San Joaquín
Joaquín, Yahvé
prepara fue el padre de la Virgen María, madre de Dios. Según San Pedro Damián,
deberíamos tener por curiosidad censurable e innecesaria el inquirir sobre
cuestiones que los evangelistas no tuvieron a bien relatar, y, en particular,
acerca de los padres de la Virgen.
Con todo,
la tradición, basándose en testimonios antiquísimos y muy tempranamente, saludó
a los santos esposos Joaquín y Ana como padre y madre de la Madre de Dios.
Ciertamente,
esta tradición parece tener su fundamento último en el llamado Protoevangelio
de Santiago, en el Evangelio de la Natividad de Santa María y el Pseudomateo o
Libro de la Natividad de Santa María la Virgen y de la infancia del Salvador;
este origen es normal que levantara sospechas bastante fundadas.
No debería olvidarse, sin embargo, que el carácter apócrifo de tales escritos, es decir, su exclusión del canon y su falta de autenticidad no conlleva el prescindir totalmente de sus aportaciones.
No debería olvidarse, sin embargo, que el carácter apócrifo de tales escritos, es decir, su exclusión del canon y su falta de autenticidad no conlleva el prescindir totalmente de sus aportaciones.
En
efecto, a la par que hechos poco fiables y legendarios, estas obras contienen datos históricos tomados de tradiciones o
documentos fidedignos; y aunque no es fácil separar el grano de la paja,
sería poco prudente y acrítico rechazar el conjunto indiscriminadamente.
Algunos
comentaristas, que opinan que la genealogía aportada por San Lucas es la de la
Virgen, hallan la mención de Joaquín en Helí; Eliachim, es decir, Jeho-achim, y
explican que José se había convertido a los ojos de la ley, a fuer de su
matrimonio, en el hijo de Joaquín. Que esa sea el propósito y la intención del
evangelista es más que dudoso, lo mismo que la identificación propuesta entre
los dos nombres Helí y Joaquín.
Tampoco
se puede afirmar con certeza, a pesar de la autoridad de los Bolandistas, que
Joaquín fuera hijo de Helí y hermano de José; ni tampoco, como en ocasiones se
dice a partir de fuentes de muy dudoso valor, que era propietario de
innumerables cabezas de ganado y vastos rebaños.
Más
interesantes son las bellas líneas en las que el Evangelio de Santiago
describe, cómo, en su edad provecta, Joaquín y Ana hallaron respuesta a sus
oraciones en favor de tener descendencia.
Es
tradición que los padres de Santa María, que aparentemente vivieron primero en
Galilea, se instalaron después en Jerusalén; donde nació y creció Nuestra
Señora; allí también murieron y fueron enterrados.
Una
iglesia, conocida en distintas épocas como Santa María, Santa María ubi nata
est, Santa María in Probática, Sagrada Probática y Santa Ana fue edificada en
el siglo IV, posiblemente por Santa Elena, en el lugar de la casa de San
Joaquín y Santa Ana, y sus tumbas fueron allí veneradas hasta finales del siglo
IX, en que fue convertida en una escuela musulmana.
La cripta
que contenía en otro tiempo las sagradas tumbas fue redescubierta en 1889. San
Joaquín fue honrado muy pronto por los griegos, que celebran su fiesta al día
siguiente de la de la Natividad de Ntra. Señora. Los latinos tardaron en
incluirlo en su calendario, donde le correspondió unas veces el 16 de
septiembre y otras el 9 de diciembre.
Asociado
por Julio II [el de la capilla Sixtina] al 20 de marzo, la solemnidad fue
suprimida unos cinco años después, restaurada por Gregorio XV (1622), fijada
por Clemente XII (1738) en el domingo posterior a la Asunción, y fue finalmente
León XIII el de la Rerum Novarum quien, el 1 de agosto de 1879, dignificó la
fiesta de estos esposos que se celebró por separado hasta la última reforma
litúrgica.
Santa Ana
Ana del
hebreo Hannah, gracia es el nombre que la tradición ha señalado para la madre
de la Virgen. Las fuentes son las mismas que en el caso de San Joaquín. Aunque
la versión más antigua de estas fuentes apócrifas se remonta al año 150 d.C.,
difícilmente podemos admitir como fuera de toda duda sus variopintas
afirmaciones con fundamento en su sola autoridad.
En
Oriente, el Protoevangelio gozó de gran autoridad y de él se leían pasajes en
las fiestas marianas entre los griegos, los coptos y los árabes. En Occidente,
sin embargo, como ya te adelanté con San Joaquín, fue rechazado por los Padres
de la Iglesia hasta que su contenido fue incorporado por San Jacobo de Vorágine
a su Leyenda Áurea en el siglo XIII.
A partir
de entonces, la historia de Santa Ana se divulgó en Occidente y tuvo un
considerable desarrollo, hasta que Santa Ana llegó a convertirse en uno de los
santos más populares también para los cristianos de rito latino.
El
Protoevangelio aporta la siguiente relación: En Nazaret vivía una pareja rica y
piadosa, Joaquín y Ana. No tenían hijos. Cuando con ocasión de cierto día
festivo Joaquín se presentó a ofrecer un sacrificio en el templo, fue arrojado
de él por un tal Rubén, porque los varones sin descendencia eran indignos de
ser admitidos.
Joaquín
entonces, transido de dolor, no regresó a su casa, sino que se dirigió a las
montañas para manifestar su sentimiento a Dios en soledad. También Ana, puesta
ya al tanto de la prolongada ausencia de su marido, dirigió lastimeras súplicas
a Dios para que le levantara la maldición de la esterilidad, prometiendo
dedicar el hijo a su servicio.
Sus
plegarias fueron oídas; un ángel se presentó ante Ana y le dijo: "Ana, el
Señor ha visto tus lágrimas; concebirás y darás a luz, y el fruto de tu seno
será bendecido por todo el mundo". El ángel hizo la misma promesa a
Joaquín, que volvió al lado de su esposa. Ana dio a luz una hija, a la que
llamó Miriam.
Dado que
esta narración parece reproducir el relato bíblico de la concepción del profeta
Samuel, cuya madre también se llamaba Hannah, la sombra de la duda se proyecta
hasta en el nombre de la madre de María.
El
célebre Padre John de Eck de Ingolstadt, en un sermón dedicado a Santa Ana pronunciado
en París en 1579, aparenta conocer hasta los nombres de los padres de Santa
Ana. Los llama Estolano y Emerencia.
Afirma
que la santa nació después de que Estolano y Emerencia pasaran veinte años sin
descendencia; que San Joaquín murió poco después de la presentación de María en
el templo; que Santa Ana casó después con Cleofás, del cual tuvo a María de
Cleofás; la mujer de Alfeo y madre de los apóstoles Santiago el Menor, Simón y
Judas Tadeo, así como de José el Justo.
Después
de la muerte de Cleofás, se dijo que casó con Salomas, de quien trajo al mundo
a María Salomé la mujer de Zebedeo y madre de los apóstoles Juan y Santiago el
Mayor.
La misma
leyenda espuria se halla en los textos de Gerson y en los de muchos otros. Allí
surgió en el siglo XVI una animada controversia sobre los matrimonios de Santa
Ana, en la que Baronio y Belarmino defendieron su monogamia.
En
Oriente, al culto a Santa Ana se le puede seguir la pista hasta el siglo IV.
Justiniano I hizo que se le dedicara una iglesia. El canon del oficio griego de
Santa Ana fue compuesto por San Teófanes, pero partes aún más antiguas del
oficio son atribuidas a Anatolio de Bizancio.
Su fiesta
se celebra en Oriente el 25 de julio, que podría ser el día de la dedicación de
su primera iglesia en
Constantinopla o el aniversario de la llegada de sus supuestas reliquias a esta
ciudad.
Aparece
ya en el más antiguo documento litúrgico de la Iglesia Griega, el Calendario de Constantinopla primera mitad del siglo VIII. Los griegos
conservan una fiesta común de San Joaquín y Santa Ana el 9 de septiembre.
En la
Iglesia Latina, Santa Ana no fue venerada, salvo, quizás, en el sur de Francia,
antes del siglo XIII. Su imagen, pintada en el siglo VIII y hallada más tarde en la Iglesia de Santa
María la Antigua de Roma, acusa la influencia bizantina.
Su fiesta, bajo la influencia de la Leyenda Áurea, se puede ya rastrear (26 de julio) en el siglo XIII, en Douai. Fue introducida en Inglaterra por Urbano VI el 21 de noviembre de 1378, y a partir de entonces se extendió a toda la Iglesia occidental. Pasó a la Iglesia Latina universal en 1584.
Su fiesta, bajo la influencia de la Leyenda Áurea, se puede ya rastrear (26 de julio) en el siglo XIII, en Douai. Fue introducida en Inglaterra por Urbano VI el 21 de noviembre de 1378, y a partir de entonces se extendió a toda la Iglesia occidental. Pasó a la Iglesia Latina universal en 1584.
Santa Ana
es la patrona de Bretaña. Su imagen milagrosa, fiesta, 7 de marzo es venerada
en Notre Dame d´Auray, en la diócesis de Vannes.
También en
Canadá -donde es la patrona principal de la provincia de Quebec- el santuario
de Santa Ana de Beaupré es muy famoso.
Santa Ana
es patrona de las mujeres trabajadoras; se la representa con la Virgen María en
su regazo, que también lleva en brazos al Niño Jesús. Es además la patrona de
los mineros, que comparan a Cristo con el oro y con la plata a María.
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