Nuestro
santo, junto con otros amigos y amigas, les tocó vivir el horror del rey
arriano contra los cristianos.
Sufrieron
el martirio por defender la fe en la Santísima Trinidad. Su manía persecutoria
se centró sobre todo en las mujeres de la alta nobleza.
Para
vergüenza de ellas, las desnudaba en la plaza pública, y las castigaba
lentamente hasta que morían sangrando.
Y cuanto
más bellas eran, como Dionisia, más fuerte les daba las penas.
Había entonces en África un médico llamado Emilio, Emelio o Emiliano, cuñado de una de las chicas, Dativa en concreto, que se horrorizó al contemplar tales atrocidades.
Y con voz potente y clara le dijo a los jueces que eran inhumanos. Una vez que oyeron sus palabras y sin que le dejasen curar a las moribundas, el juez lo condenó a morir también por ser cristiano.
Había entonces en África un médico llamado Emilio, Emelio o Emiliano, cuñado de una de las chicas, Dativa en concreto, que se horrorizó al contemplar tales atrocidades.
Y con voz potente y clara le dijo a los jueces que eran inhumanos. Una vez que oyeron sus palabras y sin que le dejasen curar a las moribundas, el juez lo condenó a morir también por ser cristiano.
En la Edad
Media se suscitó un culto muy especial a san Emilio en todo Nápoles.
La razón
principal fue porque allí llevaron sus reliquias desde África. En el siglo XIV,
los farmacéuticos lo eligieron como a su excelso patrono y le levantaron un
templo en su honor.
¿En dónde sucedió todo esto?
Unos
murieron en Vite de Bizacene, Túnez en el año 484. El 25 de febrero, el rey de
los Vándalos 477-484 redactó un decreto mediante el cual había que matar a
todos los cristianos que no se hicieran arrianos. Una parte de los católicos,
por miedo, apostataron; otros se escondieron hasta que desapareció el tirano.
Otros, como san Emilio, compañeros y compañeras defendieron su fe a costa de su
muerte martirial.
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