A los doce años, su padre le pone a
trabajar en el telar familiar. Reconociendo su habilidad para la fabricación,
va a Barcelona para perfeccionarse en el arte textil. Sallent Obrero. Se dedica
con verdadera pasión al trabajo; vivía para él día y noche.
Sus oraciones, en cambio, no eran
tantas ni tan fervorosas, aunque no deja la misa dominical ni el rezo del
rosario. Poco a poco se le va olvidando el deseo infantil de ser sacerdote,
pero Dios le iba dirigiendo según sus planes. Unos duros desengaños, y sobre
todo la palabra del Evangelio ¿de qué le sirve a uno ganar todo el mundo si al
final pierde su vida?, sacuden su conciencia. A pesar de las ofertas para
montar su propia fábrica, se niega a satisfacer el deseo de su padre y decide
ser cartujo.
A los 22 años ingresa en el seminario
de Vic, sin perder de vista su intención de ser monje cartujo. Cuando se dirige
a la Cartuja de Montealegre, al año siguiente, una tormenta le obliga a
retroceder y su sueño de vida retirada empieza a desvanecerse. Prosigue sus
estudios seminarísticos en Vic. Sufre una fuerte tentación contra la castidad,
en la que reconoce la intercesión maternal de la Virgen María en su favor y
sobre todo la voluntad de Dios, que le quiere misionero, evangelizador.
Aunque no había concluido los
estudios teológicos, el 13 de junio de 1835 recibe la ordenación sacerdotal
porque su obispo veía en él algo extraordinario. Queda encargado de su
parroquia natal, Sallent. Pero la parroquia no era lo suyo. Siente, cada vez
con más fuerza, que el Señor lo llama a evangelizar. La situación política en
Cataluña, dividida por la guerra civil entre liberales y carlistas, y la de la
Iglesia, sometida a la desconfianza de los gobernantes, no dejaba otra solución
que la de salir de su patria y ofrecerse a Propaganda Fide, encargada entonces
de toda la obra de evangelización de cualquier tipo.
Tras un viaje lleno de peligros,
llegó a Roma. Aprovechó unos días que tenía libres para hacer ejercicios
espirituales en la casa del Gesù de los Jesuitas. Su director le animó a
solicitar el ingreso en la Compañía de Jesús. A principios de 1840, a los
cuatro meses de haber comenzado el noviciado, se ve aquejado de un dolor
intenso en la pierna derecha que le impide caminar. La mano de Dios se hace
sentir. El P. General de los jesuitas le dijo con resolución: Es la voluntad de
Dios que Usted vaya pronto a España; no tenga miedo; ánimo.
De nuevo en Cataluña, se le confía la
parroquia de Viladrau. Al estar ésta bien atendida, puede desplazarse para dar
misiones y ejercicios en poblaciones cercanas. Su obispo, conocedor de la
vocación claretiana y de los frutos de su predicación, le deja libre de toda
atadura parroquial para poder evangelizar de pueblo en pueblo. Por el deseo de
comunión con la Jerarquía y por las facultades pastorales que comportaba,
solicitó a Propaganda Fide el título de "Misionero Apostólico", que
él llenó de contenido espiritual y apostólico.
Recorrió prácticamente toda Cataluña
de 1843 a 1847, predicando la Palabra de Dios, siempre a pie, sin aceptar
dinero ni regalos por su ministerio. Le movía a ello la imitación de
Jesucristo. A pesar de su neutralidad política, pronto iba a sufrir
persecuciones por parte de los gobernantes, y calumnias de quienes combatían la
fe.
Pero San Antonio María Claret no iba
a ser sólo predicador incansable de misiones al pueblo y de ejercicios a
sacerdotes y religiosas. Pronto va descubriendo otros medios de apostolado más
eficaces: publicó devocionarios, pequeños opúsculos dirigidos a sacerdotes,
religiosas, niños, jóvenes, casadas, padres de familia...; fundó la Librería
Religiosa en 1848, que en dos años lanzó 2.811.000 ejemplares de libros,
2.059.500 opúsculos y 4.249.200 hojas volantes.
Como medio eficaz de perseverancia y
progreso en la vida cristiana funda o potencia Cofradías, entre ellas la
Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María, que fue el anticipo de
las "religiosas en sus casas" o "hijas del Santísimo e
Inmaculado Corazón de María", que con el tiempo llegará a ser el Instituto
Secular "Filiación Cordimariana".
Al serle imposible predicar en
Cataluña por la rebelión armada, su obispo lo envió a las Canarias. De febrero
de 1848 a mayo de 1849 recorrió las islas. Pronto y familiarmente se le comenzó
a llamar "el Padrecito". Tan popular se hizo que es co patrono de la
diócesis de las Palmas con la Virgen del Pino.
De vuelta ya en Cataluña, el 16 de
julio de 1849, funda en una celda del seminario de Vic la Congregación de los
Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. La gran obra de Claret
comienza humildemente con cinco sacerdotes dotados del mismo espíritu que el
Fundador. A los pocos días, el 11 de agosto, comunican a Mossen Claret su
nombramiento como Arzobispo de Cuba. A pesar de su resistencia y sus objeciones
a cuenta de la Librería Religiosa y la recién fundada Congregación de
Misioneros, hubo de aceptar ese cargo por obediencia y fue consagrado en Vic el
6 de octubre de 1850.
La situación en la isla de Cuba es
deplorable: explotación y esclavitud, inmoralidad pública, inseguridad
familiar, desafecto a la Iglesia y sobre todo progresiva descristianización.
Nada más llegar comprende que lo más necesario es emprender un trabajo de
renovación en la vida cristiana y promueve una serie de campañas misioneras, en
las que participa él mismo, para llevar la Palabra de Dios a todos los
poblados. Dio a su ministerio episcopal una interpretación misionera. En seis
años recorrió tres veces toda su diócesis. Se preocupó de la renovación
espiritual y pastoral del clero y la fundación de comunidades religiosas. Para
la educación de la juventud y el cuidado de las instituciones asistenciales
logró que los Escolapios, los Jesuitas y las Hijas de la Caridad establecieran
comunidades en Cuba; con la M. Antonia París fundó las Religiosas de María
Inmaculada Misioneras Claretianas el 27 de agosto de 1855. Luchó contra la
esclavitud; creó una Granja-escuela para los niños pobres, puso una Caja de
Ahorros con marcado carácter social, fundó bibliotecas populares. Tanta y tan
diversa actividad le supone enfrentamientos, calumnias, persecuciones y
atentados. El sufrido en Holguín (1 febrero 1856) casi le cuesta la vida,
aunque le hace derramar su sangre por Cristo.
La Reina Isabel II lo elige
personalmente como su Confesor en 1857 y se ve obligado a trasladarse a Madrid.
Debe acudir semanalmente al menos a la Corte a ejercer su ministerio de
confesor y a cuidarse de la educación cristiana del príncipe Alfonso y de las
infantas. Debido a su influencia espiritual y a su firmeza, poco a poco va
cambiando la situación religiosa y moral de la Corte. Vive austera y
pobremente.
Los ministerios de palacio no llenan
ni el tiempo ni el espíritu apostólico de monseñor Claret: ejerce una intensa
actividad en la ciudad: predica y confiesa, escribe libros, visita cárceles y
hospitales. Aprovecha los viajes con los Reyes por España para predicar por
todas partes. Promueve la Academia de San Miguel, un proyecto en el que
pretende aglutinar a intelectuales y artistas para que "se asocien para
fomentar las ciencias y las artes bajo el aspecto religioso, aunar sus
esfuerzos para combatir los errores, propagar los buenos libros y con ellos las
buenas doctrinas".
La Reina le nombra protector de la
iglesia y del hospital de Montserrat de Madrid, y en 1859 Presidente de El
Escorial. Su gestión no puede ser más eficaz y más amplia: restauración del
edificio, equipamiento de la iglesia, establecimiento de una comunidad y un
seminario.
Una de sus mayores preocupaciones
será dotar a España de obispos celosos y proteger e impulsar la vida
consagrada, especialmente la de los Institutos fundados por él, los Misioneros
y las Religiosas de María Inmaculada, o por otros.
Mantiene celosamente su independencia
y neutralidad política siempre, lo que le acarrea múltiples enemistades. Se
convierte en el blanco del odio y venganza de muchos: "no obstante de
haber marchado siempre con precaución en este terreno -se refiere a los
favoritismos-, no he escapado de las malas lenguas", confiesa. Su unión
con Jesucristo alcanza un punto álgido en la gracia de la conservación de las
especies sacramentales otorgado en La Granja de Segovia el 26 de agosto de
1861.
A raíz de la revolución de septiembre
de 1868 parte con la Reina hacia el exilio. En París mantiene su ministerio con
la Reina y el Príncipe de Asturias, funda las Conferencias de la Sda. Familia y
se prodiga en múltiples actividades apostólicas.
Para la celebración de las bodas de
oro sacerdotales del Papa Pío IX va a Roma. Participa en la preparación del
Concilio Vaticano I, en el que interviene defendiendo la infalibilidad
pontificia. Al concluir las sesiones, con la salud ya muy quebrantada y
presumiendo próxima su muerte, se traslada a la comunidad que sus Misioneros
tienen en Prades (Francia).
Hasta ahí llegan sus perseguidores,
que pretenden apresarle y llevarlo a España para juzgarlo y condenarlo. Debe
huir como un delincuente y refugiarse en el monasterio cisterciense de
Fontfroide.
En este monasterio de Fontfroide, a
los 63 años, rodeado del afecto de los monjes y de algunos de sus misioneros,
fallece el 24 de octubre de 1870.
Sus restos mortales se trasladaron a
Vic en 1897. Es beatificado por Pío XI el 25 de febrero de 1934. Pío XII lo
canoniza el 7 de mayo de 1950.
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