A este santo que fue uno de los doce apóstoles de
Jesús lo pintaban los antiguos con la piel en sus brazos como quien lleva un
abrigo, porque la tradición cuenta que su martirio consistió en que le
arrancaron la piel de su cuerpo, estando él aún vivo.
Parece que Bartolomé es un sobrenombre o segundo
nombre que le fue añadido a su antiguo nombre que era Natanael que significa
"regalo de Dios" Muchos autores creen que el personaje que el
evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman
Bartolomé. Porque San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol
Felipe, le colocan como compañero de Felipe a Natanael.
El encuentro más grande de su
vida
El día en que Natanael o Bartolomé se encontró por
primera vez a Jesús fue para toda su vida una fecha memorable, totalmente
inolvidable. El evangelio de San Juan la narra de la siguiente manera:
"Jesús se encontró a Felipe y le dijo:
"Sígueme". Felipe se encontró a Natanael y le dijo: "Hemos
encontrado a aquél a quien anunciaron Moisés y los profetas. Es Jesús de
Nazaret". Natanael le respondió: " ¿Es que de Nazaret puede salir
algo bueno?" Felipe le dijo: "Ven y verás". Vio Jesús que se
acercaba Natanael y dijo de él: "Ahí tienen a un israelita de verdad, en
quien no hay engaño" Natanael le preguntó: "¿Desde cuando me
conoces?" Le respondió Jesús: "antes de que Felipe te llamara, cuando
tú estabas allá debajo del árbol, yo te vi". Le respondió Natanael:
"Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel". Jesús
le contestó: "Por haber dicho que te vi debajo del árbol, ¿crees? Te
aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir alrededor del Hijo del
Hombre"
Felipe, lo primero que hizo al experimentar el
enorme gozo de ser discípulo de Jesús fue ir a invitar a un gran amigo a que se
hiciera también seguidor de tan excelente maestro. Era una antorcha que
encendía a otra antorcha. Pero nuestro santo al oír que Jesús era de Nazaret aunque
no era de ese pueblo sino de Belén, pero la gente creía que había nacido allí
se extrañó, porque aquél era uno de los más pequeños e ignorados pueblecitos
del país, que ni siquiera aparecía en los mapas. Felipe no le discutió a su
pregunta pesimista sino solamente le hizo una propuesta: "¡Ven y verás que
gran profeta es!"
Una revelación que lo convenció
Y tan pronto como Jesús vio que nuestro santo se le
acercaba, dijo de él un elogio que cualquiera de nosotros envidiaría:
"Este si que es un verdadero israelita, en el cual no hay engaño". El
joven discípulo se admira y le pregunta desde cuándo lo conoce , y el Divino
Maestro le añade algo que le va a conmover: "Allá, debajo de
un árbol estabas pensando qué sería de tu vida futura. Pensabas: ¿Qué querrá
Dios que yo sea y que yo haga? Cuando estabas allá en esos pensamientos, yo te
estaba observando y viendo lo que pensabas". Aquélla revelación lo
impresionó profundamente y lo convenció de que este sí era un verdadero profeta
y un gran amigo de Dios y emocionado exclamó: "¡Maestro, Tú eres el hijo
de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! ¡Maravillosa proclamación! Probablemente
estaba meditando muy seriamente allá abajo del árbol y pidiéndole a Dios que le
iluminara lo que debía de hacer en el futuro, y ahora viene Jesús a decirle que
El leyó sus pensamientos. Esto lo convenció de que se hallaba ante un verdadero
profeta, un hombre de Dios que hasta leía los pensamientos. Y el Redentor le
añadió una noticia muy halagadora. Los israelitas se sabían de memoria la
historia de su antepasado Jacob, el cuál una noche, desterrado de su casa, se
durmió junto a un árbol y vio una escalera que unía la tierra con el cielo y
montones de ángeles que bajaban y subían por esa escalera misteriosa. Jesús
explica a su nuevo amigo que un día verá a esos mismos ángeles rodear al Hijo
del Hombre, a ese salvador del mundo, y acompañarlo, al subir glorioso a las
alturas.
Desde entonces nuestro santo fue un discípulo
incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía
poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles
presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y
recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.
El libro muy antiguo, y muy venerado, llamado el
Martirologio Romano, resume así la vida posterior del santo de hoy: "San
Bartolomé predicó el evangelio en la India. Después pasó a Armenia y allí
convirtió a muchas gentes. Los enemigos de nuestra religión lo martirizaron
quitándole la piel, y después le cortaron la cabeza".
Para San Bartolomé, como para nosotros, la santidad
no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con hazañas
extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer conocer y amar
mas a Jesucristo, y a propagar su santa religión, y en tener una constante
caridad con los demás y tratar de hacer a todos el mayor bien posible.
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