En
Hildesheim de Sajonia, en Alemania, San Gotardo, Godeardo, godeberto o
Godofredo, obispo, que siendo abad del monasterio de Niederaltaich, visitó y
renovó varios monasterios, y al morir, San Bernardo le sucedió en la sede
episcopal, promoviendo la vida cristiana de su iglesia, la disciplina regular
del clero y abriendo escuelas.
Hildesheim
es ciudad del noroeste de Alemania, en la Baja Sajonia, al pie del macizo
montañoso del Harz, cerca de Hannover. Hoy es un gran centro industrial y de
comunicaciones; en el siglo XIII era una ciudad libre del Sacro Imperio Romano
Germánico y antes, en el siglo XI, san Bernardo la
convirtió en un centro importante de del arte románico. Ya era obispado desde
el comienzo del siglo IX.
Traemos a
la memoria a Hildesheim porque Gotardo fue su Obispo.
Había
nacido Gotardo -o Godofredo- en Baviera, y no disponemos de datos que se refieran
a su niñez. Se le conoce ya con datos fiables cuando en el 990 era monje
benedictino en Nieder Altaich y, más tarde, abad electo de la abadía de
Altaich.
Recorrió
diversos monasterios de las regiones del Rhin, introduciendo la disciplina que
devolvía toda su pureza original a la regla de san Benito, un tanto relajada en
muchas comunidades, y con justicia puede ser considerado como uno de los
reformadores más conspicuos de su época.
También
bajo otro aspecto se estudia su personalidad. Es uno de los animadores de la
cultura del siglo XI. Su obra de constructor sacro fue posible por la
confluencia de entusiasmos de otro gran hombre contemporáneo suyo, Enrique II (973-1024),
rey germano, coronado por el papa Benedicto VIII como emperador del Sacro
Imperio Romano (1002), último de los gobernantes sajones, nacido en Abbach,
también en Baviera, que fue un rey peleón -guerra contra Boleslao para
recuperar Bohemia del 1004 al 1018; invadió Italia y fue proclamado rey de los
lombardos; y en 1021 una tercera campaña militar en el sur de Italia, contra
los bizantinos, para someter Capua y Salerno-, un emperador artista -procurando
la construcción de catedrales del románico- y un hombre santo -canonizado en
1146- famoso por su piedad y por contribuir a la reforma eclesiástica.
Conocida
la persona del reformador entusiasta de las obras sacras, el emperador Enrique
II confió a Gotardo la reforma de otros cenobios, como las abadías de Hersfeld
y Tergensee, y desde que en el 1022 sucedió a san Bernardo en su diócesis,
también fue su epígono en la continuación de los proyectos artísticos
bernardinos, llegando a terminar la catedral y la iglesia de San Miguel de
Hildesheim.
Su labor
pastoral no quedó agotada en las piedras por mucho arte que pudiera sacarse de
ellas. Se esforzó igualmente en arbitrar medios que facilitaran la enseñanza de
la juventud, proporcionó al pueblo sencillo escuelas y hospitales, y fundó
asilos para pobres. Quizá sea por este trato directo con la enfermedad que
intentaba aliviar en los dolientes, por lo que se le acostumbra a invocar entre
sus muchos devotos en Austria y Prusia contra la gota y los reumatismos. De
todos modos, ha pasado a la historia sobre todo como un gran obispo constructor.
Murió en
el 1038.
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