Nació en Antioquía, de padres cristianos, hacia el año 349. Su madre
era un modelo de virtud. Estudió retórica bajo Libanius, el más famoso orador
de su época y en el 374 comenzó una vida de anacoreta en las montañas. En
el 386, su mala salud le forzó a regresar a Antioquia. Allí fue ordenado
sacerdote. Ejerció, con gran provecho, el ministerio de la predicación.
El año 397 fue elegido obispo de Constantinopla, cargo en el que se
comportó como un pastor ejemplar, esforzándose por llevar a cabo una estricta
reforma de las costumbres del clero y de los fieles.
Su rectitud en proclamar y defender la verdad le ganó muchos enemigos.
La oposición de la corte imperial y de los envidiosos maquinaron acusaciones
contra el y lo llevaron dos veces al destierro y eventualmente a Pythius en la
periferia del imperio. Uno de sus enemigos, Theophilus, Patriarca de
Alejandría, se arrepintió antes de su muerte. Otro enemigo era la
emperadora Eudoxia.
Tuvo el consuelo de contar siempre con el apoyo del Papa y llevó todas
las tribulaciones con gran valentía y fe.
Acabado por tantas miserias, murió en Comana, en el Ponto, el día 14 de
septiembre del año 407. Contribuyó en gran manera, por su palabra y escritos,
al enriquecimiento de la doctrina cristiana, mereciendo el apelativo de
Crisóstomo, es decir, «Boca de oro».
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