Esta santa fue la más
activa colaboradora de San Francisco de Sales en la fundación de la comunidad
de las Hermanas de la Visitación.
Nació en Dijon,
Francia, en 1572. Era hija del Presidente del Parlamento de esa región, el Sr.
Fremiot, hombre muy distinguido y apreciado. Su santa madre murió cuando la niña
tenía apenas 18 meses, y toda la educación de la futura santa en sus primeros
años corrió por cuenta de su padre, el cual supo encaminarla hacia la
consecución de una gran personalidad.
Cuando la niña tenía
aproximadamente unos ocho años, llegó a su casa un protestante, el cual decía
que no era posible que Dios convirtiera una hostia en el cuerpo de Cristo. La
jovencita le preguntó: "¿Sabe Ud. el Credo?". - Claro que sí, respondió
el otro- "¡Pues dígalo!" Y el protestante empezó a decir: Creo en
Dios Padre Todopoderoso... En ese momento Juana lo interrumpió exclamando:
-¡Uy, no diga Ud. eso de que Dios es Todopoderoso!- ¿Por qué? - ¡Porque si Dios
no puede hacer que una hostia se convierta en el cuerpo de Jesucristo, ya Dios
no es Todopoderoso!- El otro no fue capaz de responderle.
En 1592, al cumplir
Juana sus 20 años, se casó con el Barón de Chantal, un aguerrido militar que
poseía un castillo cerca al de la familia de la joven. En adelante ella se
llamará la Señora Fermiot de Chantal. Su matrimonio transcurrió felizmente por
nueve años, y tuvieron un hijo y tres hijas. Pero en 1601 el esposo salió de
cacería y a uno de sus compañeros se le disparó el arma y lo hirió mortalmente.
Ya moribundo el Sr. Chantal hizo jurar a Juana que no tomaría ninguna venganza
contra el que lo había herido, y murió santamente. Ella quedaba viuda de sólo
29 años y con cuatro hijos pequeños. Fue después madrina de los hijos del que
había matado a su marido, y para demostrar que sí perdonaba totalmente, ayudó
siempre a esa familia.
Por dos años le pidió
a Nuestro Señor la gracia de encontrar un director espiritual que la encaminara
hacia la santidad. Y una vez en sueños vio a un sacerdote alto y venerable, y
oyó una voz que le decía: "Ese es". - Ella no lo había visto nunca
antes. Y en el año 1604 San Francisco de Sales fue a la ciudad de Dijon a
predicar la Cuaresma, y Juana asistió a sus sermones, y tan pronto lo vio la
primera vez, se dio cuenta de que este era el sacerdote que le había sido
indicado en el sueño. Por su parte San Francisco fijó su atención en una señora
de riguroso luto que le atendía muy esmeradamente su sermón y al terminar la
predicación le preguntó al Sr. Arzobispo quién era la tal señora.- "Es mi
hermana - le dijo el prelado - y mañana se la presento". Al día siguiente
llevó a su hermana Juana a visitar a Monseñor de Sales.
Desde el primer día en
que se encontraron, San Francisco de Sales y Santa Juana de Chantal, se dieron
cuenta de que estaban destinados a ayudarse fuertemente en lo espiritual el uno
al otro. La santa hizo con él una confesión general de toda su vida, y le pidió
que fuera su director espiritual. Esta amistad santa la hará progresar mucho en
la perfección. El personal de servicio que había en el Castillo de Dijon, donde
Juana vivía al lado de su suegro duro gruñón, que la hizo sufrir muchísimo, pero
del cual ella nunca se quejó, comentaba: "Esta señora ha cambiado como la
noche al día, desde que recibe consejos del santo obispo de Sales. Ahora es
mucho más amable y bondadosa".
La viuda Juana se
dedicó a educar a sus hijos, y a administrar muy bien los bienes que le había
dejado su marido, y a repartir cuantiosas limosnas a los pobres. Había hambre y
escasez en el país y cada día una gran fila de mendicantes llegaba al castillo
a recibir abundante comida y buenas atenciones médicas. Ella misma visitaba en
sus ranchos a los que estaban postrados y asistía a los enfermos más
repugnantes y abandonados. Todo el numeroso personal de trabajadores de sus
fincas rezaba las oraciones por la mañana y por la noche, asistía a misa cada
domingo y recibía instrucciones religiosas cada semana. La amaban como a madre
cariñosa.
Su inmenso deseo era
el de hacerse religiosa, pero San Francisco se oponía a ello, porque primero
tenía que educar bien a sus hijos. Finalmente cuando estos ya estuvieron bien
formados y preparados para triunfar en la vida, el santo aceptó que se fuera de
religiosa. Pero entonces su padre y sus hijos se opusieron totalmente. El papa
se le arrodilló llorando, a suplicarle que no se alejara de los suyos, pero
ella seguía inconmovible en su determinación de seguir su vocación. Su hijo se
acostó en la puerta diciendo que tendría que pasar sobre él si quería irse de
religiosa. La valiente mujer, pasó sobre el cuerpo de su muy amado hijo, y casi
desmayada por su inmenso pesar se alejó llorando y partió velozmente hacia el
sitio en donde iba a empezar su labor de religiosa. Todos sus parientes se
alegrarán después y se felicitarán por tener de familiar a una religiosa de
tanto prestigio y de tan grande santidad.
San Francisco de Sales
había preparado con muchos años de oración y de meditación la fundación de una
nueva comunidad de religiosas. Las llamó Hermanas de la Visitación de la Sma.
Virgen. El santo obispo encontró en Juana Francisca la mujer ideal para que le
dirigiera su comunidad de mujeres. Así que en 1610, los dos santos emprendieron
la fundación de esta nueva Congregación que tantos triunfos religiosos le iban
a proporcionar a la Iglesia Católica. Esta comunidad tenía la especialidad de
que recibía personas aun con graves defectos, y muy pobres, con tal de que
tuvieran un fuerte deseo de llegar a la santidad. San Francisco repetía que
cada casa religiosa es un hospital de almas a donde acuden quienes tienen el
alma enferma, pero desean conseguir su curación espiritual.
Pronto se hizo popular
en el mundo el Reglamento tan bondadoso y humano que el santo de Sales redactó
para sus religiosas de la Visitación. Se propuso que no fuera "ni
demasiado duro para las débiles, ni demasiado suave para las fuertes". El
santo quería que la bondad, la mansedumbre y la humildad fueran las
características o distintivos de sus religiosas, y santa Juana y sus compañeras
se propusieron llevar a la práctica lo mejor posible estos ideales del santo
fundador.
Para ellas y para las
demás mujeres que desearan llegar a la santidad por medios fáciles y sencillos,
compuso San Francisco tres libros formidables que han hecho inmenso bien en
todo el mundo "La Práctica del amor de Dios" el preferido por Santa
Juana, que la llevó a ella a un altísimo grado de amor hacia nuestro Señor.
"Las conversaciones Espirituales" que son las charlas que el santo
les hacía a las religiosas cuando iba a visitarlas y que la Madre Chantal y sus
compañeras fueron copiando cuidadosamente y El arte de aprovechar nuestras
faltas que no fue redactado como libro por el santo, sino que ha sido
extractado de los centenares de cartas que el escribió a las personas a las
cuales proporcionaba dirección espiritual por correspondencia. Estos escritos
sumados a su libro más famoso "La introducción a la Vida Devota" o
Filotea llevaron a la Madre Chantal y a sus compañeras a un altísimo grado de
espiritualidad.
Su padre, el
Presidente Fremiot, había formado a Juana con una rigidez especial, como
preparándola para terribilísimos problemas que se le pudieran presentar en la
vida, y esta formación le llegó muy oportuna, porque el sartal de dificultades
que le fueron llegando, parecía interminable.
Primero fue la muerte
inesperada de su esposo en tan absurdo accidente y el aguantar pacientemente
por años a su suegro, viejo gruñón y cansón. Luego su hijo Celso, al cual había
preparado con tanto esmero, entró de militar, y al salir a defender la patria
contra los invasores extranjeros y contra los herejes hugonotes, cayó muerto en
la batalla, dejando una viuda muy joven y una niña recién nacida de cuya
formación tuvo que encargarse la madre Chantal. Una de sus hijas se casó con un
alto empleado de la corte, el cual murió inesperadamente en una epidemia, y la
joven esposa en medio de grandes angustias murió al dar a luz a su primer hijo.
En 1622 murió San
Francisco de Sales, dejándola sola al frente de una numerosa Comunidad, recién
fundada, y luego llegó la peste que acabó con buena parte de las religiosas de
su comunidad. Además de todo esto, la alta sociedad no dejaba de criticarla y
burlarse de ella por haber entrado de religiosa San Francisco le escribía una
vez: "Si Ud. se hubiera casado nuevamente con un señor riquísimo, la gente
no la criticaría, pero como se dedicó a servir al Creador del cielo y de la
tierra, ahora sí que la critican sin compasión. Ánimo: trabajar y hacer el bien
incansablemente, y dejar que murmuren hasta que se revienten"
Cuando San Francisco
de Sales murió, se encargó de la dirección espiritual de Juana y de sus
religiosas, San Vicente de Paul, y este santo dejó de ella el siguiente retrato
espiritual: "Era una mujer de gran fe y sin embargo tuvo tentaciones
contra la fe toda su vida. Aparentemente había alcanzado la paz y la
tranquilidad del espíritu, pero en su interior sufría terribles pruebas,
tentaciones abominables y una sequedad espiritual que la hacía sufrir mucho. La
vista de su propia alma la atormentaba. Pero en medio de tan grandes
sufrimientos jamás perdió la serenidad y el buen genio, y todo lo hacía por
amor a Dios y por la salvación de las almas. Por eso la considero como una de
las almas más santas que haya habido sobre la tierra". Magnífico elogio
hecho por un gran santo, acerca de una santa admirable.
En 1641 había visitado ya
uno por uno los 65 conventos que su comunidad tenía en varios países. Tenía 69
años. Le había dicho a Nuestro Señor: "Puedes destruir y cortar y quemar
todo lo que en mí y en mi vida te parezca que es necesario sacrificar para
cooperar a la extensión de tu reino". Y Dios le había aceptado su generoso
ofrecimiento. Extenuada y falta de fuerzas a causa de tanto trabajar y
sacrificarse por la salvación de las almas, expiró santamente el 13 de
diciembre de ese mismo año, 1641. El Papa la declaró santa en 1767.
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