Fue el sucesor de Santo Domingo de
Guzmán, y el gran propagador de la Comunidad de Padres Dominicos.
Nació en Sajonia, al sur de
Alemania y se doctoró en la Universidad de París. Santo Domingo de Guzmán le
envió a un hombre de toda su confianza a Fray Reginaldo a que le propusiera
hacerse religioso dominico, y aceptó. El Miércoles de Ceniza del año 1220 entró
a la Comunidad de Santo Domingo.
El caso de Jordán de Sajonia es
uno de los más impresionantes de la historia. Un hombre que entra a una
comunidad y a los solos tres años de estar de religioso reemplaza al santo
Fundador y llega a ser Superior General de toda la Comunidad.
Jordán sobresalía por su gran
elocuencia y por la eficacia maravillosa de su palabra para conmover los
corazones de los creyentes.
Primero fue nombrado superior
Provincial de la región más difícil de gobernar que tenía esa comunidad, que
era la Lombardía, Italia. Luego al morir santo Domingo, en 1222, los delegados
de toda su Orden religiosa lo eligen como Superior General y reemplazo del
fundador. Y en este cargo dura 15 años, hasta su muerte en 1237. Santo Domingo
tiene el honor de haber sido el fundador de la Comunidad de Padres Dominicos,
pero Jordán de Sajonia fue el gran propagador de esta comunidad. Basta con
recordar que durante su mandato se fundaron 249 Casas de Congregación y se
hicieron seis nuevas provincias de religiosos.
Dicen que Jordán de Sajonia es el
Patrono de los Capellanes de Universidades, porque este santo sacerdote recibió
de Dios unas cualidades admirables para lograr ejercer influencia entre los
universitarios. Por nueve años había estudiado en la más famosa Universidad de
La Sorbona en Paría, y allí aprendió muchas técnicas para lograr influir en
favor de los estudiantes. Su gran preocupación fue siempre lograr hacer mejores
a los que estudiaban en las Universidades. Un año predicaba la cuaresma en la
Universidad de París y al año siguiente en la concurridísima Universidad de
Bolonia y al tercer año se dirigía a predicar a la Universidad de Oxford, en
Inglaterra, y en todas partes los frutos espirituales que cosechaba eran
admirables. En la Universidad de Alemania conquistó para su comunidad al más
grande sabio en ciencias naturales de su época, a San Alberto Magno. Y
conquistó también a Pedro de Tarantasia, que llegó a ser después el Pontífice
Inocencio Quinto. Un famoso profesor de universidad previno a sus alumnos para
que no se dejaran convencer por los discursos de Jordán, pero al oírle uno de
sus elocuentes sermones, se convirtió él también en uno de sus más fervientes
admiradores.
Uno de los antiguos biógrafos,
compañero suyo, dice: "Las casas religiosas donde habitaba el Padre Jordán
parecían colmenas, por los muchos jóvenes que entraban a hacerse religiosos, y
por los muchos que de allí salían para ser superiores de otras casas
religiosas. Por eso él al llegar a un convento mandaba hacer muchos hábitos religiosos,
teniendo confianza en que Dios le enviaría muy numerosas vocaciones, y así le
sucedía en todas partes".
El Padre Jordán no sólo se iba a
las universidades a conseguir jóvenes muy bien instruidos, para que se hicieran
religiosos, sino que también se iba a los campos y a los barrios obreros a
invitar muchachos sanos, aunque fueran ignorantes, a que entraran en la
comunidad. Y esto le valió la acusación de que él recibía a gentes que no le
iban a dar gloria a su Congregación. Y sucedió una vez que recibió a unos 60
muchachos tan poco estudiados que casi no eran capaces ni de leer los salmos en
la oración de la comunidad. Y a quienes lo criticaban por recibir esta clase de
gentes, les respondió con unas palabras que resultaron ser una profecía o anuncio
de lo que iba a suceder en el futuro: "Ténganles paciencia por ahora y
concédanles tiempo para instruirse poco a poco, que un día se convertirán en
grandes predicadores". Y esto se cumplió exactamente varios años después.
Cuando Dios le confía a una persona
un oficio especial, le concede las cualidades que para ese oficio necesita. Y
al Padre Jordán le confió Dios el oficio de conseguir muchísimas vocaciones
para la vida religiosa, y por eso le concedió unas cualidades admirables.
Recordemos algunas:
El Padre Jordán tenía unas
cualidades que excedían a las que posee el común de las gentes. Dicen los que
vivieron junto a él que la austeridad en el dominio de su lengua, de sus ojos y
de la gula era algo impresionante, pero que sobre todo llamaba la atención el
modo heroico como dominaba su ira para no ofender a nadie ni amargar la vida a
ninguno.
Y no es que no fuera valiente.
Cuando el emperador Federico II empezó a atacar ferozmente al Sumo Pontífice y
a la religión, el Padre Jordán se fue al palacio y le dijo frente a frente al
Emperador que ésta conducta era reprensible y que si no cambiaba de modo de
proceder le llegarían desgracias muy grandes.
Pero con los pequeños sabía
hacerse pequeño y con los débiles era extraordinariamente comprensivo. El tenía
por cierto lo que más tarde afirmará y repetirá San Francisco de Sales, que
"más moscas se logran cazar con una cuchara de dulce miel que un barril de
amarga hiel".
Sus contemporáneos alababan mucho
"las dotes de buen amigo" que poseía el Padre Jordán. Comprensivo,
lleno de caridad, con deseos continuos de amoldarse a los demás para poder
hacerles mayor bien. El mismo lo dice en uno de sus escritos: "Siempre me
esforcé por tratar de estar de acuerdo con los demás en todo lo bueno y por
tratar de no chocar contra nadie. Quise colocarme en el sitio de los otros para
poder comprenderlos mejor. Nunca preferí mis propios gustos en contraposición
de los de los demás. Con los soldados traté de amoldarme a ellos como si yo
fuera un soldado. Con los campesinos como si fuera un campesino. Y sobre todo
me propuse ser extremadamente comprensivo con los que sufren tentaciones,
angustias y depresiones".
San Pablo recomienda a los
seguidores de Cristo: "Rían con los que ríen, y lloren con los que lloran"
Es lo que hizo siempre Fray Jordán. Leamos un ejemplo: Una noche estaba rezando
los salmos con un grupo de jóvenes recién llegados a su Comunidad, y de pronto
a uno de ellos le vino una risa nerviosa y no fue capaz de controlarla, y
enseguida los demás compañeros se contagiaron también y empezaron a reír todos,
y no se pudo seguir el rezo. Uno de los superiores quiso regañarlos, pero el
Padre Jordán les dijo: "Mis buenos jóvenes: tenemos que reírnos
alegremente porque hemos logrado salirnos de la esclavitud del pecado y de los
vicios en que nos tenía presos el mundo y ahora hemos llegado a ser del grupo
de los preferidos de Dios. ¡Riámonos pues alegremente! Y él personalmente
participó de aquella alegría juvenil.
Alguien le preguntó si un
Padrenuestro rezado por un ignorante valía menos que uno rezado por un gran
doctor de la Teología, y él respondió: "Un diamante vale lo mismo si está
en manos de un sabio, que si está en manos de un analfabeta". Otro le
preguntó: ¿Qué es más necesario para la vida del alma: rezar o meditar? Y le
dijo: "Eso es como preguntar qué es más necesario para la vida del cuerpo
si comer o beber. Ambas cosas son sumamente necesarias". Alguien le dijo:
¿Cuál es la posición mejor para rezar, sentado, arrodillado, de pies o postrado?
Y respondió: "La mejor posición para rezar es aquella en la cual cada uno
se siente mejor, con más fervor y con más inclinación a rezar bien". (Esta
frase la repitió textualmente el Papa Pío XI, 700 años después de haber sido
pronunciada por nuestro santo). El superior de una Comunidad le pidió que le
quitara aquel cargo, aduciendo que ese oficio le traía cuatro males: orgullo,
honores, trabajos y humillaciones. El Padre Jordán le respondió: "Los dos
primeros sí son males y de ellos te libre Dios, y esfuérzate por evitarlos. Los
otros dos, el trabajo y las humillaciones, son grandes bienes que te
conseguirán un puesto altísimo en el Reino de los cielos".
El Padre Jordán, aprovechando que
Dios le había concedido tal eficacia de la palabra que dondequiera que
predicaba o hablaba la gente, conseguía vocaciones, fue recorriendo ciudades y
países predicando y consiguiendo que muchísimos jóvenes entraran de religiosos.
El Señor le concedió la inmensa alegría de que el fundador de la Comunidad,
Domingo de Guzmán, fuera declarado santo por el Sumo Pontífice en 1234. Con
esta bella noticia ya Jordán podía irse al cielo tranquilo. Y dispuso viajar a
Jerusalén para visitar los Santos Lugares donde vivió y murió Nuestro Señor
Jesucristo, y para visitar a los Padres Dominicos que trabajaban en esas
tierras.
Pero en el viaje de regreso, el
barco que lo transportaba fue lanzado por una violenta tempestad a las costas
de Siria, frente a la ciudad de Tolemaida y Fray Jordán y los demás pasajeros
murieron ahogados. Era el 13 de febrero del año 1237.
Las olas llevaron a las orillas
del mar el cadáver del Padre Jordán y sus religiosos lo sepultaron con toda
solemnidad. Después las gentes empezaron a conseguir milagros por su
intercesión, y el Papa León Doce lo declaró Beato.
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