Coronel
insurgente, héroe nacional. Nació el 19 de mayo de 1767 en el rancho del
Cerrito de las Cabras también conocido como Loma de las Cabras, junto al
meridional barrio de San Gabrielito, en el pueblo de Tepecoacuilco, hoy de
Trujano; murió el 7 de octubre de 1812 acribillado a balazos en el rancho de la
Virgen, entre Tlacotepec y Tepeaca, estado de Puebla.
Fue hijo
del señor Manuel Salvador, indígena, y de la señora Ana María, mestiza; adoptó
el apellido Trujano en honor de José María Trujano, oriundo del mismo lugar,
que era arriero. En su partida bautismal, levantada por el párroco José
Francisco de Monte, que también realizó el bautizo, aparece como Valerio
Antonio, pero cuyo segundo nombre nunca usó, ni figura en otro documento.
Dedicado
a los trabajos del campo y a la arriería –igual que Morelos y otros destacados
jefes de la insurgencia en sus etapas de vida civil–, Valerio Trujano casó con
Margarita Ana Botello, de quien enviudó después de darle un hijo. Celebró
segundas nupcias con María de la Luz Molina.
La vida
insurgente de Trujano empieza al iniciarse 1811. Sentó plaza junto con otros
tepecoacuilquenses levantiscos en el lugar de origen, antes de incorporarse a
las fuerzas de Morelos en Tlapa en el mes de septiembre de aquel año.
Inició
con sus propios recursos económicos una partida de diecisiete hombres, con los
que se lanzó a la guerra contra el ejercito virreinal por la región norte del
estado; después se le unirían contingentes terracalentenses.
Entre
los encuentros militares relevantes de esta fase de lucha, se cuenta el del 4
de junio en las inmediaciones de Iguala con tropas del capitán realista Juan
Baína.
En Tlapa
lo comisionó Morelos para que batiera al destacamento colonial que ocupaba el
pueblo de Silacayoapan, orden que cumplió con éxito; de aquí en adelante, el jefe
máximo de la insurrección tuvo el convencimiento de la valía del
tepecoacuilquense, otro gran soldado a quien podía encomendar las más delicadas
acciones de armas.
Sobre su
carácter se dice que Valerio Trujano era tan reposado que despertaba de inmediato
la mayor confianza; siempre extremadamente celoso en el cumplimiento del deber
y de la palabra. Bajo el mando de Miguel Bravo, operó con el grado de capitán
en los límites actuales de los estados de Guerrero y Oaxaca; en algunas
ocasiones al lado de Julián de Ávila, otro capitán.
El 29 de
enero de 1812, enfrentó en Tecamaxtla a tropas realistas de Ometepec, plaza que
estaba ocupada por la Quinta División de Milicias de Oaxaca a las órdenes de
Francisco Paris.
Ante la
evidente superioridad del enemigo, es obligado a efectuar un repliegue táctico
para recomponer sus fuerzas, con la misión ulterior de poder penetrar a
territorio oaxaqueño en las mejores condiciones de batalla; marchó a la cabeza
de 400 hombres a Yanhuitlán para combatir a José Régules Villasante a quien,
sin haberlo derrotado, forzó a una inmovilidad completa de sus efectivos
durante los días del 11 al 14 de marzo.
Mientras
el generalísimo se fortificaba a toda prisa en Cuautla, llamando en su auxilio
a los Bravo, ordenó de paso que don Valerio Trujano se quedara como único jefe
de las operaciones en la Mixteca.
Empeñado
en mantener la rebeldía insurgente en la zona, Trujano implementó una intensa
campaña de guerra de guerrillas, consistente en dar sucesivos golpes por
sorpresa a los soldados del virreinato. Usando esta táctica, logró asestar 16
ataques triunfales sobre el enemigo, ora cogiéndolos en despoblado, ora en una
emboscada, ora encerrándolos en las haciendas, pero siempre causándoles serios
estragos.
Uno de
aquellos gloriosos ataques lo planeó en Cuicatlán contra Manuel Güenduláin,
donde no sólo cayó muerto este jefe realista, sino que además sucumbió mucha de
su gente.
El 5 de
abril marchó a Huajuapan, donde combate con los realistas Bernardo Bonavía,
Juan Antonio Calderas y el propio Régules, general en jefe de las operaciones
de la Mixteca. A pesar de la ventaja de sus adversarios, Trujano se fortifica
como puede en el pueblo, mientras los comandantes realistas disponen el sitio a
la plaza con 1500 hombres, que cierran todas las salidas.
Una vez
iniciada la lucha, ni un solo día se dejó de combatir. El jefe insurgente
resolvió utilizar las campanas de la parroquia, con cuyo metal se fundieron
tres cañones, los que cargados con piedras lisas de los arroyos, o con las
mismas granadas realistas que no estallaban, se pudo sostener un duelo de
artillería, cuyos estragos paraban en firme las acometidas virreinales.
El
tiempo transcurría y la angustia aumentaba; y si Las trincheras de ambos
ejércitos no acusaban ventaja para ninguno, los víveres de los sitiados
mermaban a gran prisa; los pertrechos, a su vez, aunque bien aprovechados,
empezaban a escasear.
Y así,
sin municiones al fin, Trujano solicita ayuda a Morelos, que se hallaba en
Chilapa. Morelos mandó a Miguel Bravo con 800 elementos, pero fue rechazado al
punto. Entonces el propio generalísimo acude en su auxilio; operando ambos de
modo combinado, hacen que los realistas abandonen el sitio; Calderas muere en
el combate, Régules se fuga; los insurgentes obtienen un gran botín: 12
cañones, miles de municiones, más de 2000 fusiles y alrededor de 200
prisioneros.
Allí
mismo organizó Trujano el Batallón San Lorenzo, y a la cabeza de éste, sostiene
encuentros en el futuro. Sería éste el sitio más prolongado sufrido por los
patriotas en la guerra de Independencia: 111 días, mayor que el que padeció
Morelos y su gente en Cuautla transcurrido entre el 18 de febrero y el 2 de
mayo del mismo año 1812.
El
“Héroe de Huajuapan”, como se le conoce a Valerio Trujano en la historia de la
patria, fue ascendido a coronel por el máximo jefe insurgente en el mismo campo
de los hechos, la plaza que había sido testigo de tan heroicos momentos.
Con su
nuevo grado militar, se le ordena que se concentre en Tehuacán para encargarse
de impedir que los realistas de Puebla se surtieran de provisiones en las
haciendas del rumbo de Tepeaca y, además, proveer a los insurgentes de
Tehuacán.
En el
lugar donde murió, tuvo que hacer frente con sólo 100 hombres a una columna
enemiga de 400 al mando de Saturnino Samaniego; cuando trataba de retirarse, se
regresó a salvar a su hijo Gil, que habían secuestrado los soldados españoles y
que permanecía oculto en una casa que éstos incendiaron a propósito; y ahí
perdió la vida.
Fue
sepultado en Tehuacán, con honores militares.
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