Este santo se hizo especialmente
benemérito de la Iglesia Católica por haber restaurado los templos de los
Santos Lugares de Jerusalén, después del terrible destrozo que hicieron allí
los persas.
En el año 600 el rey persa Cosroes,
pagano y enemigo de la religión católica invadió la Tierra Santa de Palestina,
y ayudado por los judíos y samaritanos fue destruyendo y quemando sistemáticamente
todo lo que encontró de católico por allí: templos, casas religiosas, altares,
etc. Mandó matar a millares de cristianos en Jerusalén, a muchos otros los
vendió como esclavos y al resto los fue desterrando sin piedad. Al Arzobispo de
Jerusalén, San Zacarías lo envió al destierro también.
Y fue entonces cuando Dios suscitó a
un hombre dotado de especialísimas cualidades para reconstruir los sitios
sagrados que habían sido destruidos. Fue Modesto, superior de uno de los
conventos de Tierra Santa.
Después de varios años en que los
habitantes de Palestina tuvieron que portar el régimen del terror de los persas
o iraníes, los excesos del ejército del rey Cosroes y los desmanes de los
judíos, que aprovecharon la situación para destruir cuanto templo católico
pudieron, de pronto se apareció el emperador Heráclito con su ejército y fue
derrotando a los persas y alejándolos de esas tierras.
Y aprovechando esa situación
ventajosa, Modesto se dedicó con todas sus fuerzas y ayudado por sus monjes a
recoger ayudas de todas partes y a reconstruir los templos destruidos o
quemados por los paganos. Lo primero que reconstruyó fue el templo del Santo
Sepulcro, y luego el de Getsemaní o el Huerto de los Olivos y la Casa de la
Última Cena, o Cenáculo, y muchos más. Pedía ayudas por todas partes y poco a
poco iba reconstruyendo cada templo, pero teniendo cuidado de que se conservara
la antigua forma que tenía antes de la destrucción de los persas.
Las gentes contribuían con mucha
generosidad, y así el Arzobispo de Alejandría en Egipto le envió mil cargas de
harina para los obreros, mil trabajadores, mil láminas de hierro y mil bestias
de carga. Y algo parecido hicieron los otros.
Cuando el emperador Heráclito de
Constantinopla logró derrotar a Cosroes y quitarle la santa cruz que el otro se
había robado de Jerusalén, el mismo emperador quiso presidir la procesión que
devolvía la cruz de Cristo a la ciudad santa pero al llegar a aquellas tierras
se encontró con una destrucción tan total y terrible de todo lo que fuera
sagrado, que Heráclito no pudo menos que echarse a llorar.
Y como el Arzobispo San Zacarías
había muerto en el destierro, al emperador le pareció que el que mejor podía
ejercer ese cargo era Modesto y lo nombró Patriarca Arzobispo de Jerusalén. Fue
una elección muy oportuna, porque entonces sí tuvo facilidad nuestro santo para
dedicarse a reconstruir los centenares de templos y capillas y demás lugares
santos destruidos por los bárbaros.
Modesto continuó incansable su labor
de reconstruir templos, recoger ayudas e inspeccionar los trabajos en los
diversos sitios. Pero un 18 de diciembre, mientras llevaba un valioso
cargamento de ayudas para la restauración de los santos lugares fue envenenado
por unos perversos para poder robarle los tesoros que llevaba, y así murió
víctima de su gran trabajo de reconstrucción.
Gracias buen Modesto por tu gran
interés por reconstruir y hermosear los templos de nuestra santa religión.
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