San Lorenzo nació en Irlanda hacia el año 1128, de la familia O’Toole
que era dueña de uno de los más importantes castillos de esa época.
Cuando el niño nació, su padre dispuso pedirle a un
conde enemigo que quisiera ser padrino del recién nacido. El otro aceptó y
desde entonces estos dos condes ahora compadres se hicieron amigos y no
lucharon más el uno contra el otro.
Cuando lo llevaban a bautizar, apareció en el
camino un poeta religioso y preguntó qué nombre le iban a poner al niño.
Le dijeron un nombre en inglés, pero él les
aconsejó: "Pónganle por nombre Lorenzo, porque este nombre significa:
‘coronado de laureles por ser vencedor’, y es que el niño va a ser un gran
vencedor en la vida".
A los papás les agradó la idea y le pusieron por
nombre Lorenzo y en verdad que fue un gran vencedor en las luchas por la
santidad.
Cuando el niño tenía diez años, un conde enemigo de
su padre le exigió como condición para no hacerle la guerra que le dejara a
Lorenzo como rehén.
El Sr. O’Toole aceptó y el jovencito fue llevado al
castillo de aquel guerrero.
Pero allí fue tratado con crueldad y una de las
personas que lo atendían fue a comunicar la triste noticia a su padre y este
exigió que le devolvieran a su hijo.
Como el tirano no aceptaba devolverlo, el Sr.
O’Toole le secuestró doce capitanes al otro guerrero y puso como condición para
entregarlos que le devolvieran a Lorenzo.
El otro aceptó pero llevó al niño a un monasterio,
para que apenas entregaran a los doce secuestrados, los monjes devolvieran a
Lorenzo.
Y sucedió que al jovencito le agradó inmensamente
la vida del monasterio y le pidió a su padre que lo dejara quedarse a vivir
allí, porque en vez de la vida de guerras y batallas, a él le agradaba la vida
de lectura, oración y meditación.
El buen hombre aceptó y Lorenzo llegó a ser un
excelente monje en ese monasterio.
Su comportamiento en la vida religiosa fue
verdaderamente ejemplar. dedicadísimo a los trabajos del campo y brillante en
los estudios.
Fervoroso en la oración y exacto en la obediencia.
Fue ordenado sacerdote y al morir el superior del monasterio los monjes
eligieron por unanimidad a Lorenzo como nuevo superior.
Por aquellos tiempos hubo una tremenda escasez de
alimentos en Irlanda por causa de las malas cosechas y las gentes hambrientas
recorrían pueblos y veredas robando y saqueando cuanto encontraban.
El abad Lorenzo salió al encuentro de los
revoltosos, con una cruz en alto y pidiendo que en vez de dedicarse a robar se
dedicaran a pedir a Dios que les ayudara.
Las gentes le hicieron caso y se calmaron y él,
sacando todas las provisiones de su inmenso monasterio las repartió entre el
pueblo hambriento. La caridad del santo hizo prodigios en aquella situación tan
angustiada.
En el año 1161 falleció el arzobispo de Dublín capital
de Irlanda y clero y pueblo estuvieron de acuerdo en que el más digno para ese
cargo era el abad Lorenzo. Tuvo que aceptar y, como en todos los oficios que le
encomendaban, en este cargo se dedicó con todas sus fuerzas a cumplir sus
obligaciones del modo más exacto posible.
Lo primero que hizo fue tratar de que los templos
fueran lo más bellos y bien presentados posibles. Luego se esforzó porque cada
sacerdote se esmerara en cumplir lo mejor que le fuera posible sus deberes
sacerdotales. Y en seguida se dedicó a repartir limosnas con gran generosidad.
Cada día recibía 30, 40 o 60 menesterosos en su
casa episcopal y él mismo les servía la comida. Todas las ganancias que obtenía
como arzobispo las dedicaba a ayudar a los más necesitados.
En el año 1170 los ejércitos de Inglaterra
invadieron a Irlanda llenando el país de muertes, de crueldad y de desolación.
Los invasores saquearon los templos católicos, los
conventos y llenaron de horrores todo el país. El arzobispo Lorenzo hizo todo
lo que pudo para tratar de detener tanta maldad y salvar la vida y los bienes
de los perseguidos.
Se presentó al propio jefe de los invasores a
pedirle que devolviera los bienes a la Iglesia y que detuviera el pillaje y el
saqueo. El otro por única respuesta le dio una carcajada de desprecio.
Pero pocos días después murió repentinamente. El
sucesor tuvo temor y les hizo mucho más caso a las palabras y recomendaciones
del santo.
El arzobispo trató de organizar la resistencia pero
viendo que los enemigos eran muy superiores, desistió de la idea y se dedicó
con sus monjes a reconstruir los templos y los pueblos y se fue a Inglaterra a
suplicarle al rey invasor que no permitiera los malos tratos de sus ejércitos
contra los irlandeses.
Estando en Londres de rodillas rezando en la tumba
de Santo Tomás Becket, un obispo inglés que murió por defender la religión un
fanático le asestó terribilísima pedrada en la cabeza. Gravemente herido mandó
traer un poco de agua. La bendijo e hizo que se la echaran en la herida de la
cabeza, y apenas el agua llegó a la herida, cesó la hemorragia y obtuvo la
curación.
El Papa Alejandro III nombró a Lorenzo como su
delegado especial para toda Irlanda, y él, deseoso de conseguir la paz para su
país se fue otra vez en busca del rey de Inglaterra a suplicarle que no tratara
mal a sus paisanos. El rey no lo quiso atender y se fue para Normandía.
Y hasta allá lo siguió el santo, para tratar de
convencerlo, pero a causa del terribilísimo frío y del agotamiento producido
por tantos trabajos, murió allí en Normandía en 1180 al llegar a un convento.
Cuando el abad le aconsejó que hiciera un
testamento, respondió: "Dios sabe que no tengo bienes ni dinero porque
todo lo he repartido entre el pueblo. Ay, pueblo mío, víctima de tantas
violencias ¿Quién logrará traer la paz?".
Seguramente desde el cielo debe haber rezado mucho
por su pueblo, porque Irlanda ha conservado la religión y la paz por muchos
siglos. Estos son los verdaderos patriotas, los que como San Lorenzo de Irlanda
emplean su vida toda por conseguir el bien y la paz para sus conciudadanos.
Dios nos envíe muchos patriotas como él.
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