Ya entrada la segunda mitad del siglo
XII, después de la reconquista de Tortosa de manos de los árabes, uno de los
caballeros repobladores del campo de Tarragona, de aquellos que contribuyeron
en la obra de la Reconquista, recibe una masía (manso) no lejos de Reus,
conocida aún hoy con el nombre de Calvó, que perpetúa el de la familia de un
santo. En esa masía, e hijo del caballero Calvó y de su mujer Beatriz, nacía en
1180 un tercer hijo varón, Bernardo. Eso ocurre bajo el reinado de Alfonso II
el Casto, hijo de los que han vinculado Aragón y Cataluña, Ramón Berenguer IV
el Santo y Petronila, Tiene tres hermanos y una hermana, y la situación
familiar de abolengo de caballeros ha permitido a Bernardo estudiar Leyes,
posiblemente en la Universidad de Bolonia, muy frecuentada por estudiantes
catalanes. Su compatricio y contemporáneo Raimundo de Peñafort verificará allá
sus estudios de Derecho. Con ello reconocemos en él, hecho ya un mozo, ese
doble carácter, el de caballero, que heredó de su padre, y el de jurista. No es
extraño, pues, que lo encontremos ejerciendo funciones jurídicas y
administrativas en la curia del arzobispo de Tarragona, junto a su baile y
acompañado también de su escudero. Eso refleja el alerta constante con que vive
un hombre de las condiciones de Bernardo, y más aún en ese territorio
tarraconense, cercano al peligro amenazador de los árabes. La victoria de las
Navas de Tolosa (1212) viene a atenuar la tensión de ese alerta, cerrando el
paso a los almohades y cambiando la faz de la dominación árabe en España.
Bregado en el quehacer jurídico se ve en Bernardo a un hombre que entra a
menudo en litigio con otras personas y que deja entrever la conciencia poco
lúcida en su ajetreo administrativo. En él se descubre al hombre de pocos
escrúpulos. Sin embargo, un acontecimiento va a señalarle a ese mozo, que ha
cumplido ya los treinta y dos años, una nueva senda en su vida. Pedro II de
Aragón acababa de morir en la batalla de Muret (12 de septiembre de 1213),
cuando Bernardo caía, a fines del mismo año, gravemente enfermo. El frente a
frente con la muerte, que atestigua una disposición testamentaria de Bernardo,
cambió el rumbo de su vida. Ha descubierto los planes del Señor y' ha visto en
el claustro cisterciense de Santes Creus (Tarragona) el nuevo hogar para su
alma. Allí entró el 30 de marzo de 1214, festividad de Pascua de Resurrección.
Su madre, Beatriz, presencia esa transformación de su Bernardo, pero su padre
ha muerto ya. En ese momento de su retiro al claustro Francisco de Asís pasa
por las veredas del campo de Vich y del Vallés como peregrino, camino de
Santiago de Compostela. La capilla de Sant-Francese Salmuniá (popularizada con
la expresión s'hi moría, es decir, "allá moría") recuerda aún hoy, en
el llano de Vich, uno de los éxtasis que experimentó el poverello de Asís.
Pasa Bernardo un año de noviciado
bajo la regla de los cistercienses y en ella bebe aún el frescor del nuevo
espíritu reformador que ha dejado la obra de San Bernardo de Claraval entre
esos benedictinos blancos. Con un nuevo testamento fechado el 21 de junio de
1215 atestigua el desprendimiento definitivo de sus bienes y propiedades,
entregado de lleno al espíritu de pobreza de la regla cisterciense. Con ese
despojo de sí y de los suyos va a ir al encuentro y en pos de Jesús, el
Maestro. En la soledad y en el silencio transcurre la vida monástica de
Bernardo en Santes Creus. La lectura del abad de Claraval, San Bernardo, puede
forjar su alma cisterciense. La teología de la caridad, que San Bernardo crea,
se centra en la explicación del capítulo séptimo de la regla de San Benito.
Para San Bernardo la ley del Señor es la caridad, aquella caridad que
"mantiene el lazo de unión substancial en la Trinidad de las Personas
divinas", y en él puede leer el monje Calvó, ahora que cala hondo por
doquier el espíritu de reforma del Cister, estas consideraciones sobre el amor:
"Cuando Dios ama no quiere más que una cosa, ser amado, y sólo ama para
ser amado, sabiendo que el amor hará dichosos a cuantos le amen" Unos doce
años de vida austera en el claustro vienen a imponer la figura del monje
Bernardo, por su rectitud y ejemplaridad, como futuro abad del monasterio de
Santes Creus.
Cuando, pues, allá por 1225, la
muerte del abad Ramón deja huérfana la comunidad de Santes Creus, Bernardo es
elegido para dirigir e impulsar con el espíritu del abad de Claraval aquella
comunidad monástica cisterciense. Ese espíritu se revela en su obra de
cofundador y director espiritual de las monjas cistercienses de Valldonzella,
en Barcelona. Su labor profunda y paternal contribuye a que aquella comunidad
de religiosas conozca un florecimiento de vida y de vocaciones. Esa fecha de
1225, que marca un punto de avance para la expansión en Cataluña de las tres órdenes
mendicantes, dominicos, franciscanos y mercedarios, es la de la fundación de
las bernardas cistercienses de Vallvidrera, que dará origen al monasterio de
Valldonzella. Llevaba Bernardo apenas tres años de abad en Santes Creus cuando
en 1228 tuvo una entrevista larga y tendida con los señores Montcada, que
partían para la conquista de Mallorca y serán dos figuras célebres en aquella
empresa contra los árabes y muy estimados de Jaime I el Conquistador. Fue un
adiós al benamat ("muy amado") abad, con el que se entretuvieron
varias horas en coloquio íntimo para dejar en paz su conciencia antes de
emprender la campaña. De ese encuentro con Bernardo salieron los Montcada con "el
rostro pálido y el corazón conmovido", después de haber recibido de él un
abrazo 'efusivo". Uno de los Montcada, Guillermo, iba a dirigir el primer
navío de las fuerzas de Jaime I que zarpó de Salou para Mallorca. Desembarcados
ya en la isla llevan los Montcada el combate contra la sierra del puerto de
Portopí, y allá encuentran la muerte. Cuando a Jaime I le llega la noticia de
que los Montcada han muerto "derrama abundantes lágrimas", según
atestigua su misma Crónica, ante el cadáver de los dos héroes. El abad Bernardo
recibirá los restos de los Montcada para darles sepultura en la tumba que
tenían ya preparada bajo la bóveda acogedora del monasterio de Santes Creus.
La sobriedad, disciplina y el
silencio cisterciense no reinan en todos los monasterios. El espíritu de
reforma de San Bernardo sigue vitalizando la observancia en el claustro, y el
abad Calvó, que lo convive, viene encargado de aportar e infundir ese espíritu
en la comunidad de la abadía cisterciense de Ager (Lérida). La observancia
estricta de la regla y de la clausura para guardar la castidad y el silencio en
el alma, morada de la gracia, viene propugnado por Bernardo, y por eso afirma
que, "siendo como es el silencio la salvaguardia de la vida de un
religioso, lo exhortamos y lo mandamos en el Señor". En noviembre de 1230
el abad Bernardo viene a formar parte del grupo de varones "buenos"
que deben escoger con el arzobispo de Tarragona al obispo de la sede de
Mallorca, recién conquistada. Rasgos de caridad paternal se van recogiendo al
observar el cuidado que reserva a las viudas y a los hijos de aquellos
caballeros que van cayendo en las campañas de la Reconquista. Además, su
caridad se refleja en el gobierno del convento que él rige, por el cuidado
esmerado que prodiga a los enfermos. Mientras el abad de Santes Creus despliega
esa caridad pastoral queda vacante la sede episcopal de Vich. El Cabildo de
aquella sede ha visto en el abad Bernardo "al varón prudente y discreto,
tanto en los asuntos espirituales como en los temporales, a quien la madurez de
edad, la honestidad de su conducta, una formación teológica competente y su
exquisito trato le hacen idóneo con creces para asumir tan santa
dignidad", a saber, la de obispo y pastor de la grey vicense. El abad se
resiste a aceptar la nueva carga, ya que el retiro del claustro enmarca su afán
de mantener viva la conversación con Dios. Sin embargo, al reconocer que era
voluntad del Señor deja el claustro por el báculo de obispo y pastor. Antes de
tomar ese báculo podía recordar el abad las advertencias y recomendaciones que
San Bernardo dirigía a su discípulo, el papa Eugenio III, en un tratado que le
había dedicado: "Vas a presidir para velar, para atender, para cuidar,
para servir... Además no dejes de considerar que tú debes ser la figura de la
rectitud, el que afirma la verdad, el defensor de la fe, el guía de los
cristianos, el pastor de la grey, el maestro de los ignorantes, el refugio de
los oprimidos, el vicario de Cristo" (De considerar).
El espíritu benedictino comunitario
que Bernardo vivía en Santes Creus dejó huella profunda en su vida. Aquel
ambiente cisterciense le acompaña en su palacio episcopal de Vich. Junto al
obispo Bernardo vive una pequeña comunidad de unos cuatro monjes cistercienses
de Santes Creus, que permanece a su lado hasta su muerte. Aquellos monjes le
acompañan en sus tareas pastorales por la diócesis y en las funciones
litúrgicas, siendo testimonio del espíritu monacal y apostólico de Bernardo. En
ello reflejaba el cumplimiento de aquella recomendación de San Bernardo cuando
decía al obispo de Roma: "No te entregues siempre a la actividad, sino que
debes reservarte tiempo para la consideración de aquello que toca a tu interés
espiritual" De considerar. Por eso, llevado por un elevado sentido de la
vida sobrenatural, jerarquiza sus funciones episcopales: primero y sobre todo
la misión espiritual y pastoral, y luego la función de administrador temporal
en lo que concierne al uso de sus prerrogativas feudales. Tanto en lo
espiritual como en lo temporal aquellos monjes son los testigos de sus virtudes
y de su caridad.
La presencia del nuevo obispo,
Bernardo, aporta en la diócesis un mensaje de paz efectivo, ya que la aversión
que reinaba entre algunas familias señoriales y la ciudad va extinguiéndose gracias
a su tacto personal, unido al atractivo de su persona. En él aparece el hombre
adoctrinado por la "ciencia" del bien común. En aquella doble
fisonomía religioso-política que tiene el obispo en esa plena Edad Media
aparece como el que vela por el bien de cuantos forman su grey. Su primer
cuidado está dirigido al culto divino y a la administración de los sacramentos;
para ello vela por la buena formación del sacerdote y por la dignidad de los
templos. Al sacerdote le exige la sencillez en el vestir y la ejemplaridad en
su conducta, y para mantener firme ese su carácter obra paternalmente, pero de
un modo enérgico cuando se trata de salvaguardar la dignidad del sacerdocio.
Facilita un complemento de la formación sacerdotal a quien lo merece, abriendo
camino para que algunos la completen en universidades del extranjero, sobre
todo en la de Bolonia. Los numerosos templos consagrados durante su episcopado
atestiguan el fruto de su labor pastoral. Al lado de eso participa Bernardo, al
igual que Raimundo de Peñafort, del entusiasmo que ha levantado Jaime I en pro
de la conquista de Valencia y acude a las Cortes de Monzón (1236), en que se
determina aquella empresa. Fiel al compromiso allí contraído y a la bula del
papa Gregorio IX (2 de febrero de 1237), que estimulaba a prestar auxilio al
rey "que había ya tomado la cruz contra los infieles de Valencia",
estimula la cruzada en la diócesis y son numerosos los caballeros que toman
parte en ella. El mismo obispo Bernardo parte para Valencia el 31 de mayo de
1238; actúa allá en su doble misión de consejero y pastor, y junto al rey, y
con otros signatarios, firma el 3 de octubre de 1238 en el acta de capitulación
de Valencia. Con ello ha convivido dos acontecimientos históricos del reinado
de Jaime I: la toma de Mallorca y la de Valencia.
Como ayer en Santes Creus, una nota
singular señala el pontificado de Bernardo en la sede de Vich: el ejercicio de
su caridad. Lo profesa su testamento, que viene a ser un legado de espíritu de
desprendimiento. En su quehacer cotidiano tuvo en cuenta aquella recomendación
de San Bernardo: "Considera ante todo que tú eres quien debes cuidar de
los pobres, tú eres la esperanza de los que sufren la miseria y el tutor de los
huérfanos" (De considerat., 1.3 c.3). El obispo Bernardo Calvó "entregó
felizmente su alma al Señor" el día 26 de octubre de 1243 y canceló su
vida con un testamento propio del pastor y del padre de los suyos. Bernardo de
Claraval (1090-1153), que le precedió casi un siglo, creó la fisonomía que
tomaría la vida religiosa en muchos monasterios de Europa y la vida de piedad
popular en la segunda mitad de la Edad Media. Bernardo Calvó vino a ser uno de
sus hijos que difundirá aquella fisonomía de la vida monástica en Cataluña y
aquella forma de piedad popular en su diócesis de Vich, sellándolo todo con el
título de apóstol de la caridad.
Esos trazos que hemos entresacado de
los documentos y crónicas van tejiendo la semblanza de un "hombre
justo", bueno y prudente, que en la rectitud de su vida y en su obra de
pastor refleja aquel "hombre santo" aclamado por el juicio popular de
los fieles. No habían transcurrido los seis meses de su muerte cuando ya estaba
creada una comisión de canónigos destinada a recopilar y examinar los hechos
prodigiosos que había obrado el santo obispo. No han pasado veinticinco años de
la muerte del obispo Bernardo cuando uno de sus sucesores, al dirigirse a los
fieles para restaurar la catedral, pone la obra bajo su advocación, recordando
que en ella "está sepultado el cuerpo del Beato Bernardo, por mediación
del cual el Señor obra muchos milagros", y unos quince años más tarde el
Cabildo catedral recuerda a Bernardo y lo designa como "varón santo y
beato de santa memoria", que fue "columna firme que cumplió las obras
que le eran propias del amor y de la caridad"; por ello reclama que se
levante un altar en "honor y reverencia de dicho santo" y que se
celebre su fiesta todos los años el día 26 de octubre.)
No ha pasado el siglo de la muerte de
San Bernardo cuando, y para que él mismo pueda comprobar la verdad de algunos
de esos hechos milagrosos extrae el abad "un cuaderno papiráceo
antiguo" de un libro de sermones sobre la Virgen y se lo envía.
Finalmente, un breve apostólico de Clemente XI (26 de septiembre de 1710)
coloca la festividad de San Bernardo Calvó entre las fiestas propias del
Cister.
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