Nació de
familia pobre en San Nicolás del Puerto, Sevilla. De muy joven se consagró al
Señor como ermitaño en la capilla de San Nicolás de Bari, en su pueblo natal y
después en la ermita de Albaida del Aljarafe (Sevilla), bajo la dirección de un
sacerdote ermitaño.
Diego fue
recibido como hermano lego en los franciscanos frailes menores de la observancia,
en Arruzafa, Córdoba (España). Hoy se encuentra en el lugar el parador de
Arruzafa.
En 1441
fue enviado de misionero a las Islas Canarias donde ejerció en el convento de
Arrecife como portero. Los hermanos de la comunidad llegaron a pensar que su
generosidad era excesiva. En 1445 lo nombraron guardián del convento de San
Buenaventura en Fuente ventura. El nombramiento era algo excepcional por
tratarse de un hermano lego.
Fue de
peregrino a Roma con ocasión del jubileo del 1450 y de la canonización de Bernardino de
Siena ese año. Una
epidemia azotó la ciudad de Roma. San Diego sirvió de enfermero de convento de
Ara Coel durante tres meses. Muchos se sanaron milagrosamente.
Otro
milagro fue la curación de un niño que se había quedado dormido dentro de un
horno, el cual, al ser encendido, le causó graves quemaduras. Tras la
intercesión del santo, el niño apareció sin quemaduras. San Diego solía
atribuir los milagros a la Santísima Virgen María.
De
regreso en España, lo asignaron al convento de Santa María de Jesús en Alcalá
de Henares en 1456 donde ejerció como portero y jardinero por siete años, hasta
su muerte el 12 de Noviembre de 1463. La infección de su cuerpo emitía una
milagrosa fragancia y su cuerpo estuvo incorrupto, no sufrió rigor mortis y
continuó exudando fragancia.
San Diego
vivió entre los más humildes pero muerto fue visitado por los más poderosos.
Cardenales, reyes y príncipes acudieron ante sus restos. Enrique IV de Castilla
vino a pedirle la curación de Beltraneja. Felipe II llevó el cuerpo de San
Diego al palacio para pedirle la curación de su hijo que se había accidentado.
Le milagro sería de la curación del príncipe Carlos sería introducido en el
proceso de canonización e inmortalizado por Lope de Vega.
Sus
restos se encuentran en la catedral de Alcalá de Henares, en una urna de plata.
Su cuerpo incorrupto se expone cada año el 13 de noviembre.
Canonizado en 1588, San Diego fue el único santo canonizado
por Sixto VI.
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