Armenia, dividida hoy entre Turquía,
Rusia e Irán – aunque últimamente parece que todo ha cambiado – era un
reino más grande que España.
Los persas habían logrado casi una medio independencia.
Pero, sin esperarlo, estalló una dura guerra en la que murió Vartan.
Hasta entonces, los armenios habían llevado más o
menos bien el yugo que les oprimía. Pero todo cambió desde el instante en el
que el conquistador les impuso por la fuerza la religión de Zaratustra.
Todos los edictos que salían de la pluma del “shad”
eran para ellos muerte segura.
El rey no paraba de enviar magos para que intentaran
convertirlos. Si embargo, no solamente no lo conseguían sino que, además, los
echaban a golpes.
Un domingo se presentaron nada menos que ochocientos
brujos con la única intención de que los cristianos no pudiesen celebrar la
Misa. Invadieron la iglesia, tiraron la cruz por el suelo, pisotearon las
imágenes y los insultaban sin más.
Los hechiceros estaban furiosos y acudían a la
violencia para calmarlos y asustarlos. A muchos los arrestaron y otros muchos
pudieron cruzar la frontera.
Cuando el “shad” se enteró de la rebeldía de los
cristianos contra sus magos, dio órdenes de que se formara un gran ejército,
unos 3000.000 soldados, mientras que el de los armenios apenas contaba con
60.000.
El comandante en jefe era Vartan Mamigonian. Como
creyentes en Cristo Jesús, antes de que empezara la batalla, todos los
valientes soldados recibieron la comunión. Era el 2 de junio del año 451.
Lucharon tan bien que parecía que iban a ganar, pero
ante tanta diferencia de tropa, terminaron por sucumbir.
Todos los que cayeron, se les consideró mártires
.
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