Este fue el más popular de los reyes ingleses de la
antigüedad. Tres cualidades le merecieron su fama de santo: era muy piadoso,
sumamente amable y muy amante de la paz.
Era hijo de Etelredo y a los diez años fue desterrado a
Normandía, Francia, de donde no pudo volver a Inglaterra sino cuando ya tenía
40 años.
Dicen que conservó perpetua castidad.
San Eduardo tuvo unos modos de actuar que lo hicieron
sumamente popular entre sus súbditos y lo convirtieron como en un modelo para
sus futuros reyes. Lo primero que hizo fue suprimir el impuesto de guerra, que
arruinaba mucho a la gente. Luego durante su largo reinado procuró vivir en la
más completa armonía con las cámaras legislativas (que el dividió en dos:
cámara de los lores y cámara de los comunes). Se preocupó siempre por obtener
que gran cantidad de los impuestos que se recogían, se repartieran entre las
gentes más necesitadas.
Un autor que vivió en ese tiempo nos dejó los siguientes datos
acerca de San Eduardo: "Era un verdadero hombre de Dios. Vivía como un
ángel en medio de tantas ocupaciones materiales y se notaba que Dios lo ayudaba
en todo. Eran tan bondadoso que jamás humilló con sus palabras ni al último de
sus servidores. Se mostraba especialmente generoso con los pobres, y con los
emigrantes, y ayudaba mucho a los monjes. Aún el tiempo en que estaba en
vacaciones y dedicado a la cacería, ni un solo día dejaba de asistir a la santa
misa. Era alto, majestuoso, de rostro sonrosado y cabellos blancos. Su sola
presencia inspiraba cariño y aprecio".
Cuando Eduardo estaba desterrado en Normandía prometió a Dios
que si lograba volver a Inglaterra iría en peregrinación a Roma a llevar una
donación al Sumo Pontífice. Cuando ya fue rey, contó a sus colaboradores el
juramento que había hecho, pero estos le dijeron: "el reino está en paz
porque todos le obedecen con gusto Pero si se va a hacer un viaje tan largo,
estallará la guerra civil y se arruinará el país". Entonces envió unos
embajadores a consultar al Papa San León Nono, el cual le mandó decir que le
permitía cambiar su promesa por otra: dar para los pobres lo que iba a gastar
en el viaje, y construir un buen convento para religiosos. Así lo hizo
puntualmente: repartió entre la gente pobre todo lo que había ahorrado para
hacer el viaje, y vendiendo varias de sus propiedades, construyó un convento
para 70 monjes, la famosa Abadía de Westminster (nombre que significa:
monasterio del occidente: West = oeste u occidente. Minster = monasterio). En
la catedral que hay en ese sitio es donde sepultan a los reyes de Inglaterra.
En el año 1066, desgastado de tanto trabajar por su religión y
por su pueblo, sintió que le llegaba la hora de la muerte. A los que lloraban
al verlo morir, les dijo: "No se aflijan ni se entristezcan, pues yo dejo
esta tierra, lugar de dolor y de peligros, para ir a la Patria Celestial donde
la paz reina para siempre".
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