Nos cuenta el evangelio de San Mateo que unos Magos llegaron a
Jerusalén preguntando dónde había nacido el futuro rey de Israel, pues habían
visto aparecer su estrella en el oriente, y recordaban la profecía del Antiguo
Testamento que decía: "Cuando aparezca una nueva estrella en Israel, es
que ha nacido un nuevo rey que reinará sobre todas las naciones" y por eso
se habían venido de sus lejanas tierras a adorar al recién nacido.
Dice San Mateo que Herodes se asustó mucho con esta noticia y la ciudad
de Jerusalén se conmovió ante el anuncio tan importante de que ahora sí había
nacido el rey que iba a gobernar el mundo entero. Herodes era tan terriblemente
celoso contra cualquiera que quisiera reemplazarlo en el puesto de gobernante
del país que había asesinado a dos de sus esposas y asesinó también a varios de
sus hijos, porque tenía temor de que pudieran tratar de reemplazarlo por otro.
Llevaba muchos años gobernando de la manera más cruel y feroz, y estaba
resuelto a mandar matar a todo el que pretendiera ser rey de Israel. Por eso la
noticia de que acababa de nacer un niñito que iba a ser rey poderosísimo, lo
llenó de temor y dispuso tomar medidas para precaverse.
Herodes mandó llamar a los especialistas en Biblia a los Sumos
Sacerdotes y a los escribas y les preguntó en qué sitio exacto tenía que nacer
el rey de Israel que habían anunciado los profetas. Ellos le contestaron:
"Tiene que ser en Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas
diciendo: "Y tú, Belén, no eres la menor entre las ciudades de Judá,
porque de ti saldrá el jefe que será el pastor de mi pueblo de Israel"
Entonces Herodes se propuso averiguar bien exactamente dónde estaba el
niño, para después mandar a sus soldados a que lo mataran. Y fingiendo todo lo
contrario, les dijo a los Magos: - "Vayan y se informan bien acerca de ese
niño, y cuando lo encuentren vienen y me informan, para ir yo también a
adorarlo". Los magos se fueron a Belén guiados por la estrella que se les
apareció otra vez, al salir de Jerusalén, y llenos de alegría encontraron al
Divino Niño Jesús junto a la Virgen María y San José; lo adoraron y le
ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra.
Y sucedió que en sueños recibieron un aviso de Dios de que no
volvieran a Jerusalén y regresaron a sus países por otros caminos, y el pérfido
Herodes se quedó sin saber dónde estaba el recién nacido. Esto lo enfureció
hasta el extremo.
Entonces rodeó con su ejército
la pequeña ciudad de Belén, y mandó a sus soldados a que mataran a todos los
niñitos menores de dos años, en la ciudad y sus alrededores. Ya podemos
imaginar la terribilísima angustia para los papás de los niños al ver que a sus
casas llegaban los herodianos y ante sus ojos asesinaban a su hijo tan querido.
Con razón el emperador César Augusto decía con burla que ante Herodes era más
peligroso ser Hijo que cerdo, porque a los hijos los mataba sin compasión, en
cambio a los cerdos no, porque entre los judíos está prohibido comer carne de
ese animal.
San Mateo dice que en ese día se cumplió lo que había avisado el
profeta Jeremías: "Un griterío se oye en Ramá, cerca de Belén, es Raquel
la esposa de Israel que llora a sus hijos, y no se quiere consolar, porque ya
no existen"
Como el hombre propone y Dios dispone, sucedió que un ángel vino la
noche anterior y avisó a José para que saliera huyendo hacia Egipto, y así
cuando llegaron los asesinos, ya no pudieron encontrar al niño que buscaban
para matar.
Y aquellos 30 niños inocentes, volaron al cielo a recibir el premio de las almas que no tienen mancha y a orar por sus afligidos padres y pedir para ellos bendiciones. Y que rueguen también por nosotros, pobres y manchados que no somos nada inocentes sino muy necesitados del perdón de Dios.
Y aquellos 30 niños inocentes, volaron al cielo a recibir el premio de las almas que no tienen mancha y a orar por sus afligidos padres y pedir para ellos bendiciones. Y que rueguen también por nosotros, pobres y manchados que no somos nada inocentes sino muy necesitados del perdón de Dios.
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