De acuerdo
con la leyenda oriental, Antonino o Antolín era un tallador de piedra sirio que
con un extraordinario desinterés reconvino a los idólatras de su ciudad natal
por adorar imágenes de piedra. Después de aquel acto impetuoso, salió
apresuradamente de la ciudad y se refugió en la celda de un ermitaño con el que
vivió durante dos años.
Entonces
decidió regresar a la ciudad y tuvo el desconsuelo de advertir que los
habitantes aún rendían culto a los falsos dioses, por lo cual adoptó una
actitud más enérgica todavía: entró a los templos y arrojó por tierra a los
ídolos. Después, huyó más que de prisa de la ciudad y se refugió en Apamea.
Allí, el obispo le dio instrucciones para que construyera una iglesia, a lo que
accedió Antolin. Pero, apenas comenzada la obra, los paganos se enfurecieron a
tal punto que, tras de organizar un tumulto para acabar con la construcción,
asesinaron a Antolín, que ni siquiera trató de defenderse. El santo no tenía
más de veinte años de edad.
Una tradición legendaria sobre sus reliquias se conserva en España. La misma narra que el rey don Sancho, hallándose de caza en la espesura de un bosque, en el lugar donde hoy se extiende la ciudad de Palencia, divisó un jabalí, que en su huida fue a refugiarse en una oquedad del terreno (la cripta de San Antolín, aún en pie hoy bajo la catedral gótica de la ciudad). Adentrándose el rey en la misma, se disponía a lanzar una flecha para matar al animal, cuando su brazo quedó paralizado, comprendiendo el rey que estaba en un lugar santo y que había sido castigado por cometer sacrilegio. El monarca hizo entonces un voto por el que si recuperaba de la repentina parálisis levantaría una catedral en el lugar. Al instante quedó curado. Agradecido el rey Sancho por el milagro, y halladas las reliquias del mártir que habían quedado abandonadas durante la invasión musulmana, se erigió el templo en cumplimiento de la promesa. Debido a esto la catedral palentina está dedicada a san Antolín.
Una tradición legendaria sobre sus reliquias se conserva en España. La misma narra que el rey don Sancho, hallándose de caza en la espesura de un bosque, en el lugar donde hoy se extiende la ciudad de Palencia, divisó un jabalí, que en su huida fue a refugiarse en una oquedad del terreno (la cripta de San Antolín, aún en pie hoy bajo la catedral gótica de la ciudad). Adentrándose el rey en la misma, se disponía a lanzar una flecha para matar al animal, cuando su brazo quedó paralizado, comprendiendo el rey que estaba en un lugar santo y que había sido castigado por cometer sacrilegio. El monarca hizo entonces un voto por el que si recuperaba de la repentina parálisis levantaría una catedral en el lugar. Al instante quedó curado. Agradecido el rey Sancho por el milagro, y halladas las reliquias del mártir que habían quedado abandonadas durante la invasión musulmana, se erigió el templo en cumplimiento de la promesa. Debido a esto la catedral palentina está dedicada a san Antolín.
Se tiene
entendido que este Antolín mártir es el que figura en el Martirologio Romano
como sacrificado en Pamiers, donde existen leyendas locales sobre él. Algunas
de sus supuestas reliquias fueron trasladadas a Palencia, España, ciudad ésta
de la que el santo es patrono y que tiene su propia versión sobre la leyenda de
Pamiers, en la que el santo es, además, diácono (lo que explica muchas de sus
representaciones iconográficas). El nombre de san Antolín se asocia con los de
san Almaquio y san Juan, de quienes se supone que sufrieron con él. También hay
otro error en relación con Capua, donde se venera, el 3 de Septiembre, a un
«niño san Antonino» junto con san Aristeo. A raíz de la mención de este mártir
en el martirologio más antiguo de cuantos se conocen, el Hieronymianum,
surgieron grandes confusiones.
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