Nació en Turquía en el año 439.
Era hijo de un comandante del ejército, el cual tuvo que partir a
lejanas tierras y lo dejó confiado a un tío. Pero este lo trataba muy mal y el
niño de ocho años se fue donde otro tío.
Mas el segundo empezó a pelear con el
primero exigiendo que le debían pasar a él la herencia del niño si querían que
lo educara, y entonces el joven Sabas, amigo de la paz, se fue a un monasterio.
Después los dos tíos se arrepintieron de lo mal que lo habían tratado
y lo llamaron otra vez a que administrara sus cuantiosos bienes, pero él ya
estaba hastiado del mundo y no quiso volver a él.
Después de pasar varios años como monje muy ejemplar en su tierra,
dispuso irse a Jerusalén para aprender la santidad con los monjes de ese país.
Y allí a varios kilómetros de Jerusalén se hizo una celda, cerca de los otros
monjes anacoretas y se dedicó a una vida de oración y penitencia. Como era el
más joven y forzudo de los monjes, acarreaba el agua desde bastantes cuadras de
distancia, conseguía la lecha y trabajaba diez horas al día, haciendo canastos
para vender y con eso conseguir los alimentos para los más ancianos y débiles.
Había días en que tejía diez canastos.
El más estricto y santo de los monjes de los alrededores, San Eutimio,
lo invitó a irse a pasar los 40 días de la cuaresma en el desierto donde ayunó
Jesús, y a dedicarse allí a ayunar ellos también. Sabas empezó con gran fervor,
pero a los pocos días cayó desvanecido de tanta sed, a cause del intenso calor.
San Eutimio oró con fe, y apareció por allí cerca un nacedero de agua y así
logró no morir de deshidratación. Después de muerto San Eutimio, repitió Sabas
muchas veces en su vida, la práctica de pasar los 40 días anteriores a la
Semana Santa, ayunando en el desierto donde ayunó Jesús. Es terrible penitencia
que sólo resisten quienes tienen una gran resistencia física.
Sabas pasó cuatro años seguidos en el desierto sin hablar con nadie.
Pero luego empezaron a llegar monjes a pedirle que los dirigiera hacia la
santidad y tuvo que dedicarse a ayudarles a conseguir la perfección. Llegó a
tener 150 monjes cerca del Mar Muerto. Como por allí faltaba el agua, un día el
santo vio a un asno hocear en el suelo, y mandó excavar en ese sitio y apareció
una fuente de agua que dio de beber a muchas gentes por bastantes siglos.
Cuando tenía 50 años fue ordenado sacerdote por el Arzobispo de
Jerusalén, y nombrado jefe de todos los monjes de Tierra Santa.
Con la herencia que le dejaron sus padres construyó dos hospitales.
Por tres veces fue
enviado a Constantinopla, residencia del emperador, a obtener que este no
apoyara a los herejes y que favoreciera la Tierra Santa. La primera vez como
iba vestido tan pobremente, los guardias del palacio dejaron entrar a los demás
enviados menos a él. Pero cuando leyó la carta del Arzobispo de Jerusalén en la
cual le recomendaba a Sabas como el más santo de los monjes, el emperador
preguntó por él y tuvieron que irse a buscarlo. Lo encontraron en un rincón,
dedicado a la oración.
El emperador ofreció a los visitantes que pidieran los regalos que quisieran.
Cada uno pidió para sí mismo lo que quiso, pero Sabas dijo que él no deseaba
nada para su uso personal, pero que lo que pedía era que el emperador no
ayudara a los herejes y que concediera varias ayudas que estaban necesitando
mucho en Palestina, y que pusiera un puesto de policía cerca de donde estaban
los monjes para que los defendieran de los asaltadores.
Todo esto se lo concedió el mandatario.
San Sabas llegó a dirigir personalmente a muchísimos monjes y entre
sus dirigidos hay cinco santos canonizados. Por ej. San Juan Damasceno y San
Teodoro.
A los noventa y cuatro años de edad, siendo famoso en todo Oriente, y
habiendo gastado gran parte de su vida en oración, meditación y dirección
espiritual, murió el 5 de diciembre del año 532.
Su monasterio, cerca del Mar Muerto, es uno de los tres monasterios
más antiguos que existen en el mundo. La fuente que hizo brotar, todavía surte
de agua a los alrededores, y las palmeras hijas de las que él mismo sembró, aún
siguen alimentando con sus dátiles a los monjes que allí viven santamente.
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