lunes, 27 de abril de 2015

SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO



Estudió leyes y, siendo profesor de derecho en la Universidad de Salamanca, el rey Felipe II lo nombró juez principal de la Inquisición, en Granada. Era cosa extraordinaria que un laico ocupase ese puesto. Hay que saber que no todos los inquisidores eran injustos como se quiere hacer ver hoy día. Aquí tenemos el ejemplo de un inquisidor santo.

Algunos años después, la sede arzobispal de Lima quedó vacante. Toribio elegido en 1580 aun sin ser sacerdote. Fue ordenado sacerdote y obispo justo antes de ser enviado a Lima. Llegó en 1581. 

Allí comprendió lo ardua que era la misión que se le encomendaba su diócesis tenía unos 700 km de costa y se adentraba hasta los Andes. Las comunicaciones eran muy malas. Pero el más grave problema eran las actitudes de los hombres que venían a América para hacer fortuna.

Trataban a los indios abusivamente como esclavos y daban a estos un desastroso ejemplo de cristianismo. Por otra parte el Consejo de las Indias, encargado de hacer justicia, estaba lejos en España y no sabía a quien creer. 

El primer cuidado del nuevo arzobispo fue restaurar la disciplina de la vida eclesiástica que se había perdido. Se mostró inflexible con los escándalos del clero, castigando la injusticia el vicio sin distinción de personas. 

Empleaba su autoridad para propagar el evangelio y defender a los pobres de la opresión. Esto le ganó muchos enemigos y fue perseguido. Las autoridades obstaculizaban lo más posible su trabajo.  Pero su perseverancia dio mucho fruto. Reunió numerosos sínodos y concilios que promovieron con mucho fruto la vida religiosa de todo el virreinato.

A los que trataban de justificar su abusos con una torcida interpretación de la ley divina, el santo les respondía con las palabras de Tertuliano: "Cristo dijo: Yo soy la verdad. No dijo: Yo soy la costumbre".  San Toribio no solo hablaba dedicaba toda su energía al servicio del pueblo de Dios. Lo hacía con gran caridad. Fundó numerosas iglesias, monasterios y hospitales. En 1591, fundó en Lima el primer seminario del Nuevo Mundo. 

Siguió estudiando los dialectos indígenas hasta edad avanzada para poder hablar con ellos. A veces pasaba dos o tres días evangelizando en lugares que no le podían ofrecer ni una cama ni comida suficiente. Visitó así toda su extensa diócesis.

Cuando alguien trataba de disuadirle alegando las dificultades del transporte y el peligro de bandoleros, Santo Toribio respondía que Cristo no había tenido miedo de hacerse hombre para salvarnos. 

Aun cuando se hallaba de viaje celebraba la misa con gran fervor y se confesaba diariamente con su capellán.

Entre los miles que Santo Toribio confirmó se encuentran Santa Rosa de LimaSan Martín de Porres y el beato Juan Macías. 

A partir del 1590 contó con el apoyo del franciscano San Francisco Solano, otro gran misionero y defensor de los indígenas y los pobres.

A los 68 años Toribio cayó enfermo en Pacasmayo, muy al norte de Lima.  Llegó después enfermo a la ciudad llamada Santa. Hizo su testamento por el que dejo a sus empleados sus efectos personales y a los pobres el resto de sus propiedades. Después pidió que lo llevasen a la Iglesia para recibir el Viático y la Unción de los Enfermos.

Murió el 23 de marzo de 1606 mientras los presente entonaban el salmo: "Mi corazón se llenó de gozo cuando me dijeron que iremos a la casa del Señor".

Fue canonizado el 23 de marzo de 1606, 55 años después de Santa Rosa.  San Toribio y Santa Rosa son los primeros santos del Nuevo Mundo.

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