miércoles, 31 de diciembre de 2014

BERNARDO REYES



Bernardo Doroteo Reyes Ogazón nació en Guadalajara Jalisco, el 30 de agosto de 1850 murió en México, D.F. el 9 de febrero de 1913 fue un destacado militar y político mexicano, que peleó en la Segunda Intervención Francesa en México. Llegó a ser gobernador del Estado de Nuevo León por más de 20 años, logrando durante su administración un importante avance económico, industrial y social en el Estado. Fue uno de los hombres más cercanos y fieles al general y presidente de México Porfirio Díaz.

En 1900 fue nombrado Secretario de Guerra y Marina por el propio presidente Díaz; sin embargo, tuvo que dimitir al cargo dos años después debido a los conflictos que se generaron entre Reyes y el grupo de "los Científicos", regresando al cargo de gobernador. Fue forzado a renunciar al cargo, partiendo a un viaje por Europa, del cual no volvería sino hasta después de la caída de Díaz

Durante la primera etapa de la Revolución Mexicana, se levantó en armas contra el gobierno de Francisco I. Madero, llegando a ser arrestado y después liberado, para luego llevar a cabo un enfrentamiento contra las fuerzas leales al presidente Madero, en vísperas de la Decena Trágica, terminando muerto a consecuencia de una ráfaga de balas de parte del bando contrario.

Fue padre del famoso escritor regiomontano Alfonso Reyes.

Proveniente de una familia que formaba parte importante del partido liberal, nació el 20 de agosto de 1849, en el No. 121 de la calle López Cotilla, en Guadalajara, Jalisco, y fue bautizado tres días después en la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar; fue el mayor de los 4 hijos del segundo matrimonio del coronel Domingo Reyes Rovira, originario de Managua, Nicaragua, y de Juana Ogazón Velázquez-Delgado, de Guadalajara, y siendo sus hermanos Juana, Ramón y Wenceslao Reyes Ogazón; además tuvo dos medios hermanos fruto del primer matrimonio de su padre junto con su tía Guadalupe Ogazón Velázquez-Delgado: Federico y Matilde. Por vía materna estuvo emparentado lejanamente con el general Pedro Ogazón, además de que fue primo hermano del licenciado Ignacio Luis Vallarta. Estudió en escuelas públicas en Guadalajara, llegando a realizar un curso de leyes hasta la edad de 14 años, cuando inició su carrera militar como soldado, luchando en Michoacán contra las fuerzas imperialistas en plena Intervención Francesa.

En 1866 participó en las acciones de Calvillo y Zacatecas con el grado de alférez del Centro Guías de Jalisco, de las fuerzas del general Trinidad García de la Cadena, y al año siguiente 1867 a los 17 años, pasó a formar parte de los lanceros de Jalisco; llegó a participar en el sitio de Querétaro donde fue herido dos veces, y posteriormente asistió a la rendición de Maximiliano en el Cerro de las Campanas. Al año siguiente participó en el sofocamiento de la insurrección en Sinaloa 1868-1869. En atención a su intervención en combates registrados en Tamaulipas, San Luis Potosí y Zacatecas, fue ascendido a Capitán en 1871.

A raíz de la batalla de La Mojonera en Tepic, en la que intervino al lado de Ramón Corona en contra de Manuel Lozada, el 28 de enero de 1873 Reyes fue ascendido a Comandante de Escuadrón. Hecho significativo de esta batalla fue que, muertos sus compañeros, se batió solo, logrando regresar con una valiosa información, evitando un ataque sorpresivo. Posteriormente, Reyes trabajó temporalmente del 8 de abril al 21 de mayo de 1873 como secretario del General Francisco Tolentino.

Durante los años de 1874-1875, Reyes realizó campañas contra los partidarios de Manuel Lozada, dirigidos por su sucesor Tranquilino Hernández, en 1875, al igual que a Isabel González, hasta lograr la rendición de ambos. En la Batalla de Santiago Ixcuintla, el 20 de septiembre de ése año, Reyes fue sorprendido por una parte de sus propias tropas, en un ataque a la media noche; Reyes logró reunir a 20 de sus leales soldados, logrando desalojar de los cuarteles a los amotinados soldados. En esta acción, Reyes recibió una herida de bala en el cuello, y posteriormente por esta acción, fue ascendido a Teniente Coronel.

El 4 de julio de 1880, Reyes libró una de sus batallas más importantes: la batalla de Villa Unión, Sinaloa, donde su adversario, el militar Ramírez Terrón, contaba con un ejército tres veces más numeroso que se había sublevado contra el Gobierno Central. Rechazado Reyes en un primer ataque, volvió a la carga solo con unos cuantos soldados, dando órdenes ficticias para aparentar más hombres. "Venció con la voz y la presencia". Recibió tres heridas: en una pierna, en un costado y en la muñeca derecha, esta última, afectándolo para el resto de su vida; a fuerza de coraje y voluntad evitó que le fuera amputada. En este combate, Reyes fue dado por muerto.

A raíz de esta batalla, Porfirio Díaz lo premió con un doble ascenso, llegando a ser General Brigadier. "Tercer caso en la historia de nuestro ejército". En esta batalla, Ramírez Terrón se suicidó, encontrándose en sus ropas una carta dirigida al General Reyes, donde le solicitaba cuidara de su familia, petición que fue ampliamente cumplida por el General, ya que dispuso de una pensión mensual para sus hijas y un empleo para su viuda, la que posteriormente se casó con un filántropo alemán.

En esa misma batalla cayó muerto el Mayor Felipe Neri, uno de sus ayudantes, por lo que el General Reyes se encargó de que sus dos hijos fueran educados en el Colegio Militar y que la familia recibiera una pensión.

El general Reyes fue jefe de las fuerzas militares en Sinaloa, Sonora y Baja California, del 13 de agosto de 1880 hasta el 11 de marzo de 1883. Posteriormente, fue nombrado, el 12 de marzo de 1883, jefe de la Sexta Zona Militar, con sede en San Luis Potosí, cargo que desempeñó hasta octubre de 1885.

El 4 de noviembre de 1872 el general Reyes contrajo matrimonio con la aristocrática jalisciense doña Aurelia de Ochoa y Sapién, originaria de Zapotlán el GrandeJalisco, hija del hacendado don Apolonio de Ochoa-Garibay y de los Ríos y de doña María Josefa Sapién. Tenía ella 17 años. Posteriormente, el 20 de agosto de 1873, justamente el día del cumpleaños 24 del general Reyes, la pareja recibió a su primer hijo: Bernardo. Posteriormente tendrían 11 hijos más, totalizando doce: cinco hombres y siete mujeres. Ellos fueron, en orden cronológico: Rodolfo, María, Roberto, Aurelia, Amalia, Eloísa, Otilia, Alfonso, Guadalupe, Eva y Alejandro. De todos ellos, cinco fallecieron siendo todavía niños Roberto, Aurelia, Eloísa, Guadalupe y Eva, mientras que de los 7 restantes, 6 tuvieron descendencia:

Bernardo Reyes Ochoa, nacido el 20 de agosto de 1873, casado con Alicia Magnon, y al enviudar de ella, volvió a contraer matrimonio, esta vez con su hermana María Luisa Magnon. Fue ingeniero civil y, junto con su tío Genaro Dávila, construyó, entre otras edificaciones, el Templo de San Luis Gónzaga, en Monterrey.

Rodolfo Reyes Ochoa, nacido el 16 de mayo de 1878, abogado, contrajo matrimonio con Carmen Morales Gasca y residió en España. Fue partícipe, junto a su padre, del intento de derrocar al presidente Francisco I. Madero.

María Reyes Ochoa nacida en 1880, casada con el abogado Rafael Dávila Caballero, hijo del gobernador de Nuevo León Narciso Dávila.

Amalia Reyes Ochoa, casada con el abogado Fermín Sada.

Otilia Reyes Ochoa, nacida en 1888, casada con el inversionista Ramón López León.

Alfonso Reyes Ochoa, nacido el 17 de mayo de 1889, famoso escritor de talla internacional, casado con Manuela Mota, con quien tuvo a su único hijo, Alfonso.

Alejandro Reyes Ochoa, fue el único que permaneció soltero.


La lealtad que el General Reyes le tenía a Porfirio Díaz, hizo que ganara ascensos militares y cimentó una estrecha relación con los medios administrativos del País.


Reyes llegó a Monterrey en octubre de 1885, como jefe de Operaciones Militares. En ese entonces el terreno político no era el mejor: levantamientos en diversos municipios como China y Sabinas Hidalgo, la influencia que ejercían los generales Jerónimo Treviño, Francisco Naranjo y Genaro Garza García hacían del Estado un foco de insurrección permanente contra el gobierno del centro y los contrabandistas habían establecido su centro de operaciones en el Norte. Ante esta situación, Porfirio Díaz aprovechó la experiencia de Reyes para poner orden en la entidad.

Fue gobernador provisional del 12 de diciembre de 1885 al 4 de octubre de 1887, fecha en que entregó el cargo a Lázaro Garza Ayala, quien había sido elegido gobernador, quedándose Reyes como jefe de la Tercera Zona Militar que abarcaba Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, desde donde ejerció el poder del Estado, además de también influir en el gobierno de José María Garza Galán, en Coahuila.

A pesar de que constitucionalmente podía reelegirse, Garza Ayala, al término de su mandato constitucional, optó por dejar el camino libre para que el general Reyes fungiera como candidato a la Gobernatura del Estado, lo que finalmente consiguió. Mediante reelecciones sucesivas mantuvo el cargo hasta el 25 de octubre de 1909, una de estas fue interrumpida de 1900 a 1903, cuando se desempeñó como secretario de Guerra y Marina, donde desarrolló la creación de la Segunda Reserva del Ejército; posteriormente parte a Europa en un exilio disfrazado.

En 1911, se subleva en contra del gobierno de Francisco I. Madero mediante la proclamación del Plan de la Soledad. Al no tener suficientes seguidores se rindió y fue encarcelado en la prisión de Santiago Tlatelolco. Fue condenado a muerte en juicio marcial, no obstante el presidente Madero conmutó la pena por prisión.

El 9 de febrero de 1913, la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan y la tropa del cuartel de Tacubaya se levantan en armas contra el gobierno de Madero. Una de las primeras maniobras de los sublevados, al mando de los generales porfiristas Gregorio Ruiz y Manuel Mondragón, fue liberar de sus prisiones a Félix Díaz y Bernardo Reyes. Los rebeldes se dirigieron al Palacio Nacional, defendido por el general Lauro Villar, con la intención de ocuparlo, pero Villar se mantuvo leal al gobierno. El primero en caer durante el frustrado asalto fue Bernardo Reyes, abatido por una ráfaga de ametralladora. Después de la balacera su cuerpo fue llevado al interior del Palacio Nacional, siendo mostrado al presidente Madero.

Su cuerpo fue enterrado en el Panteón del Tepeyac, y cuando este desapareció, sus restos fueron depositados en la Explanada de los Héroes en la Macro plaza de la Ciudad de Monterrey, al pie de la estatua de Benito Juárez, junto a los restos de los generales Francisco Naranjo, José Silvestre Aramberri y José María Mier.

SAN SILVESTRE



Este Pontífice se ha hecho famoso porque le correspondió gobernar a la Iglesia Católica en la época en la que se acabaron las persecuciones y el emperador Constantino decretó plena libertad para practicar en todas partes la religión de Jesucristo. 

A San Silvestre le regaló Constantino el palacio de Letrán en Roma, y desde entonces estuvo allí la residencia de los Pontífices.

También tuvo este Pontífice la suerte de poder construir con ayuda del gobierno y de los fieles la antigua Basílica de San Pedro en el Vaticano, y la primera Basílica de Letrán.

Durante su Pontificado se reunió el Concilio de Nicea año 325, en el cual los obispos de todo el mundo declararon que quien no crea que Jesucristo es Dios, no puede pertenecer a nuestra santa religión, y compusieron el Credo que rezamos los católicos.

Dicen que a San Silvestre le correspondió el honor de bautizar a Constantino, el primer emperador que se hizo cristiano todos los anteriores habían sido paganos.


El Pontificado de San Silvestre duró 20 años y transcurrió todo en medio de gran tranquilidad y completa libertad para la Iglesia.


Murió el 31 de diciembre del año 335, a edad muy avanzada.

MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA



Nació en la Ciudad de México, en 1859 murió en la Ciudad de México en 1895 Poeta y escritor mexicano. Manuel Gutiérrez Nájera pasó toda su vida en Ciudad de México, salvo breves visitas a Querétaro y Veracruz y alguna temporada en una hacienda familiar de Puebla, donde se sitúa la dramática acción de su cuento La mañanita de San Juan.

Manuel Gutiérrez Nájera cultivó diversos géneros literarios en prosa y en verso, y perteneció a la primera generación modernista. Influido por el marcado afrancesamiento de su ciudad, se inspiró en Verlaine, Gautier y Musset, aunque también admiró a los místicos españoles.

En su madurez poética se inclinó por los parnasianos, el simbolismo y el modernismo, el cual contribuyó a difundir desde 1894 a través de la publicación de Azul, revista clave del movimiento.


Entre las obras de Manuel Gutiérrez Nájera destacan La duquesa Job, los volúmenes de cuentos Cuentos frágiles, de 1883, y Cuentos de color de humo, de 1894. Falleció a los treinta y seis años de edad, y su obra lírica fue recopilada en 1896 en el volumen Poesías.

martes, 30 de diciembre de 2014

SANTO TOMÁS BECKET



Este mártir que entregó su vida por defender los derechos de la religión católica, nació en Londres en 1118.

Era hijo de un empleado oficial, y en sus primeros años fue educado por los monjes del convento de Merton. Después tuvo que trabajar como empleado de un comerciante, al cual acompañaba los días de descanso a hacer largas correrías dedicados a la cacería. Desde entonces adquirió su gran afición por los viajes aunque fueran por caminos muy difíciles.

En día persiguiendo una presa de cacería, corrió con tan gran imprudencia que cayó a un canal que llevaba el agua para mover un molino. La corriente lo arrastró y ya iba a morir triturado por las ruedas, cuando, sin saber cómo ni por qué, el molino se detuvo instantáneamente. El joven consideró aquello como un aviso para tomar la vida más en serio.

A los 24 años consiguió un puesto como ayudante del Arzobispo de Inglaterra, el de Canterbury el cual se dio cuenta de que este joven tenía cualidades excepcionales para el trabajo, y le fue confiando poco a poco oficios más difíciles e importantes. Lo ordenó de diácono y lo encargó de la administración de los bienes del arzobispado. Lo envió varias veces a Roma a tratar asuntos de mucha importancia, y así Tomás llegó a ser el personaje más importante, después del arzobispo, en aquella iglesia de Londres. Monseñor afirmaba que no se arrepentía de haber depositado en él toda su confianza, porque en todas las responsabilidades que se le encomendaban se esmeraba por desempeñarlas lo mejor posible.

Dicen los que lo conocieron que Santo Tomás Becket era delgado de cuerpo, semblante pálido, cabello oscuro, nariz larga y facciones muy varoniles. Su carácter alegre lo hacía atractivo y agradable en su conversación. Sumamente franco, trataba de decir siempre la verdad y de no andar fingiendo lo que no sentía, pero siempre con el mayor respeto. Sabía expresar sus ideas de manera tan clara, que a la gente le gustaba oírle explicar los asuntos de religión porque se le entendía todo fácilmente y bien.

Tomás como buen diplomático había obtenido que el Papa Eugenio Tercero se hiciera muy amigo del rey de Inglaterra, Enrique II, y este en acción de gracias por tan gran favor, nombró a nuestro santo cuando sólo tenía 36 años como Canciller o Ministro de Relaciones Exteriores. Tomás puso todas sus cualidades al servicio de tan alto cargo, y llegó a ser el hombre de confianza del rey. Este no hacía nada importante sin consultarle. Su presencia en el gobierno contribuyó a que dictaran leyes muy favorables para el pueblo. Acompañaba a Enrique II en todas sus correrías por el país y por el exterior pues Inglaterra tenía amplias posesiones en Francia y procuraba que en todas partes quedara muy en alto el nombre de su gobierno. Y no tenía miedo en corregir también al monarca cuando veía que se estaba extralimitando en sus funciones. Pero siempre de la manera más amigable posible.

En el 1161 murió el Arzobispo Teobaldo, y entonces al rey le pareció que el mejor candidato para ser arzobispo de Inglaterra era Tomás Becket. Este le advirtió que no era digno de tan sublime cargo. Que su genio era violento y fuerte, y que tomaba demasiado en serio sus responsabilidades y que por eso podía tener muchos problemas con el gobierno civil si lo nombraban jefe del gobierno eclesiástico. Pero su confesor decía: "En su vida privada es intachable, y sabe mantener una gran dignidad aún en ocasiones peligrosas y en tentaciones de toda especie". Y un Cardenal de mucha confianza del Sumo Pontífice lo convenció de que debía aceptar, y al fin aceptó.

Cuando el rey empezó a insistirle en que aceptara el oficio de Arzobispo, Santo Tomás le hizo una profecía o un anuncio que se cumplió a la letra. Le dijo así: "Si acepto ser Arzobispo me sucederá que el rey que hasta ahora es mi gran amigo, se convertirá en mi gran enemigo". Enrique no creyó que fuera a suceder así, pero sí sucedió.

Ordenado de sacerdote y luego consagrado como Arzobispo, pidió a sus ayudantes que en adelante le corrigieran con toda valentía cualquier falta que notaran en él. Les decía: "Muchos ojos ven mejor que dos. Si ven en mi comportamiento algo que no está de acuerdo con mi dignidad de arzobispo, les agradeceré de todo corazón si me lo advierten".
Desde que fue nombrado arzobispo por el Papa Alejandro III la vida de Tomás cambió por completo. Se levantaba muy al amanecer. Luego dedicaba una hora a la oración y a la lectura de la S. Biblia. Después del desayuno estudiaba otra hora con un doctor en teología, para estar al día en conocimientos religiosos. Cada día repartía el personalmente las limosnas a muchísimos pobres que llegaban al Palacio Arzobispal. Muy pronto ya los pobres que allí recibían ayuda, eran el doble de los que antes iban a pedir limosna.

Cada día tenía algunos invitados a su mesa, pero durante las comidas, en vez de música escuchaba la lectura de algún libro religioso. Casi todos los días visitaba algunos enfermos del hospital. Examinaba rigurosamente la conducta y la preparación de los que deseaban ser sacerdotes, y a los que no estaban bien preparados o no habían hecho los estudios correspondientes no los dejaba ordenarse de sacerdotes, aunque llegaran con recomendaciones del mismo rey.

Tomás había dicho al rey cuando este le propuso el arzobispado: "Ya verá que los envidiosos tratarán de poner enemistades entre nosotros dos. Además el poder civil tratará de imponer leyes que vayan contra la Iglesia Católica y no podré aceptar eso. Y hasta el mismo rey me pedirá que yo le apruebe ciertos comportamientos suyos, y me será imposible hacerlo". Esto se fue cumpliendo todo exactamente.

El rey se propuso ponerles enormes impuestos a los bienes de la Iglesia Católica. El arzobispo se opuso totalmente a ello, y desde entonces el cariño de Enrique hacía su antiguo canciller Tomás, se apagó casi por completo. Luego pretendió el rey imponer un fuerte castigo a un sacerdote. El arzobispo se opuso, diciendo que al sacerdote lo juzga su superior eclesiástico y no el poder civil. La rabia del mandatario se encendió furiosamente. Enrique redactó una ley en la cual la Iglesia quedaba casi totalmente sujeta al gobierno civil. El arzobispo exclamó: "No permita Dios que yo vaya jamás a aprobar o a firmar semejante ley". Y no la aceptó. ¡Nueva rabia del rey! Enseguida este se propuso que en adelante sería el gobierno civil quien nombrara para ciertos cargos eclesiásticos. Tomás se le opuso terminantemente. Resultado: tuvo que salir del país.

Tomás se fue a Francia a entrevistarse con el Papa Alejandro III y pedirle que lo reemplazara por otro en este cargo tan difícil. "Santo Padre le digo yo soy un pobre hombre orgulloso. Yo no fui nunca digno de este oficio. Por favor: nombre a otro, y yo terminaré mis días dedicado a la oración en un convento". Y se fue a estarse 40 días rezando y meditando en una casa de religiosos.

Pero el Pontífice intervino y obtuvo que entre Enrique y Tomás hicieran las paces. Y así volvió a Inglaterra. Sin embargo, el problema peor estaba por llegar.

Después de seis años de destierro y cuando ya le habían sido confiscados por el rey todos sus bienes y los de sus familiares, el arzobispo Tomás regresó a Inglaterra el 1º de diciembre con el título de "Delegado del Sumo Pontífice". El trayecto desde que desembarcó hasta que llegó a su catedral de Canterbury fue una marcha triunfal. Las gentes aglomeradas a lo lago de la vía lo aclamaban. Las campanas de todas las iglesias repicaban alegremente y parecía que la hora de su triunfo ya había llegado. Pero era otra clase de triunfo distinta la que le esperaba en ese mes de diciembre. La del martirio.
Como él mismo lo había anunciado, los envidiosos empezaron a llevar cuentos y cuentos al rey contra el arzobispo. Y dicen que un día en uno de sus terribles estallidos de cólera, Enrique II exclamó: "No podrá haber más paz en mi reino mientras viva Becket. ¿Será que no hay nadie que sea capaz de suprimir a este clérigo que me quiere hacer la vida imposible?".

Al oír semejante exclamación de labios del mandatario, cuatro sicarios se fueron donde el santo arzobispo resueltos a darle muerte. Estaba él orando junto al altar cuando llegaron los asesinos. Era el 29 de diciembre de 1170. Lo atacaron a cuchilladas. No opuso resistencia. Murió diciendo: "Muero gustoso por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia Católica". Tenía apenas 52 años.

Se llama apoteosis la glorificación y gran cantidad de honores que se rinden a una persona. La noticia del asesinato de un arzobispo recorrió velozmente Europa causando horror y espanto en todas partes. El Papa Alejandro III lanzó excomunión contar el rey Enrique, el cual profundamente arrepentido duró dos años haciendo penitencia y en el año 1172 fue reconciliado otra vez con su religión y desde entonces se entendió muy bien con las autoridades eclesiásticas. El mártir Tomás consiguió después de su muerte, esto que no había logrado obtener durante su vida.

Tres años después el Sumo Pontífice lo declaró santo, a causa de su martirio y por los muchos milagros que se obraban en su sepulcro.

Dos personajes con nombres de Tomás, ocuparon el cargo de Canciller en Inglaterra, junto con dos reyes de nombre Enrique. Y ambos fueron martirizados por defender a la santa Iglesia Católica. Santo Tomás Becket, martirizado por deseos de Enrique II y Santo Tomás Moro, martirizado por orden del impío rey Enrique VIII.

lunes, 29 de diciembre de 2014

LOS SANTOS INOCENTES



Celebramos la fiesta de los Niños Inocentes que mandó matar el cruel Herodes. 

Nos cuenta el evangelio de San Mateo que unos Magos llegaron a Jerusalén preguntando dónde había nacido el futuro rey de Israel, pues habían visto aparecer su estrella en el oriente, y recordaban la profecía del Antiguo Testamento que decía: "Cuando aparezca una nueva estrella en Israel, es que ha nacido un nuevo rey que reinará sobre todas las naciones" Números 24, 17 y por eso se habían venido de sus lejanas tierras a adorar al recién nacido.

Dice San Mateo que Herodes se asustó mucho con esta noticia y la ciudad de Jerusalén se conmovió ante el anuncio tan importante de que ahora sí había nacido el rey que iba a gobernar el mundo entero. Herodes era tan terriblemente celoso contra cualquiera que quisiera reemplazarlo en el puesto de gobernante del país que había asesinado a dos de sus esposas y asesinó también a varios de sus hijos, porque tenía temor de que pudieran tratar de reemplazarlo por otro. Llevaba muchos años gobernando de la manera más cruel y feroz, y estaba resuelto a mandar matar a todo el que pretendiera ser rey de Israel. Por eso la noticia de que acababa de nacer un niñito que iba a ser rey poderosísimo, lo llenó de temor y dispuso tomar medidas para precaverse.

Herodes mandó llamar a los especialistas en Biblia, a los Sumos Sacerdotes y a los escribas y les preguntó en qué sitio exacto tenía que nacer el rey de Israel que habían anunciado los profetas. Ellos le contestaron: "Tiene que ser en Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas diciendo: "Y tú, Belén, no eres la menor entre las ciudades de Judá, porque de ti saldrá el jefe que será el pastor de mi pueblo de Israel" Miq. 5, 1.

Entonces Herodes se propuso averiguar bien exactamente dónde estaba el niño, para después mandar a sus soldados a que lo mataran. Y fingiendo todo lo contrario, les dijo a los Magos: - "Vayan y se informan bien acerca de ese niño, y cuando lo encuentren vienen y me informan, para ir yo también a adorarlo". Los magos se fueron a Belén guiados por la estrella que se les apareció otra vez, al salir de Jerusalén, y llenos de alegría encontraron al Divino Niño Jesús junto a la Virgen María y San José; lo adoraron y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra.

sucedió que en sueños recibieron un aviso de Dios de que no volvieran a Jerusalén y regresaron a sus países por otros caminos, y el pérfido Herodes se quedó sin saber dónde estaba el recién nacido. Esto lo enfureció hasta el extremo.

Entonces rodeó con su ejército la pequeña ciudad de Belén, y mandó a sus soldados a que mataran a todos los niñitos menores de dos años, en la ciudad y sus alrededores. Ya podemos imaginar la terribilísima angustia para los papás de los niños al ver que a sus casas llegaban los herodianos y ante sus ojos asesinaban a su hijo tan querido. Con razón el emperador César Augusto decía con burla que ante Herodes era más peligroso ser Hijo, Huios que cerdo Hus, porque a los hijos los mataba sin compasión, en cambio a los cerdos no, porque entre los judíos esta prohibido comer carne de ese animal.

San Mateo dice que en ese día se cumplió lo que había avisado el profeta Jeremías: "Un griterío se oye en Ramá, cerca de Belén, es Raquel la esposa de Israel que llora a sus hijos, y no se quiere consolar, porque ya no existen" Jer. 31, 15.

Como el hombre propone y Dios dispone, sucedió que un ángel vino la noche anterior y avisó a José para que saliera huyendo hacia Egipto, y así cuando llegaron los asesinos, ya no pudieron encontrar al niño que buscaban para matar.
aquellos 30 niños inocentes, volaron al cielo a recibir el premio de las almas que no tienen mancha y a orar por sus afligidos padres y pedir para ellos bendiciones. Y que rueguen también por nosotros, pobres y manchados que no somos nada inocentes sino muy necesitados del perdón de Dios.

domingo, 28 de diciembre de 2014

LUCAS ALAMÁN



Lucas Alamán y Escalada; nació en Guanajuato, en 1792. Murió en la  Ciudad de México, en 1853 Historiador y político mexicano considerado el más insigne intelectual del conservadurismo mexicano. Fue, ante todo, un hombre que dedicó grandes esfuerzos al progreso económico y cultural de su país. Impulsor de la industrialización de México, para Alamán la base de la igualdad política y social del individuo era la enseñanza: "Sin instrucción no hay libertad, y, cuanto más difundida esté aquélla, tanto más sólida se hallará ésta." De ideología conservadora, se comportó en cambio como un verdadero progresista en el terreno industrial y económico. De él dijo Humboldt que era una de las inteligencias mejor cultivadas que había conocido.
Hijo de una acaudalada familia española dedicada a la minería, Lucas Alamán nació en Guanajuato el 18 de octubre de 1792. Realizó sus estudios primero en el Colegio de la Purísima Concepción de su ciudad natal y, posteriormente, en el Colegio de Minas de Ciudad de México, donde destacó en disciplinas como mineralogía, física, química y botánica.
En 1814 se trasladó a Europa para emprender un viaje por diferentes países. Visitó España, Francia donde conoció a Napoleón Bonaparte, Italia, Escocia, Suiza, Holanda, Alemania y Bélgica. En la ciudad de Freyberg completó sus estudios sobre explotación y beneficio de minerales; en la Universidad de Gotinga llevó a cabo también estudios de minería, mientras que en la Universidad de París siguió algunos cursos de química y de ciencias naturales.
De regreso a México, fue designado secretario de la Junta de Salud Pública. Nombrado diputado por Guanajuato en las Cortes de España, viajó de nuevo a este país, donde publicó su famoso Ensayo sobre las causas de la decadencia de la minería en la Nueva España, al tiempo que elaboró un Dictamen sobre el importante ramo de la minería, que fue aprobado por unanimidad y transformado en decreto por la Junta Gubernativa del imperio de Agustín de Iturbide.
Su brillante actuación en la metrópoli, donde además defendió el plan del conde de Aranda respecto a los tronos que habrían de erigirse en México, Perú y Nueva Granada para los infantes de la casa real española y que convertirían en emperador al rey de España, hizo que se le ofreciera un puesto justo en el momento en que México proclamaba su independencia. Pero Alamán rehusó para continuar su periplo por Europa.
En 1822 se trasladó nuevamente a Francia y Gran Bretaña. En este último país fundó la Compañía Unida de Minas, que contó con un capital muy importante para la época: seis millones de pesos. Regresó a México y el triunvirato que sucedió a Iturbide tras su abdicación lo nombró secretario de Estado del Despacho de Relaciones Exteriores, cargo desde el cual organizó el Archivo General de la Nación y fundó el Museo de Antigüedades e Historia Natural.
A partir de entonces, Alamán dio comienzo a una brillante carrera política a lo largo de la cual fue nombrado diputado, senador y, por tres veces, secretario de Relaciones Exteriores. En uno de estos períodos, precisamente durante el gobierno de Antonio Bustamante, se encargó de fijar los límites territoriales entre México y Estados Unidos, logrando que el país vecino aceptase el famoso tratado Adams-Onís. Además, consiguió que los esclavos fugados de Estados Unidos fueran considerados libres al entrar en territorio mexicano y que, por tanto, no estuvieran sujetos a las leyes de extradición.
Durante este período se produjo el episodio más controvertido de su carrera, pues fue acusado por el general Juan Álvarez y el diputado José Antonio Barragán de haber permitido la captura y posterior ejecución del anterior presidente, el general Vicente Guerrero. Lucas Alamán llevó a cabo su propia defensa y fue absuelto de las acusaciones que se le imputaban en 1834.
Sus intensas actividades políticas no le impidieron emprender diferentes proyectos: sentó las bases de un instituto de historia y se preocupó por mejorar la antigua Academia de San Carlos. En 1839 propuso también el establecimiento de escuelas de arte y agricultura y, poco antes de su muerte, logró la adopción e introducción del Sistema Métrico Decimal, que fue aprobada por el gobierno siguiendo sus informes técnicos.
Aunque en la esfera política Lucas Alamán fue un conservador a ultranza, en los ámbitos industrial y económico, en cambio, se comportó como un auténtico progresista, desarrollando en ambos una amplia actividad. Además de la Compañía Unida de Minas, fundó el Banco de Avío, con el objeto de impulsar el despegue industrial de la nación. Creó también la primera herrería de México y dos fábricas de hilados y tejidos de algodón, e introdujo en su país carneros merinos, cabras del Tíbet y caballos sementales.
La muerte lo sorprendió cuando ostentaba, por tercera vez, la cartera de Relaciones Exteriores, período en el que, además, había conseguido la creación del Ministerio de Fomento, Colonización, Industria y Comercio. Lucas Alamán falleció el día 2 de junio de 1853 de una pulmonía. Dejó dos obras fundamentales: Disertaciones sobre la historia de la República Mexicana desde la época de la Conquista que los españoles hicieron a fines del siglo XV y principios del XVI de las islas y continente americano hasta la Independencia y una crónica contemporánea titulada Historia de México desde los primeros movimientos que prepararon la Independencia en el año de 1808 hasta la época presente.