Nació el 12 de octubre de
1891, en la entonces ciudad alemana de Breslau (hoy Wroclaw-capital de la
Silesia, que pasó a pertenecer a Polonia después de la Segunda Guerra Mundial).
Ella era la menor de los 11
hijos que tuvo el matrimonio Stein. Sus padres, Sigfred y Auguste, dedicados al
comercio, eran judíos. Él murió antes de que Edith cumpliera los dos años, y su
madre hubo de cargar con la dirección del comercio y la educación de sus hijos.
Edith escribió de sí misma que
de niña era muy sensible, dinámica, nerviosa e irascible, pero que a los siete
años ya empezó en ella a madurar un temperamento reflexivo. Pronto se
destacaría por su inteligencia y por su capacidad de estar abierta a los
problemas que la rodean.
En plena adolescencia deja la
escuela y la religión porque no encuentra en ellas sentido para la vida. Surgen
sus grandes dudas existenciales sobre el sentido de la vida del hombre en
general, y se percata de la discriminación que sufre la mujer. Desde ahí inicia
su búsqueda, motivada por un sólo principio: "estamos en el mundo para servir a la humanidad".
Fue una brillante estudiante
de fenomenología, en la Universidad de Gottiengen. Husserl la escoge antes que
a Martín Heidegger (uno de los filósofos más importantes del siglo XX) para ser
su asistente de cátedra. Como mujer, en la época de 1916 esto era un logro
impresionante. Partiendo de una personalidad marcada fuertemente por la
determinación, la tenacidad, terquedad y seguridad en sí misma, recibió el
título de Filosofía de la Universidad de Friburgo.
Siendo una mujer con una
personalidad de alta tensión y fuertemente pasional, así como totalmente
racionalista y atea, en el fondo mismo de su corazón, la semilla de la
generosidad y servicio a la humanidad causaba un profundo cuestionamiento
existencial. Fue así que decidió enlistarse en la Cruz Roja como enfermera
durante la primera Guerra mundial. Sus palabras fueron: "ahora mi vida no me pertenece. Todas mis
energías están al servicio del gran acontecimiento. Cuando termine la Guerra,
si es que vivo todavía, podré pensar de nuevo en mis asuntos personales. Si los
que están en las trincheras tienen que sufrir calamidades, porqué he de ser yo
una privilegiada"
Todo esto revela la búsqueda
de un alma buena, de un alma que en ese momento no conocía a Dios pero que, sin
embargo, ante el sufrimiento ajeno, se hace solidaria. En 1915 recibe la
“medalla al valor".
Otras características humanas
de su carácter brillaron en ese período: su amabilidad, paz, silencio, servicio
y dominio de sí misma. Todo el mundo la quería. Dios ya estaba preparando su
alma para un día reinar en ella.
El
Momento de la Conversión. En el año
1921, tras la muerte de un amigo muy cercano, Edith decide acompañar a la
viuda, Hedwig Conrad, que también es muy amiga suya. Edith pensaba que se iba a
encontrar con una mujer totalmente desconsolada ante la pérdida de su esposo
tan querido. La muerte le causaba siempre un impacto interior muy grande,
porque le hacia sentir la urgencia de dar respuesta a los grandes interrogantes
de la vida. En este momento de su vida, ya vivía interiormente una cierta
kenósis, pues había experimentado el vacío de las aspiraciones de las ideas
filosóficas. Éstas no eran capaces de llenar su alma, ni de calmar su deseo de
una verdad más profunda, más completa. Reconocía que en ellas quedaban grandes
vacíos y lagunas. Edith buscaba más.
Fue por tanto de gran impacto
para ella, encontrar que su amiga, no sólo no estaba desconsolada, sino que
tenía una gran paz y gran fe en Dios. Viéndola, Edith deseaba conocer la fuente
de esta paz y de esta fe. Mientras estaba en casa de la viuda Conrad, Edith
tiene acceso a leer la biografía de quien pasaría a ser su maestra de vida
interior y su Madre Fundadora, Santa Teresa
de Jesús. Una vez que lo comienza, Edith no pudo soltar el libro,
sino que pasó toda la noche leyendo hasta terminarlo. Intelectual y lógica como
era, leía y analizaba cada página hasta que finalmente su raciocinio se sometió
a la gracia haciéndola pronunciar aquellas palabras desde su corazón femenino: "ésta es la
verdad".
La fenomenóloga brillante
quiere rendirse a la gracia, pero atraviesa crisis profundas. Crisis a las que
su voluntad se resiste. Edith estudia incansablemente "los fenómenos"
que se van sucediendo en su alma, se apasiona por "explicar" qué es
lo que pasa sin lograrlo. Esto la lleva a tener un cansancio crónico pero que
finalmente le muestra lo que es el poder de la gracia de Dios en el alma.
Ella misma escribe: "hay un estado de sosiego en Dios, de total relajación de toda actividad espiritual, en el que no se hacen planes ningunos, no se toman decisiones de ninguna clase y, sobre todo, no se actúa, sino que todo el porvenir se deja a la voluntad de Dios, se abandona uno totalmente al "destino". Edith ha descubierto la verdad y se entrega: Seré Católica.
Ella misma escribe: "hay un estado de sosiego en Dios, de total relajación de toda actividad espiritual, en el que no se hacen planes ningunos, no se toman decisiones de ninguna clase y, sobre todo, no se actúa, sino que todo el porvenir se deja a la voluntad de Dios, se abandona uno totalmente al "destino". Edith ha descubierto la verdad y se entrega: Seré Católica.
Unos pocos meses más tarde,
sin más, Edith entra en una Iglesia Católica, y después de la Santa Misa, busca
al sacerdote en la sacristía y le comunica su deseo de ser bautizada. Ante el
asombro del Padre y cuestionamiento de su preparación para recibir el
sacramento y de ser iniciada en la Fe Católica, Edith responde simplemente:
‘Haga la prueba.”
El día 1 de enero de 1922,
Edith es bautizada Católica. Añade a su nombre el de Hedwig, en honor a su
amiga quien fue instrumento en su conversión. Su bautismo es fuente de inmensas
gracias. Ella
reconoce, admirablemente, que su inserción en el Cuerpo Místico de Cristo como católica,
lejos de robarle su identidad como judía, más bien le da cumplimiento y un
sentido más profundo. Al ser Católica se siente mas Judía; encuentra en
Jesucristo el sentido de toda su fe y vida como Judía. Este doble aspecto, crea
en Edith un corazón auténticamente reconciliador entre las dos religiones.
Después de su bautismo emergió
en ella, como fruto directo, la seguridad de su vocación a la vida religiosa.
Ella misma escribía a su hermana Rosa en una ocasión: "Un cuerpo, pero
mucho miembros. Un Espíritu, pero muchos dones. ¿Cuál es el lugar de cada uno?
Ésta es la pregunta vocacional. La misma no puede ser contestada sólo en base
de auto-examen y de un análisis de los posibles caminos. La solución debe ser
pedida en la oración y en muchos casos debe ser buscada a través de la
obediencia".
Es difícil a una mujer tan
acostumbrada a la vida independiente y con la tenacidad de su carácter
someterse a la obediencia. Pero en efecto, lo hizo.
Vida Apostólica. Edith deseaba entrar casi inmediatamente a la vida religiosa, pero el Padre que en ese momento la aconsejaba espiritualmente, reconociendo los dones extraordinarios que ella poseía, la disuade, considerando que aún tenía mucho bien que hacer por medio de sus actividades “en el mundo”. Así, Edith empieza un periodo de apostolado fecundo y de un alcance impresionante.
Empieza a trabajar como maestra en la escuela de formación de maestras de las dominicas de Santa Magdalena. Aquí establece amistosas relaciones con varias profesoras y alumnas, amistades que durarán toda su vida.
Vida Apostólica. Edith deseaba entrar casi inmediatamente a la vida religiosa, pero el Padre que en ese momento la aconsejaba espiritualmente, reconociendo los dones extraordinarios que ella poseía, la disuade, considerando que aún tenía mucho bien que hacer por medio de sus actividades “en el mundo”. Así, Edith empieza un periodo de apostolado fecundo y de un alcance impresionante.
Empieza a trabajar como maestra en la escuela de formación de maestras de las dominicas de Santa Magdalena. Aquí establece amistosas relaciones con varias profesoras y alumnas, amistades que durarán toda su vida.
Además de sus clases, escribe,
traduce, e imparte conferencias. Durante estos años realizó, además de otros
trabajos menores, dos obras voluminosas: La traducción al alemán de las cartas
y diarios del Cardenal Newman, y la traducción, en dos tomos, de las Cuestiones
sobre la verdad de Santo Tomás de Aquino. Este se convertirá en base
fundamental para sus obras filosóficas, escritas luego en el Carmelo.
También durante esta época, da varias conferencias y programas radiales dentro y fuera de Alemania, siendo reconocida notablemente por sus colegas.
También durante esta época, da varias conferencias y programas radiales dentro y fuera de Alemania, siendo reconocida notablemente por sus colegas.
Aún en medio de tanta
actividad apostólica, Edith busca siempre que puede, sobre todo en Semana
Santa, la soledad y la paz de la abadía benedictina de Beuron. Su amor a la
Liturgia de la Iglesia la lleva a pasar horas en la capilla y a celebrar las
diferentes horas de oración junto con los benedictinos. Cuando más tarde debe
escoger un nombre religioso, decide agregarse el nombre de Benedicta, en
reconocimiento de las muchas gracias que recibió durante sus horas con la orden
benedictina.
En 1933, las situaciones políticas en Alemania van empeorando. El 1 de abril de 1933, el nuevo Gobierno nazi ordena a los profesores no-arios que abandonen “de forma espontánea”, sus profesiones. Aunque teme por la situación cada vez más precaria para los judíos, Edith y su director espiritual reconocen que, por esta eventualidad, no hay nada que ya le impida su entrada al Carmelo, lo cual ha sido su sueño más constante durante los últimos 11 años. Y así, en el momento más fecundo de su profesión, Edith decide escuchar y acceder a la voz de su corazón, abrazando la vida religiosa. La famosa y brillante conferencista católica renuncia al mundo y voluntariamente pasa a ser parte del anonimato por tanto tiempo anhelado.
"¡Una verdadera locura!" ¿Cómo a alguien se le ocurre renunciar a la fama y al éxito de esa manera especialmente después de tanta lucha? Ella, que hubiera sido nombrada "Filósofa del siglo XX" si no se hubiese retirado... Pero Stein desapareció de la vida pública y la Orden del Carmelo abrió sus puertas a una de las grandes pensadoras de nuestra época.
En 1933, las situaciones políticas en Alemania van empeorando. El 1 de abril de 1933, el nuevo Gobierno nazi ordena a los profesores no-arios que abandonen “de forma espontánea”, sus profesiones. Aunque teme por la situación cada vez más precaria para los judíos, Edith y su director espiritual reconocen que, por esta eventualidad, no hay nada que ya le impida su entrada al Carmelo, lo cual ha sido su sueño más constante durante los últimos 11 años. Y así, en el momento más fecundo de su profesión, Edith decide escuchar y acceder a la voz de su corazón, abrazando la vida religiosa. La famosa y brillante conferencista católica renuncia al mundo y voluntariamente pasa a ser parte del anonimato por tanto tiempo anhelado.
"¡Una verdadera locura!" ¿Cómo a alguien se le ocurre renunciar a la fama y al éxito de esa manera especialmente después de tanta lucha? Ella, que hubiera sido nombrada "Filósofa del siglo XX" si no se hubiese retirado... Pero Stein desapareció de la vida pública y la Orden del Carmelo abrió sus puertas a una de las grandes pensadoras de nuestra época.
Su
Familia. En este momento, sería oportuno destacar lo que
significa todo esto para la familia de Edith y sobre todo para su mamá. Más que
su profesión, y más que su trabajo a favor de la mujer y sus derechos, fue la
incomprensión de su mamá, lo que le causó un verdadero martirio interior a la
santa. Para su madre, los actos de Edith constituían una traición familiar que
no aceptaría jamás. Su madre, que nunca había comprendido su conversión al
catolicismo, sufre un duro golpe con la nueva decisión de su hija más querida
de entrar en la vida religiosa, y se niega a escuchar sus explicaciones. Edith
abraza este profundo sufrimiento que traspasó su corazón, por seguir la
voluntad de Dios, costara lo que costara.
Entrada al Convento de Colonia. El 15 de abril de 1934, toma el hábito carmelitano y cambia su nombre a Teresa Benedicta de la Cruz. Son muchos quienes traducen su nombre como Teresa “bendecida por la cruz”. Ella no ha tomado su nombre a la ligera; ha entendido bien que abrazar la vida religiosa no tiene otro fin que la entrega generosa del alma en la cruz, en unión con el Crucificado, para el bien de las almas.
Entrada al Convento de Colonia. El 15 de abril de 1934, toma el hábito carmelitano y cambia su nombre a Teresa Benedicta de la Cruz. Son muchos quienes traducen su nombre como Teresa “bendecida por la cruz”. Ella no ha tomado su nombre a la ligera; ha entendido bien que abrazar la vida religiosa no tiene otro fin que la entrega generosa del alma en la cruz, en unión con el Crucificado, para el bien de las almas.
Ella escribe: “Mira hacia el Crucificado. Si
estás unida a él, como una novia en el fiel cumplimiento de tus santos votos,
es tu sangre y Su sangre preciosa las que se derraman. Unida a él, eres como el
omnipresente. Con la fuerza de la Cruz, puede estar en todos los lugares de
aflicción.”
Y también: “Hay una vocación a sufrir
con Cristo y por lo tanto a colaborar en su obra de redención. Si estamos
unidos al Señor, entonces somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Todo
sufrimiento llevado en unión con el Señor es un sufrimiento que da fruto porque
forma parte de la gran obra de redención.”
El 21 de abril de 1935, acabado el año de noviciado, hace su primera profesión religiosa y el 21 de abril de 1938, su profesión solemne.
El 21 de abril de 1935, acabado el año de noviciado, hace su primera profesión religiosa y el 21 de abril de 1938, su profesión solemne.
Es durante estos años que
concluyó una de las más admirables y profundas de sus obras, no ya para
brillar, sino para obedecer. Se trata de la gran obra titulada: Ser
Finito y Eterno. En esta
obra, Edith trata las preguntas mas existenciales del hombre; reconoce la sed
infinita que posee el hombre de conocer la verdad y de experimentar su fruto,
entendido desde la realidad de lo eterno y lo trascendental. Y así busca unir
las dos fuentes que conducen al hombre al conocimiento de si mismo y de la
verdad: la fe y la filosofía.
Una vez mas, la situación de
los judíos y de los que los acogen o apoyan empeora. Y ante la hostilidad
creciente, sobre todo después de la famosa noche de los “Cristales Rotos”
(entre el 9 y 10 de noviembre de 1938), Edith pide trasladarse del Carmelo de
Colonia para evitar peligros a la comunidad. Es trasladada, --junto con su hermana
Rosa, quien, después de la muerte de la mamá, se había convertido al
Catolicismo como Edith y era una hermana lega de la comunidad- al Convento
Carmelita de Holanda.
Es aquí donde Edith empieza a
escribir, en 1941, su última y más ilustre obra: La
Ciencia de la Cruz. Hecha por
obediencia a sus superiores, más que una obra intelectual, es el fruto de su
propio camino interior de inmolación y victimazgo en imitación al Cordero
Inmolado. Teresa Benedicta de la Cruz ha deseado con todo su ser, dar respuesta
a la vocación de la entrega total, hasta la Cruz. Entrega su propia vida a
favor de los pecadores, y por la liberación de su pueblo, de la situación tan
horrenda que viven bajo los nazis. El estar detrás de las puertas del Carmelo
no ha acallado las voces del sufrimiento de su pueblo, ni del horror de la
guerra. La Hermana Teresa está profundamente preocupada por la situación del
pueblo judío en general, y ve en su entrega sacrificial la oportunidad de
responder. Este deseo creciente del ofrecimiento de sí misma como víctima por
su pueblo, por la conversión de Alemania y por la paz en el mundo, se hace cada
vez más vivo. Su modo de apostolado se había transformado en el apostolado del
sufrimiento.
Ella escribe: “Yo hablaba (en una ocasión) con el Salvador y le decía que sabía que era su Cruz la que ahora había sido puesta sobre el pueblo judío. La mayoría no lo comprendían; mas aquellos que lo sabían, deberían echarla de buena gana sobre sí en nombre de todos. Al terminar el retiro, tenía la más firme persuasión de que había sido oída por el Señor. Pero dónde había de llevarme la Cruz, aún era desconocido para mí.”
Ella escribe: “Yo hablaba (en una ocasión) con el Salvador y le decía que sabía que era su Cruz la que ahora había sido puesta sobre el pueblo judío. La mayoría no lo comprendían; mas aquellos que lo sabían, deberían echarla de buena gana sobre sí en nombre de todos. Al terminar el retiro, tenía la más firme persuasión de que había sido oída por el Señor. Pero dónde había de llevarme la Cruz, aún era desconocido para mí.”
El pueblo sufría y la Hermana
Teresa, por amor, desea sufrir con él. “El amor desea estar con el amado.” Decidida en su vocación a la Cruz a favor de su
pueblo y de los pecadores, la Hermana Teresa hace una petición por escrito a su
Priora, pidiendo permiso para ofrecerse como víctima:
“Querida Madre, permítame Vuestra Reverencia, el ofrecerme en holocausto al
Corazón de Jesús para pedir la verdadera paz: que la potencia del Anticristo
desaparezca sin necesidad de una nueva guerra mundial y que pueda ser
instaurado un orden nuevo. Yo quiero hacerlo hoy porque ya es medianoche. Sé
que no soy nada, pero Jesús lo quiere, y Él llamará aún a muchos más en estos
días.”
Como católica, la Hermana Teresa, vive su realidad judía en plenitud. Es llamada a responder como respondió la Reina Ester a favor de su pueblo. Su función consiste en interceder con toda el alma y con una disposición total para conseguir lo que pide, incluso contando con la posible pérdida de la vida. Pero lo hace en total unión con el ofrecimiento del Divino Mesías. Quiere colaborar en lo que falta a la Pasión de Cristo.
Como católica, la Hermana Teresa, vive su realidad judía en plenitud. Es llamada a responder como respondió la Reina Ester a favor de su pueblo. Su función consiste en interceder con toda el alma y con una disposición total para conseguir lo que pide, incluso contando con la posible pérdida de la vida. Pero lo hace en total unión con el ofrecimiento del Divino Mesías. Quiere colaborar en lo que falta a la Pasión de Cristo.
Ella escribe: “Y es por eso que el Señor ha tomado mi vida
por todos. Tengo que pensar continuamente en la Reina Ester que fue arrancada
de su pueblo para interceder ante el rey por su pueblo. Yo soy una pobre e
impotente pequeña Ester, pero el rey que me ha escogido es infinitamente grande
y misericordioso. Esto es un gran consuelo.”
En 1942 empiezan las deportaciones de judíos.
Luteranos, calvinistas y católicos acuerdan leer el mismo día un texto conjunto
de protesta en sus servicios religiosos. La Gestapo amenaza a todas las autoridades
cristianas de Holanda con extender la orden de deportación a los judíos
conversos a sus credos. Los calvinistas y los luteranos dan marcha atrás, pero
Pío XII se mantiene firme. El texto de condena se lee en todas las iglesias
católicas de Holanda. La venganza se cumple unos días mas tarde. Las SS invaden
el convento del Carmelo de Echt y se llevan a dos monjas judías conversas:
Edith y Rosa Stein.
No era la primera vez que la Iglesia protestaba y
sufría. Ya el día de la Pascua de 1939,
la encíclica de Pío XI condenando duramente el nazismo, se había leído desde
todos los púlpitos de Alemania. Muchos sacerdotes y católicos comprometidos
habían sufrido graves consecuencias.
Esta condenaba ocurrió antes que Francia e
Inglaterra se decidieran contra Hitler.
Esta vez las
fuerzas Nazi de Ocupación, en retaliación por las declaraciones de los obispos
católicos de Holanda en contra de las deportaciones de los judíos, declaran a
todos los católicos-judíos “apartidas”. A la vista de los graves peligros que
corren en Holanda, la comunidad del Carmelo comienza los trámites para que
Edith y Rosa puedan emigrar a Suiza, pero los intentos no dan resultado. El 2
de agosto del año 1942, miembros de la SS se presentan en el convento y apresan
a la Hermana Teresa Benedicta de la Cruz y a su hermana Rosa para conducirlas
al campo de
concentración de Auschwitz. Al salir del convento, la Hermana Teresa
cogió tranquilamente a su hermana de la mano y le dijo: “¡Ven, hagámoslo por nuestro pueblo!”
Estas palabras eran eco de unas que había escrito mucho antes pero con la
misma dedicación y determinación:
“Yo sólo deseo que la muerte me encuentre en
un lugar apartado, lejos de todo trato con los hombres, sin hermanos de hábito
a quienes dirigir; sin alegrías que me consuelen, y atormentada de toda clase
de penas y dolores. He querido que Dios me pruebe como a sierva, después de que
Él ha probado en el trabajo la tenacidad de mi carácter; he querido que me
visite en la enfermedad, como me ha tentado en la salud y la fuerza; he querido
que me tentase en el oprobio, como lo ha hecho con el buen nombre que he tenido
ante mis enemigos. Dígnate, Señor, coronar con el martirio la cabeza de tu
indigna sierva.”
En la Cima de la Cruz. Al ser tomadas del Convento de
Holanda, primero son trasladadas la Hermana Teresa y Rosa, al campo de
concentración de Mersforrt. A empujones y golpes de culata las metieron en
barracones llenos de suciedad. Tenían que dormir sobre somieres de hierro sin
colchón; a los servicios tenían que ir en grupo y las vigilaban mientras los
utilizaban. Los hombres del SS se divertían colocando a las monjas contra la
pared y apuntando hacia ellas los fusiles sin el seguro. En aquella horrible
situación, una gran paz emanaba de Edith Stein.
En la noche del 4 de agosto, obligaron de nuevo a los prisioneros a subir a los medios de transporte, llevándoles hacia el norte del país. Durante este traslado, eran muchos los que morían por las asfixia y otros se volvían locos por la desesperación. La caravana se detuvo en un lugar descampado, y entre bosques y prados, obligaron a las 1200 personas que llevaban a ir hacia el campo de Westerbork.
Durante toda esta trayectoria horrenda, los prisioneros quedaban admirados ante la serenidad de Edith. Algunos de los sobrevivientes dan testimonio de la paz interior de la santa:
En la noche del 4 de agosto, obligaron de nuevo a los prisioneros a subir a los medios de transporte, llevándoles hacia el norte del país. Durante este traslado, eran muchos los que morían por las asfixia y otros se volvían locos por la desesperación. La caravana se detuvo en un lugar descampado, y entre bosques y prados, obligaron a las 1200 personas que llevaban a ir hacia el campo de Westerbork.
Durante toda esta trayectoria horrenda, los prisioneros quedaban admirados ante la serenidad de Edith. Algunos de los sobrevivientes dan testimonio de la paz interior de la santa:
“Las
lamentaciones en el campamento, y el nerviosismo en los recién llegados, eran
indescriptibles. Edith Stein iba de una parte a otra, entre las mujeres,
consolando, ayudando, tranquilizando como un ángel. Muchas madres, a punto de
enloquecer, no se habían ocupado de sus hijos durante días. Edith se ocupaba
inmediatamente de los pequeños, los lavaba, peinaba y les buscaba alimento.”
Otro dice: “Había una monja que me llamó inmediatamente la atención y a la que jamás he podido olvidar, a pesar de los muchos episodios repugnantes de los que fui testigo allí. Aquella mujer, con una sonrisa que no era una simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la certeza de que me hallaba ante una persona verdaderamente grande. En una conversación dijo ella: “El mundo está hecho de contradicciones; en último término nada quedará de estas contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá. ¿Cómo podría ser de otra manera?”
Otro dice: “Había una monja que me llamó inmediatamente la atención y a la que jamás he podido olvidar, a pesar de los muchos episodios repugnantes de los que fui testigo allí. Aquella mujer, con una sonrisa que no era una simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la certeza de que me hallaba ante una persona verdaderamente grande. En una conversación dijo ella: “El mundo está hecho de contradicciones; en último término nada quedará de estas contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá. ¿Cómo podría ser de otra manera?”
Y finalmente
otro:
“Tengo la
impresión de que ella pensaba en el sufrimiento que preveía, no en su propio
sufrimiento, --por eso estaba bastante tranquila, demasiado tranquila, diría
yo--, sino en el sufrimiento que aguardaba a los demás. Cuando yo quiero
imaginármela mentalmente sentada en el barracón, todo su porte externo
despierta en mí la idea de una Pietá sin Cristo.”
Después de
varios tormentos y humillaciones indescriptibles, el 7 de agosto, apenas salido
el sol, Edith y su hermana, junto con unos mil judíos, son trasladados una vez
más. Su destino es Auschwitz. Llegan al campo de concentración el mismo 9 de
agosto y los prisioneros son conducidos inmediatamente a la cámara de gas. Es
ahí donde Edith encuentra la culminación de su ofrecimiento como Esposa de
Cristo. Muere como mártir, ofreciéndose como holocausto para la salvación de
las almas, por la liberación de su pueblo y por la conversión de Alemania. Con
la oración de un Padrenuestro en los labios, Edith da el sentido más pleno a su
vida, entregándose por todos, por amor...
Sin duda
podemos declarar que la vida de Teresa fue bendecida por la Cruz. Con su vida,
la Hermana Teresa repite las palabras de su gran madre espiritual, Sta Teresa
de Ávila: “No me arrepiento de haberme entregado al Amor.”
Edith Stein fue canonizada como mártir en 1998 por el Papa Juan Pablo II, quien le dio el titulo de “mártir de amor”. En octubre de 1999, fue declarada co-patrona de Europa.
Edith Stein fue canonizada como mártir en 1998 por el Papa Juan Pablo II, quien le dio el titulo de “mártir de amor”. En octubre de 1999, fue declarada co-patrona de Europa.
Su último testamento: El telegrama que Edith había
enviado a la Priora de Echt antes de ser llevada a Auschwitz, contenía esta
declaración: "No se puede adquirir
la ciencia de la Cruz más que sufriendo verdaderamente el peso de la cruz.
Desde el primer instante he tenido la convicción íntima de ello y me he dicho
desde el fondo de mi corazón: Salve, OH Cruz, mi única esperanza".
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