sábado, 29 de octubre de 2016

SAN NARCISO



Era ya muy anciano cuando fue elegido obispo de Jerusalén. Eusebio cuenta que, en su tiempo, los cristianos de este lugar recordaban todavía algunos de los milagros del santo obispo.

Por ejemplo como los diáconos no tuviesen aceite para las lámparas la víspera de la Pascua, San Narciso pidió que trajesen agua, se puso en oración y después mandó que la pusiesen en las lámparas. Así lo hicieron y el agua se transformó en aceite. 

Algunos molestos por la severidad del santo, y por la disciplina que exigía en su diócesis, le acusaron de haber cometido un crimen.

Para no ser causa de conflicto decidió retirarse a la soledad. Ya no se supo más de él hasta que, durante el gobierno de Gordio, apareció nuevamente.

Como ya se sentía muy anciano para retomar el obispado, nombró a San Alejandro por coadjutor.

Se dice que Narciso murió a los 116 años.

viernes, 28 de octubre de 2016

SAN JUDAS TADEO Y SAN SIMÓN



Hoy se celebra en toda la Iglesia universal la fiesta de estos dos apóstoles del Evangelio.

Simón pertenecía al grupo formado en Israel. Se llamaban los “zelotes”. Su fin era trabajar duramente contra la invasión romana en su país. Sin embargo, la escucha de la palabra de Cristo fue para él el descubrimiento a la universalidad del amor de Dios.

Judas se ha convertido en un de los santos más populares por los favores que concede a la gente en lo concerniente a la búsqueda de trabajo.

Esta devoción la vivió ya en su vida la santa Brígida. Se puede leer en su libro “Las revelaciones” el profundo respeto y devoción por este apóstol del siglo I de nuestra era.

¿Por qué razón celebran la fiesta el mismo día?

La cosa es muy sencilla. Cuenta la tradición que los dos iban siempre juntos en su rico y fecundo apostolado. El Señor lo llamó para completar el número de los doce apóstoles, encargados de ser los continuadores de la obra de Jesús en el mundo.

Se le llama Tadeo para distinguirlo del otro Judas Iscariote que traicionó, vendió al Señor por treinta monedas de plata y después se ahorcó.

San Judas escribió poco. Tan sólo una Carta suya se encuentra en la Biblia. La finalidad de su escrito era una crítica severa contra los gnósticos, una herejía que separa lo físico de lo espiritual. Lo físico o corporal es malo, y el espiritual es el bueno. Y los dos provienen mediante emanaciones del mismo Dios.

Su Carta termina con estas palabras:" Sea gloria eterna a nuestro Señor Jesucristo, que es capaz de conservarnos libres de pecados, y sin mancha en el alma y con gran alegría".

Los dos murieron martirizados de forma cruel.

jueves, 27 de octubre de 2016

SAN FRUMENCIO



Nacido en Tiro, fue en viaje con un tío suyo a Etiopía, pero el navío fue apresado y sus pasajeros pasados a cuchillo.

Sólo se perdonó la vida a Frumencio porque era muy joven. Llevado a la corte del rey de Aksum, se conquistó muy pronto todas las simpatías y se lo dejó libre.

Aprovechó su libertad para dedicarse a predicar el Evangelio a aquellas gentes y no tardó en convertir al mismo rey, introduciendo de esta manera el cristianismo en Etiopía.

Está considerado como el verdadero apóstol de ese país.

Los etíopes lo llaman "Abba Salama", el padre de la paz, el revelador de la luz.

Murió el año 370.

miércoles, 26 de octubre de 2016

SAN BERNARDO



Ya entrada la segunda mitad del siglo XII, después de la reconquista de Tortosa de manos de los árabes, uno de los caballeros repobladores del campo de Tarragona, de aquellos que contribuyeron en la obra de la Reconquista, recibe una masía (manso) no lejos de Reus, conocida aún hoy con el nombre de Calvó, que perpetúa el de la familia de un santo. En esa masía, e hijo del caballero Calvó y de su mujer Beatriz, nacía en 1180 un tercer hijo varón, Bernardo. Eso ocurre bajo el reinado de Alfonso II el Casto, hijo de los que han vinculado Aragón y Cataluña, Ramón Berenguer IV el Santo y Petronila, Tiene tres hermanos y una hermana, y la situación familiar de abolengo de caballeros ha permitido a Bernardo estudiar Leyes, posiblemente en la Universidad de Bolonia, muy frecuentada por estudiantes catalanes. Su compatricio y contemporáneo Raimundo de Peñafort verificará allá sus estudios de Derecho. Con ello reconocemos en él, hecho ya un mozo, ese doble carácter, el de caballero, que heredó de su padre, y el de jurista. No es extraño, pues, que lo encontremos ejerciendo funciones jurídicas y administrativas en la curia del arzobispo de Tarragona, junto a su baile y acompañado también de su escudero. Eso refleja el alerta constante con que vive un hombre de las condiciones de Bernardo, y más aún en ese territorio tarraconense, cercano al peligro amenazador de los árabes. La victoria de las Navas de Tolosa (1212) viene a atenuar la tensión de ese alerta, cerrando el paso a los almohades y cambiando la faz de la dominación árabe en España. Bregado en el quehacer jurídico se ve en Bernardo a un hombre que entra a menudo en litigio con otras personas y que deja entrever la conciencia poco lúcida en su ajetreo administrativo. En él se descubre al hombre de pocos escrúpulos. Sin embargo, un acontecimiento va a señalarle a ese mozo, que ha cumplido ya los treinta y dos años, una nueva senda en su vida. Pedro II de Aragón acababa de morir en la batalla de Muret (12 de septiembre de 1213), cuando Bernardo caía, a fines del mismo año, gravemente enfermo. El frente a frente con la muerte, que atestigua una disposición testamentaria de Bernardo, cambió el rumbo de su vida. Ha descubierto los planes del Señor y' ha visto en el claustro cisterciense de Santes Creus (Tarragona) el nuevo hogar para su alma. Allí entró el 30 de marzo de 1214, festividad de Pascua de Resurrección. Su madre, Beatriz, presencia esa transformación de su Bernardo, pero su padre ha muerto ya. En ese momento de su retiro al claustro Francisco de Asís pasa por las veredas del campo de Vich y del Vallés como peregrino, camino de Santiago de Compostela. La capilla de Sant-Francese Salmuniá (popularizada con la expresión s'hi moría, es decir, "allá moría") recuerda aún hoy, en el llano de Vich, uno de los éxtasis que experimentó el poverello de Asís.

Pasa Bernardo un año de noviciado bajo la regla de los cistercienses y en ella bebe aún el frescor del nuevo espíritu reformador que ha dejado la obra de San Bernardo de Claraval entre esos benedictinos blancos. Con un nuevo testamento fechado el 21 de junio de 1215 atestigua el desprendimiento definitivo de sus bienes y propiedades, entregado de lleno al espíritu de pobreza de la regla cisterciense. Con ese despojo de sí y de los suyos va a ir al encuentro y en pos de Jesús, el Maestro. En la soledad y en el silencio transcurre la vida monástica de Bernardo en Santes Creus. La lectura del abad de Claraval, San Bernardo, puede forjar su alma cisterciense. La teología de la caridad, que San Bernardo crea, se centra en la explicación del capítulo séptimo de la regla de San Benito. Para San Bernardo la ley del Señor es la caridad, aquella caridad que "mantiene el lazo de unión substancial en la Trinidad de las Personas divinas", y en él puede leer el monje Calvó, ahora que cala hondo por doquier el espíritu de reforma del Cister, estas consideraciones sobre el amor: "Cuando Dios ama no quiere más que una cosa, ser amado, y sólo ama para ser amado, sabiendo que el amor hará dichosos a cuantos le amen" Unos doce años de vida austera en el claustro vienen a imponer la figura del monje Bernardo, por su rectitud y ejemplaridad, como futuro abad del monasterio de Santes Creus.

Cuando, pues, allá por 1225, la muerte del abad Ramón deja huérfana la comunidad de Santes Creus, Bernardo es elegido para dirigir e impulsar con el espíritu del abad de Claraval aquella comunidad monástica cisterciense. Ese espíritu se revela en su obra de cofundador y director espiritual de las monjas cistercienses de Valldonzella, en Barcelona. Su labor profunda y paternal contribuye a que aquella comunidad de religiosas conozca un florecimiento de vida y de vocaciones. Esa fecha de 1225, que marca un punto de avance para la expansión en Cataluña de las tres órdenes mendicantes, dominicos, franciscanos y mercedarios, es la de la fundación de las bernardas cistercienses de Vallvidrera, que dará origen al monasterio de Valldonzella. Llevaba Bernardo apenas tres años de abad en Santes Creus cuando en 1228 tuvo una entrevista larga y tendida con los señores Montcada, que partían para la conquista de Mallorca y serán dos figuras célebres en aquella empresa contra los árabes y muy estimados de Jaime I el Conquistador. Fue un adiós al benamat ("muy amado") abad, con el que se entretuvieron varias horas en coloquio íntimo para dejar en paz su conciencia antes de emprender la campaña. De ese encuentro con Bernardo salieron los Montcada con "el rostro pálido y el corazón conmovido", después de haber recibido de él un abrazo 'efusivo". Uno de los Montcada, Guillermo, iba a dirigir el primer navío de las fuerzas de Jaime I que zarpó de Salou para Mallorca. Desembarcados ya en la isla llevan los Montcada el combate contra la sierra del puerto de Portopí, y allá encuentran la muerte. Cuando a Jaime I le llega la noticia de que los Montcada han muerto "derrama abundantes lágrimas", según atestigua su misma Crónica, ante el cadáver de los dos héroes. El abad Bernardo recibirá los restos de los Montcada para darles sepultura en la tumba que tenían ya preparada bajo la bóveda acogedora del monasterio de Santes Creus.

La sobriedad, disciplina y el silencio cisterciense no reinan en todos los monasterios. El espíritu de reforma de San Bernardo sigue vitalizando la observancia en el claustro, y el abad Calvó, que lo convive, viene encargado de aportar e infundir ese espíritu en la comunidad de la abadía cisterciense de Ager (Lérida). La observancia estricta de la regla y de la clausura para guardar la castidad y el silencio en el alma, morada de la gracia, viene propugnado por Bernardo, y por eso afirma que, "siendo como es el silencio la salvaguardia de la vida de un religioso, lo exhortamos y lo mandamos en el Señor". En noviembre de 1230 el abad Bernardo viene a formar parte del grupo de varones "buenos" que deben escoger con el arzobispo de Tarragona al obispo de la sede de Mallorca, recién conquistada. Rasgos de caridad paternal se van recogiendo al observar el cuidado que reserva a las viudas y a los hijos de aquellos caballeros que van cayendo en las campañas de la Reconquista. Además, su caridad se refleja en el gobierno del convento que él rige, por el cuidado esmerado que prodiga a los enfermos. Mientras el abad de Santes Creus despliega esa caridad pastoral queda vacante la sede episcopal de Vich. El Cabildo de aquella sede ha visto en el abad Bernardo "al varón prudente y discreto, tanto en los asuntos espirituales como en los temporales, a quien la madurez de edad, la honestidad de su conducta, una formación teológica competente y su exquisito trato le hacen idóneo con creces para asumir tan santa dignidad", a saber, la de obispo y pastor de la grey vicense. El abad se resiste a aceptar la nueva carga, ya que el retiro del claustro enmarca su afán de mantener viva la conversación con Dios. Sin embargo, al reconocer que era voluntad del Señor deja el claustro por el báculo de obispo y pastor. Antes de tomar ese báculo podía recordar el abad las advertencias y recomendaciones que San Bernardo dirigía a su discípulo, el papa Eugenio III, en un tratado que le había dedicado: "Vas a presidir para velar, para atender, para cuidar, para servir... Además no dejes de considerar que tú debes ser la figura de la rectitud, el que afirma la verdad, el defensor de la fe, el guía de los cristianos, el pastor de la grey, el maestro de los ignorantes, el refugio de los oprimidos, el vicario de Cristo" (De considerar).

El espíritu benedictino comunitario que Bernardo vivía en Santes Creus dejó huella profunda en su vida. Aquel ambiente cisterciense le acompaña en su palacio episcopal de Vich. Junto al obispo Bernardo vive una pequeña comunidad de unos cuatro monjes cistercienses de Santes Creus, que permanece a su lado hasta su muerte. Aquellos monjes le acompañan en sus tareas pastorales por la diócesis y en las funciones litúrgicas, siendo testimonio del espíritu monacal y apostólico de Bernardo. En ello reflejaba el cumplimiento de aquella recomendación de San Bernardo cuando decía al obispo de Roma: "No te entregues siempre a la actividad, sino que debes reservarte tiempo para la consideración de aquello que toca a tu interés espiritual" De considerar. Por eso, llevado por un elevado sentido de la vida sobrenatural, jerarquiza sus funciones episcopales: primero y sobre todo la misión espiritual y pastoral, y luego la función de administrador temporal en lo que concierne al uso de sus prerrogativas feudales. Tanto en lo espiritual como en lo temporal aquellos monjes son los testigos de sus virtudes y de su caridad.

La presencia del nuevo obispo, Bernardo, aporta en la diócesis un mensaje de paz efectivo, ya que la aversión que reinaba entre algunas familias señoriales y la ciudad va extinguiéndose gracias a su tacto personal, unido al atractivo de su persona. En él aparece el hombre adoctrinado por la "ciencia" del bien común. En aquella doble fisonomía religioso-política que tiene el obispo en esa plena Edad Media aparece como el que vela por el bien de cuantos forman su grey. Su primer cuidado está dirigido al culto divino y a la administración de los sacramentos; para ello vela por la buena formación del sacerdote y por la dignidad de los templos. Al sacerdote le exige la sencillez en el vestir y la ejemplaridad en su conducta, y para mantener firme ese su carácter obra paternalmente, pero de un modo enérgico cuando se trata de salvaguardar la dignidad del sacerdocio. Facilita un complemento de la formación sacerdotal a quien lo merece, abriendo camino para que algunos la completen en universidades del extranjero, sobre todo en la de Bolonia. Los numerosos templos consagrados durante su episcopado atestiguan el fruto de su labor pastoral. Al lado de eso participa Bernardo, al igual que Raimundo de Peñafort, del entusiasmo que ha levantado Jaime I en pro de la conquista de Valencia y acude a las Cortes de Monzón (1236), en que se determina aquella empresa. Fiel al compromiso allí contraído y a la bula del papa Gregorio IX (2 de febrero de 1237), que estimulaba a prestar auxilio al rey "que había ya tomado la cruz contra los infieles de Valencia", estimula la cruzada en la diócesis y son numerosos los caballeros que toman parte en ella. El mismo obispo Bernardo parte para Valencia el 31 de mayo de 1238; actúa allá en su doble misión de consejero y pastor, y junto al rey, y con otros signatarios, firma el 3 de octubre de 1238 en el acta de capitulación de Valencia. Con ello ha convivido dos acontecimientos históricos del reinado de Jaime I: la toma de Mallorca y la de Valencia.

Como ayer en Santes Creus, una nota singular señala el pontificado de Bernardo en la sede de Vich: el ejercicio de su caridad. Lo profesa su testamento, que viene a ser un legado de espíritu de desprendimiento. En su quehacer cotidiano tuvo en cuenta aquella recomendación de San Bernardo: "Considera ante todo que tú eres quien debes cuidar de los pobres, tú eres la esperanza de los que sufren la miseria y el tutor de los huérfanos" (De considerat., 1.3 c.3). El obispo Bernardo Calvó "entregó felizmente su alma al Señor" el día 26 de octubre de 1243 y canceló su vida con un testamento propio del pastor y del padre de los suyos. Bernardo de Claraval (1090-1153), que le precedió casi un siglo, creó la fisonomía que tomaría la vida religiosa en muchos monasterios de Europa y la vida de piedad popular en la segunda mitad de la Edad Media. Bernardo Calvó vino a ser uno de sus hijos que difundirá aquella fisonomía de la vida monástica en Cataluña y aquella forma de piedad popular en su diócesis de Vich, sellándolo todo con el título de apóstol de la caridad.

Esos trazos que hemos entresacado de los documentos y crónicas van tejiendo la semblanza de un "hombre justo", bueno y prudente, que en la rectitud de su vida y en su obra de pastor refleja aquel "hombre santo" aclamado por el juicio popular de los fieles. No habían transcurrido los seis meses de su muerte cuando ya estaba creada una comisión de canónigos destinada a recopilar y examinar los hechos prodigiosos que había obrado el santo obispo. No han pasado veinticinco años de la muerte del obispo Bernardo cuando uno de sus sucesores, al dirigirse a los fieles para restaurar la catedral, pone la obra bajo su advocación, recordando que en ella "está sepultado el cuerpo del Beato Bernardo, por mediación del cual el Señor obra muchos milagros", y unos quince años más tarde el Cabildo catedral recuerda a Bernardo y lo designa como "varón santo y beato de santa memoria", que fue "columna firme que cumplió las obras que le eran propias del amor y de la caridad"; por ello reclama que se levante un altar en "honor y reverencia de dicho santo" y que se celebre su fiesta todos los años el día 26 de octubre.)

No ha pasado el siglo de la muerte de San Bernardo cuando, y para que él mismo pueda comprobar la verdad de algunos de esos hechos milagrosos extrae el abad "un cuaderno papiráceo antiguo" de un libro de sermones sobre la Virgen y se lo envía. Finalmente, un breve apostólico de Clemente XI (26 de septiembre de 1710) coloca la festividad de San Bernardo Calvó entre las fiestas propias del Cister.

martes, 25 de octubre de 2016

SAN CRISANTO Y SANTA DARÍA



San Crisanto y Santa Daría no pudieron ser inducidos, ni por las amenazas ni por las promesas, a adorar a los ídolos.

Viéndolos firmes y dispuestos a morir antes que ofender a Dios, el tirano hizo envolver a Crisanto en la piel de un buey y lo expuso así a los ardores de un sol ardiente; hizo conducir a Daría a un lugar de libertinaje, pero un león la defendió contra las infames tentativas de sus enemigos.

Entonces el tirano los hizo arrojar a los dos en un gran brasero, pero salieron de entre las llamas sin haber experimentado mal alguno.

Por fin, fueron conducidos a un arenal y allí enterrados vivos bajo un montón de piedras.

lunes, 24 de octubre de 2016

SAN ANTONIO MARÍA CLARET



A los doce años, su padre le pone a trabajar en el telar familiar. Reconociendo su habilidad para la fabricación, va a Barcelona para perfeccionarse en el arte textil. Sallent Obrero. Se dedica con verdadera pasión al trabajo; vivía para él día y noche.

Sus oraciones, en cambio, no eran tantas ni tan fervorosas, aunque no deja la misa dominical ni el rezo del rosario. Poco a poco se le va olvidando el deseo infantil de ser sacerdote, pero Dios le iba dirigiendo según sus planes. Unos duros desengaños, y sobre todo la palabra del Evangelio ¿de qué le sirve a uno ganar todo el mundo si al final pierde su vida?, sacuden su conciencia. A pesar de las ofertas para montar su propia fábrica, se niega a satisfacer el deseo de su padre y decide ser cartujo.

A los 22 años ingresa en el seminario de Vic, sin perder de vista su intención de ser monje cartujo. Cuando se dirige a la Cartuja de Montealegre, al año siguiente, una tormenta le obliga a retroceder y su sueño de vida retirada empieza a desvanecerse. Prosigue sus estudios seminarísticos en Vic. Sufre una fuerte tentación contra la castidad, en la que reconoce la intercesión maternal de la Virgen María en su favor y sobre todo la voluntad de Dios, que le quiere misionero, evangelizador.

Aunque no había concluido los estudios teológicos, el 13 de junio de 1835 recibe la ordenación sacerdotal porque su obispo veía en él algo extraordinario. Queda encargado de su parroquia natal, Sallent. Pero la parroquia no era lo suyo. Siente, cada vez con más fuerza, que el Señor lo llama a evangelizar. La situación política en Cataluña, dividida por la guerra civil entre liberales y carlistas, y la de la Iglesia, sometida a la desconfianza de los gobernantes, no dejaba otra solución que la de salir de su patria y ofrecerse a Propaganda Fide, encargada entonces de toda la obra de evangelización de cualquier tipo.

Tras un viaje lleno de peligros, llegó a Roma. Aprovechó unos días que tenía libres para hacer ejercicios espirituales en la casa del Gesù de los Jesuitas. Su director le animó a solicitar el ingreso en la Compañía de Jesús. A principios de 1840, a los cuatro meses de haber comenzado el noviciado, se ve aquejado de un dolor intenso en la pierna derecha que le impide caminar. La mano de Dios se hace sentir. El P. General de los jesuitas le dijo con resolución: Es la voluntad de Dios que Usted vaya pronto a España; no tenga miedo; ánimo.

De nuevo en Cataluña, se le confía la parroquia de Viladrau. Al estar ésta bien atendida, puede desplazarse para dar misiones y ejercicios en poblaciones cercanas. Su obispo, conocedor de la vocación claretiana y de los frutos de su predicación, le deja libre de toda atadura parroquial para poder evangelizar de pueblo en pueblo. Por el deseo de comunión con la Jerarquía y por las facultades pastorales que comportaba, solicitó a Propaganda Fide el título de "Misionero Apostólico", que él llenó de contenido espiritual y apostólico.

Recorrió prácticamente toda Cataluña de 1843 a 1847, predicando la Palabra de Dios, siempre a pie, sin aceptar dinero ni regalos por su ministerio. Le movía a ello la imitación de Jesucristo. A pesar de su neutralidad política, pronto iba a sufrir persecuciones por parte de los gobernantes, y calumnias de quienes combatían la fe.

Pero San Antonio María Claret no iba a ser sólo predicador incansable de misiones al pueblo y de ejercicios a sacerdotes y religiosas. Pronto va descubriendo otros medios de apostolado más eficaces: publicó devocionarios, pequeños opúsculos dirigidos a sacerdotes, religiosas, niños, jóvenes, casadas, padres de familia...; fundó la Librería Religiosa en 1848, que en dos años lanzó 2.811.000 ejemplares de libros, 2.059.500 opúsculos y 4.249.200 hojas volantes.

Como medio eficaz de perseverancia y progreso en la vida cristiana funda o potencia Cofradías, entre ellas la Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María, que fue el anticipo de las "religiosas en sus casas" o "hijas del Santísimo e Inmaculado Corazón de María", que con el tiempo llegará a ser el Instituto Secular "Filiación Cordimariana". 

Al serle imposible predicar en Cataluña por la rebelión armada, su obispo lo envió a las Canarias. De febrero de 1848 a mayo de 1849 recorrió las islas. Pronto y familiarmente se le comenzó a llamar "el Padrecito". Tan popular se hizo que es co patrono de la diócesis de las Palmas con la Virgen del Pino.

De vuelta ya en Cataluña, el 16 de julio de 1849, funda en una celda del seminario de Vic la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. La gran obra de Claret comienza humildemente con cinco sacerdotes dotados del mismo espíritu que el Fundador. A los pocos días, el 11 de agosto, comunican a Mossen Claret su nombramiento como Arzobispo de Cuba. A pesar de su resistencia y sus objeciones a cuenta de la Librería Religiosa y la recién fundada Congregación de Misioneros, hubo de aceptar ese cargo por obediencia y fue consagrado en Vic el 6 de octubre de 1850.

La situación en la isla de Cuba es deplorable: explotación y esclavitud, inmoralidad pública, inseguridad familiar, desafecto a la Iglesia y sobre todo progresiva descristianización. Nada más llegar comprende que lo más necesario es emprender un trabajo de renovación en la vida cristiana y promueve una serie de campañas misioneras, en las que participa él mismo, para llevar la Palabra de Dios a todos los poblados. Dio a su ministerio episcopal una interpretación misionera. En seis años recorrió tres veces toda su diócesis. Se preocupó de la renovación espiritual y pastoral del clero y la fundación de comunidades religiosas. Para la educación de la juventud y el cuidado de las instituciones asistenciales logró que los Escolapios, los Jesuitas y las Hijas de la Caridad establecieran comunidades en Cuba; con la M. Antonia París fundó las Religiosas de María Inmaculada Misioneras Claretianas el 27 de agosto de 1855. Luchó contra la esclavitud; creó una Granja-escuela para los niños pobres, puso una Caja de Ahorros con marcado carácter social, fundó bibliotecas populares. Tanta y tan diversa actividad le supone enfrentamientos, calumnias, persecuciones y atentados. El sufrido en Holguín (1 febrero 1856) casi le cuesta la vida, aunque le hace derramar su sangre por Cristo.

La Reina Isabel II lo elige personalmente como su Confesor en 1857 y se ve obligado a trasladarse a Madrid. Debe acudir semanalmente al menos a la Corte a ejercer su ministerio de confesor y a cuidarse de la educación cristiana del príncipe Alfonso y de las infantas. Debido a su influencia espiritual y a su firmeza, poco a poco va cambiando la situación religiosa y moral de la Corte. Vive austera y pobremente.

Los ministerios de palacio no llenan ni el tiempo ni el espíritu apostólico de monseñor Claret: ejerce una intensa actividad en la ciudad: predica y confiesa, escribe libros, visita cárceles y hospitales. Aprovecha los viajes con los Reyes por España para predicar por todas partes. Promueve la Academia de San Miguel, un proyecto en el que pretende aglutinar a intelectuales y artistas para que "se asocien para fomentar las ciencias y las artes bajo el aspecto religioso, aunar sus esfuerzos para combatir los errores, propagar los buenos libros y con ellos las buenas doctrinas".

La Reina le nombra protector de la iglesia y del hospital de Montserrat de Madrid, y en 1859 Presidente de El Escorial. Su gestión no puede ser más eficaz y más amplia: restauración del edificio, equipamiento de la iglesia, establecimiento de una comunidad y un seminario.

Una de sus mayores preocupaciones será dotar a España de obispos celosos y proteger e impulsar la vida consagrada, especialmente la de los Institutos fundados por él, los Misioneros y las Religiosas de María Inmaculada, o por otros. 

Mantiene celosamente su independencia y neutralidad política siempre, lo que le acarrea múltiples enemistades. Se convierte en el blanco del odio y venganza de muchos: "no obstante de haber marchado siempre con precaución en este terreno -se refiere a los favoritismos-, no he escapado de las malas lenguas", confiesa. Su unión con Jesucristo alcanza un punto álgido en la gracia de la conservación de las especies sacramentales otorgado en La Granja de Segovia el 26 de agosto de 1861.

A raíz de la revolución de septiembre de 1868 parte con la Reina hacia el exilio. En París mantiene su ministerio con la Reina y el Príncipe de Asturias, funda las Conferencias de la Sda. Familia y se prodiga en múltiples actividades apostólicas.

Para la celebración de las bodas de oro sacerdotales del Papa Pío IX va a Roma. Participa en la preparación del Concilio Vaticano I, en el que interviene defendiendo la infalibilidad pontificia. Al concluir las sesiones, con la salud ya muy quebrantada y presumiendo próxima su muerte, se traslada a la comunidad que sus Misioneros tienen en Prades (Francia).

Hasta ahí llegan sus perseguidores, que pretenden apresarle y llevarlo a España para juzgarlo y condenarlo. Debe huir como un delincuente y refugiarse en el monasterio cisterciense de Fontfroide.

En este monasterio de Fontfroide, a los 63 años, rodeado del afecto de los monjes y de algunos de sus misioneros, fallece el 24 de octubre de 1870.

Sus restos mortales se trasladaron a Vic en 1897. Es beatificado por Pío XI el 25 de febrero de 1934. Pío XII lo canoniza el 7 de mayo de 1950.

sábado, 22 de octubre de 2016

SAN JUAN PABLO II



Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.

Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.

Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.

A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del "Teatro Rapsódico", también clandestino.

Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.

Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.

En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada "Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler". Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Ética Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.

El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugenius Baziak.

El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.

Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su pontificado.

Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años.

Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la "sollicitudo omnium Ecclesiarum" y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.

Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese número no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000 y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.

Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.

Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.

Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.

Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.

Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.

Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno "in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.

Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).

Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas.

Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana.

Publicó también cinco libros como doctor privado: "Cruzando el umbral de la esperanza" (octubre de 1994);"Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal" (noviembre de 1996); "Tríptico romano - Meditaciones", libro de poesías (marzo de 2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e identidad” (febrero de 2005).
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina.

Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.

El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.

El Papa Benedicto XVI lo beatificó el 1 de mayo de 2011.

El Santo Padre Francisco lo canonizó, junto a Juan XXIII, el 27 de abril del 2014.

viernes, 21 de octubre de 2016

SAN GERARDO



El Papa Pío XII dijo que San Gerardo es un modelo admirable para los hermanos de las comunidades religiosas. Y León XIII afirmaba que este santo es uno de los jóvenes más angelicales que Dios ha dado a los hombres por modelo. Sólo vivió 29 años en esta tierra pero llenó sus alrededores de hechos admirables.

Nació en Muro, un pueblecito cerca de Nápoles, Italia.

La mamá dijo de él: "Desde pequeñito su mayor delicia era entrar al templo y rezar ante el Santísimo Sacramento del altar. Cuando estaba orando ante la Santa Hostia se olvidaba hasta de ir a comer. En la casa en cualquier rato libre que tenía se dedicaba a rezar. Parecía que le agradaba más pensar en el cielo que en la tierra".

Cuando cumplió los diez años, su confesor le dio permiso de comulgar cada tres días, caso raro en esa época en que a causa de un error llamado jansenismo, las gentes decían que no había que comulgar sino de vez en cuando.

Cuando murió su padre, Gerardo tuvo que abandonar sus estudios y dedicarse a aprender sastrería. Fue tratado muy duramente por un compañero supremamente áspero, pero jamás el otro logró que le respondiera a sus malos tratos. Luego pasó a trabajar como obrero de un señor de la ciudad y este lo trataba ásperamente y lo regañaba sin causa justa. Ni una sola vez el joven protestó por este modo cruel de tratarlo. Quería imitar a Jesús que cuando era ultrajado y tratado mal, se quedaba en silencio.

Luego Gerardo puso una sastrería, y las ganancias que conseguía las dividía en tres partes iguales: una para su mamá, para los gastos de la casa. Otra para los pobres y la tercera para pagar misas. Pagaba muchas misas por las almas de los difuntos.

Cuando tenía 23 años llegaron a su pueblo a predicar, unos padres redentoristas, y Gerardo les pidió que lo admitieran en su comunidad como un hermano lego. El superior de la misión no quería admitirlo, pero al fin ante tantos ruegos, lo envió a la casa de formación con una tarjeta que decía: "Allá les mando a Gerardo. Parece que es un inútil". (Después el padre se arrepintió de haber escrito eso). En el noviciado se dedicaba con tanto fervor a todo lo que tenía que hacer, que los compañeros decían: "Gerardo es un loco o es un santo".

San Alfonso de Ligorio, fundador de la congregación de los redentoristas, lo admitió en su comunidad y se dio cuenta de que era un alma muy agradable a Dios. (San Alfonso se apareció después de muerto a Gerardo y lo curó de una grave enfermedad). Fue admitido como religioso en 1752 y al hacer sus tres votos o juramentos de castidad, pobreza y obediencia, añadió un cuarto juramento: "hacer siempre lo que me parezca que es más agradable a Dios".

Cuando era novicio una vez un religioso entró a la capilla y oyó que Gerardo le decía a Jesús en el sagrario: "Por favor: déjame que me vaya pues tengo mucho qué hacer. Después seguimos charlando".

Su oficio en la comunidad era el de sastre y enfermero, pero a los padres les gustaba llevarlo a las misiones porque leía el estado de las conciencias de las personas. A veces se bilocaba e iba a sitios lejanos a darle algún mensaje a alguien que lo necesitaba, pero nadie lo veía retirarse de su sitio de trabajo (bilocarse es estar en dos sitios a la vez).

Cuando se quedaba en éxtasis en oración no oía ni veía lo que sucedía a su alrededor. Lo único que lo hacía volver en sí, era que lo llamara su superior. Un día dijo: "En este momento están asesinando al arcipreste de Muro". Y así sucedió, pero a 70 kilómetros de distancia de donde él estaba. En Roma le leyó la conciencia y los pensamientos al secretario de un alto dignatario y éste, aterrorizado ante semejante hecho extraordinario, cambió de vida y se reconcilió con su esposa. En toda la ciudad se comentaba el hecho.

Una vez fueron a buscarlo a su habitación y no lo encontraron. Después el superior le preguntó dónde había estado. "En mi habitación", dijo el humilde hermano. "Pero allá fuimos y miramos por todas pares y no lo vimos". Entonces él le contó que como era un día de retiro y quería orar en paz, le había pedido a Dios que no lo vieran los que fueran a buscarlo. El superior le dijo: "Por esta vez le perdono, ¡pero no se le ocurra volver a pedir a Dios semejantes cosas!".

Un gran regalo del Espíritu Santo a este sencillo hermanito lego fue el don de saber aconsejar a los demás. Varias comunidades de religiosas obtuvieron permiso para que Gerardo fuera a darles buenos consejos a través de las rejas de sus conventos. Numerosos sacerdotes le escribían pidiéndole consejo para casos difíciles.

Un grupo de religiosos hizo una peregrinación de nueve días hacia un santuario sin llevar dinero. No se afanaban por ello, pues llevaban consigo al hermano Gerardo. Y aquel viaje fue una cadena de prodigios. Fueron y volvieron y nada les faltó, y eso que no llevaban dinero pero llevaban a un religioso que tenía mucha fe.

Una muchacha corrompida acusó a Gerardo de que le había hecho malas propuestas. San Alfonso lo llamó y le echó un regaño terrible y le prohibió comulgar por varios días. Él no dijo ni una sola palabra en defensa propia (recordaba que tampoco Jesús se defendió cuando le inventaron falsas acusaciones en su sacratísima pasión). Después la muchacha y su amante confesaron que todo lo que habían dicho contra Gerardo era mentira. San Alfonso lo llamó y le dijo: "¿Por qué no se defendió?". Padre – le respondió él – yo sabía que Dios me iba a defender. Nuestro reglamento nos manda que no busquemos disculpas cuando nos regañan".

El oficio preferido del hermano Gerardo era el de portero, porque allí podía ayudar a los mendigos y a mucha gente necesitada. Cuando él llegaba de portero a una casa de su comunidad, la portería se veía asediada de mendigos. Hasta 200 llegaban en un solo día, y él los atendía como no lo hubiera hecho una madre. Tenía el arte de contentar a todos, y era admirable su paciencia para soportar a los cansones y pedigüeños. A todos regalaba alimentos o vestidos, y la gente no se explicaba de dónde sacaba para repartir a tanta gente. Cuando se acababan las provisiones se iba a la ciudad a pedirles a los ricos para ayudar a los pobres.

Dicen que un día el Padre Ecónomo lo regañó porque había repartido entre los mendigos todo lo que había en la despensa para que comieran los religiosos. Pero al llegar el Ecónomo a la despensa la encontró otra vez llena.

Un día la comunidad estaba pasando una situación económica muy difícil. El santo se fue a la capilla a rezar y al poco rato llegó un bienhechor a llevar una buena cantidad de dinero, con el cual se solucionó la angustiosa situación.

Sus últimos meses fueron una mezcla de sufrimientos físicos y éxtasis espirituales. Y con admirable precisión anunciaba cosas que iban a suceder en lo futuro y leía las conciencias de los que lo visitaban.

Avisó que moriría el 15 de octubre, poco ates de la medianoche, y a esa hora murió. Era el año 1755.