la mayor parte de los estados, quitando a los gobernadores
constitucionales e imponiendo gobernadores militares que se encargarán de
burlar a los pueblos por medio de farsas ridículas y criminales. Sin embargo,
señores, un supremo esfuerzo puede salvarlo todo. Cumpla con su deber la
representación nacional y la patria está salvada y volverá a florecer más
grande, más unida y más hermosa que nunca. La representación nacional debe
deponer de la presidencia de la República a don Victoriano Huerta por ser él
contra quien protestan con mucha razón todos nuestros hermanos alzados en armas
y de consiguiente, por ser él quien menos puede llevar a efecto la
pacificación, supremo anhelo de todos los mexicanos. Me diréis, señores, que la
tentativa es peligrosa porque don Victoriano Huerta es un soldado sanguinario y
feroz, que asesina sin vacilación ni escrúpulo a todo aquél que le sirve de
obstáculo. ¡No importa, señores! La patria os exige que cumpláis con vuestro
deber, aun con el peligro y aun con la seguridad de perder la existencia. Si en
vuestra ansiedad de volver a ver reinar la paz en la República os habéis
equivocado, habéis creído en las palabras falaces de un hombre que os ofreció
pacificar a la nación en dos meses y le habéis nombrado presidente de la
República, hoy que veis claramente que éste hombre es un impostor inepto y
malvado, que lleva a la patria con toda velocidad hacia la ruina, ¿dejaréis por
temor a la muerte que continúe en el poder? Penetrad en vosotros mismos,
señores, y resolved esta pregunta: ¿Qué se diría a la tripulación de un gran
navío que en la más violenta tempestad y en un mar proceloso, nombrara piloto a
un carnicero que, sin ningún conocimiento náutico navegara por primera vez y no
tuviera más recomendación que la de haber traicionado y asesinado al capitán
del barco?
Vuestro deber es imprescindible,
señores, y la patria espera de vosotros que sabréis cumplirlo. Cumpliendo ese
primer deber, será fácil a la representación nacional cumplir con los otros que
de él se derivan, solicitándose enseguida de todos los jefes revolucionarios
que cesen toda hostilidad y nombren sus delegados para que de común acuerdo,
nombren al presidente que deba convocar a elecciones presidenciales y cuidar
que éstas se efectúen con toda legalidad.
El mundo está pendiente de
vosotros, señores miembros del Congreso Nacional Mexicano, y la patria espera
que la honréis ante el mundo, evitándole la vergüenza de tener por primer
mandatario a un traidor y asesino.
Dr.
Belisario Domínguez Senador por el estado de Chiapas"
La noche
del 7 de octubre de 1913 fue
sacado de su habitación en el hotel y conducido al cementerio de Xoco, en Coyoacán, donde se le martirizó y asesinó cruelmente. Sus
verdugos, Gilberto Márquez, Alberto Quiroz, José Hernández Ramírez y Gabriel
Huerta, sepultaron el cadáver. El doctor Aureliano Urrutia, enemigo profesional
de Belisario Domínguez, le cortó la lengua en un quirófano y después lo mataron
y se la envió como un "trofeo" a su amigo Victoriano Huerta. Después de varias pesquisas de los senadores, de
los parientes y de los amigos del doctor, se descubrió la verdad de los hechos.
Su asesinato fue un factor decisivo en la caída del régimen de Victoriano
Huerta, quien a los pocos días disolvió el Congreso y encarceló a 90 diputados.
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