Estudió leyes y, siendo
profesor de derecho en la Universidad de Salamanca, el rey Felipe II lo nombró
juez principal de la Inquisición, en Granada. Era cosa extraordinaria que un
laico ocupase ese puesto. Hay que saber que no todos los inquisidores eran
injustos como se quiere hacer ver hoy día. Aquí tenemos el ejemplo de un
inquisidor santo.
Algunos años después, la sede
arzobispal de Lima quedó vacante. Toribio elegido en 1580 aun sin ser
sacerdote. Fue ordenado sacerdote y obispo justo antes de ser enviado a Lima.
Llegó en 1581.
Allí comprendió lo ardua que
era la misión que se le encomendaba su diócesis tenía unos 700 km de costa y se
adentraba hasta los Andes. Las comunicaciones eran muy malas. Pero el más grave
problema eran las actitudes de los hombres que venían a América para hacer
fortuna.
Trataban a los indios
abusivamente como esclavos y daban a estos un desastroso ejemplo de cristianismo.
Por otra parte el Consejo de las Indias, encargado de hacer justicia, estaba
lejos en España y no sabía a quien creer.
El primer cuidado del nuevo
arzobispo fue restaurar la disciplina de la vida eclesiástica que se había
perdido. Se mostró inflexible con los escándalos del clero, castigando la
injusticia el vicio sin distinción de personas.
Empleaba su autoridad para
propagar el evangelio y defender a los pobres de la opresión. Esto le ganó
muchos enemigos y fue perseguido. Las autoridades obstaculizaban lo más posible
su trabajo. Pero su perseverancia dio mucho fruto. Reunió numerosos
sínodos y concilios que promovieron con mucho fruto la vida religiosa de todo
el virreinato.
A los que trataban de
justificar su abusos con una torcida interpretación de la ley divina, el santo
les respondía con las palabras de Tertuliano: "Cristo dijo: Yo soy la
verdad. No dijo: Yo soy la costumbre". San Toribio no solo hablaba
dedicaba toda su energía al servicio del pueblo de Dios. Lo hacía con gran
caridad. Fundó numerosas iglesias, monasterios y hospitales. En 1591, fundó en
Lima el primer seminario del Nuevo Mundo.
Siguió estudiando los
dialectos indígenas hasta edad avanzada para poder hablar con ellos. A veces
pasaba dos o tres días evangelizando en lugares que no le podían ofrecer ni una
cama ni comida suficiente. Visitó así toda su extensa diócesis.
Cuando alguien trataba de
disuadirle alegando las dificultades del transporte y el peligro de bandoleros,
Santo Toribio respondía que Cristo no había tenido miedo de hacerse hombre para
salvarnos.
Aun cuando se hallaba de viaje
celebraba la misa con gran fervor y se confesaba diariamente con su capellán.
Entre los miles que Santo
Toribio confirmó se encuentran Santa Rosa de Lima, San Martín de
Porres y el beato Juan Macías.
A partir del 1590 contó con el
apoyo del franciscano San Francisco Solano, otro gran misionero y defensor de
los indígenas y los pobres.
A los 68 años Toribio cayó
enfermo en Pacasmayo, muy al norte de Lima. Llegó después enfermo a la
ciudad llamada Santa. Hizo su testamento por el que dejo a sus empleados sus
efectos personales y a los pobres el resto de sus propiedades. Después pidió
que lo llevasen a la Iglesia para recibir el Viático y la Unción de los
Enfermos.
Murió el 23 de marzo de 1606
mientras los presente entonaban el salmo: "Mi corazón se llenó de gozo
cuando me dijeron que iremos a la casa del Señor".
Fue canonizado el 23 de marzo
de 1606, 55 años después de Santa Rosa. San Toribio y Santa Rosa son
los primeros santos del Nuevo Mundo.
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