La
Virgen, hoy con este apellido del Carmelo, así nos lo indica. Ante la confusión
reinante, y con Ella, hemos de ponernos en camino. Un camino que nos llevará a
contradicciones, burlas, rechazos y también adhesiones. ¿Acaso el sendero de
María fue sendero de rosas? ¿No será que nosotros hemos tallado una imagen de
la Virgen dulce cuando vivió también horas amargas? ¿Bella y estéticamente atrayente
cuando lo que encandiló a Dios fue su sencillez? ¿Coronada cuando tan sólo
recibió la corona de la gloria en el cielo? ¿O grande, cuando, Dios, se fijó en
Ella por su pequeñez
Hoy,
festividad de nuestra Señora del Carmen, recibimos una invitación especial a
volver nuestra mirada hacia ella que es para nosotros modelo de creyente, la
primera y mejor discípula del Señor, para aprender de ella y con ella cómo debe
ser nuestra vida cristiana. En la vida de María resplandecen con un brillo
especial dos grandes amores: el amor a Dios y el amor a los hermanos.
Que
Ella, cuando estamos a punto de iniciar el Año de la Misericordia convocado por
el Papa Francisco, nos ayude a que esos dos platos, Dios y hombre estén
equilibrados en nuestra propia vida. No hay amor sin límites, sin farsa y
auténtico si previamente no descubrimos, como María, que el inmenso amor de
Dios es un hontanar de vida, fe y esperanza.
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