Nuestro santo nació en Milán en 1535. A los 15 años ya se atrevió a
desbaratar un espectáculo inmoral en su barrio. A los 17 entró de religioso en
la comunidad de los Padres Barnabitas, y una vez ordenado sacerdote empezó a
predicar con tal elocuencia y tan formidable doctrina que San Carlos Borromeo,
arzobispo de Milán lo invitó a predicar la cuaresma en su catedral, y a sus
sermones asistían el Sto. arzobispo y el cardenal Sfondrati, que después fue el
Papa Gregorio XIV, y los dos personajes derramaban lágrimas de emoción al oírlo
predicar.
Fue nombrado superior general de su comunidad, y San Carlos Borromeo lo
designó como su confesor.
Su fama llegó hasta el Santo Padre Pío V, el cual lo nombró como obispo
de la isla de Córcega. Fue consagrado por el arzobispo San Carlos.
San Alejandro encontró a Córcega en el más lastimoso estado moral. Los
sacerdotes eran poco instruidos, el pueblo tenía muchas supersticiones; los
campos estaban infectados por bandoleros y entre las familias había terribles
venganzas. Se propuso transformar ese ambiente y lo consiguió.
Se consiguió varios religiosos de su comunidad y reuniendo a todo el
clero les anunció que desde entonces se proponía enfervorizar lo más posible la
vida religiosa de esa isla. Visitó una por una todas las parroquias exigiendo
que se enseñara catecismo y se diera buen ejemplo. Predicaba en todas partes
con gran entusiasmo y mucho fruto. El santo trabajó en Córcega durante veinte
años y el cambio fue tan notable que las gentes lo llamaban "el apóstol de
la paz" "el apóstol de Córcega". Construyó una bella catedral.
Dios le concedió el don de hacer milagros. Y así por ejemplo un año en
que se anunciaban malísimas cosechas y muchísima pobreza y escasez, pasó por
los campos bendiciéndolos, y en ese año la cosecha fue mejor que en los demás
años. Otra vez los piratas mahometanos llegaban con muchos barcos a atacar las
costas de Córcega, y cuando las gentes huían despavoridas hacia las montañas,
San Alejandro bendijo las aguas del mar y enseguida estalló una espantosa
tormenta que alejó las naves de los piratas.
Poseía también el don de profecía y anunciaba hechos que iban a
suceder, y se cumplía exactamente lo que había anunciado.
Era muy amigo de San Felipe Neri, el cual decía que el obispo Alejandro
era un admirable modelo de lo que debe ser un santo obispo.
San Alejandro murió en 1592 y también después de su muerte siguió
haciendo milagros.
Dios nos conceda la gracia de que todos nuestros obispos sean muy
santos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario