San Norberto, nacido en Alemania, estaba emparentado con
el emperador. Era culto y brillante. De joven fue dado a los deleites del
mundo. Se afanaba por el buen vestir y por alagar a las damas con sus poesías.
Su conversión, ocurrió a raíz de una tormenta que le sorprendió
cuando viajaba a Westfalia, poco antes de cumplir los treinta años.
Cayó un rayo a los pies
de su caballo y Norberto fue tirado al suelo. Quedó inconsciente por una hora y
al despertar decidió dejar atrás la vanidad de su vida pasada.
Se retiró a un monasterio
para hacer penitencia y repartió todas sus riquezas entre los pobres.
Fue ordenado sacerdote y
recibió del Papa la misión de ir a evangelizar. Recorrió para ello el norte de
Francia descalzo y sin dinero. En muchas partes lo rechazaron y hasta en
ocasiones tuvo que marcharse para evitar la violencia.
Asistió al concilio de
Rheims y se le encomendó que fundara un monasterio, lo cual hizo en el Valle de
Prémontré.
Es por eso que los
miembros de la orden que el fundó se llaman los premonstratenses. Tuvo éxito y
la orden se extendió por toda Europa.
Tuvo que dejar el
monacato al ser nombrado arzobispo de Magdeburgo. Como obispo supo
gobernar sin ser ni blando ni transigente.
Trataron de varias veces
de matarlo. Murió sin embargo de muerte natural, en 1134.
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