Estos dos
santos han sido, junto con San Lucas los patronos de los médicos católicos. En
oriente los llaman "los no cobradores", porque ejercían la medicina
sin cobrar nada a los pacientes pobres.
Eran
hermanos gemelos y nacieron en Arabia, en el siglo tercero. Se dedicaron a la
medicina y llegaron a ser muy afamados médicos. Pero tenían la especialidad de
que a los pobres no les cobraban la consulta ni los remedios. Lo único que les
pedía era que les permitieran hablarles por unos minutos acerca de Jesucristo y
de su evangelio.
Las
gentes los querían muchísimo y en muchos pueblos eran considerados como unos
verdaderos benefactores de los pobres. Y ellos aprovechaban su gran popularidad
para ir extendiendo la religión de Jesucristo por todos los sitios donde
llegaban.
Lisias,
el gobernador de Cilicia, se disgustó muchísimo porque estos dos hermanos
propagaban la religión de Jesús. Trató inútilmente de que dejaran de predicar,
y como no lo consiguió, mandó echarlos al mar. Pero una ola gigantesca los sacó
sanos y salvos a la orilla. Entonces los mandó quemar vivos, pero las llamas no
los tocaron, y en cambio quemaron a los verdugos paganos que los querían
atormentar. Entonces el mandatario pagano mandó que les cortaran la cabeza, y
así derramaron su sangre por proclamar su amor al Divino Salvador.
Y sucedió
entonces que junto a la tumba de los dos hermanos gemelos, Cosme y Damián,
empezaron a obrarse maravillosos curaciones.
El
emperador Justiniano de Constantinopla, en una gravísima enfermedad, se
encomendó a estos dos santos mártires y fue curado inexplicablemente. Con sus
ministros se fue personalmente a la tumba de los dos santos a darles las
gracias.
En
Constantinopla levantaron dos grandes templos en honor de estos dos famosos
mártires y en Roma les construyeron una basílica con bellos mosaicos.
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