sábado, 9 de julio de 2016

NUESTRA SEÑORA DE ITATÍ



Los sobrevivientes de la expedición de Juan Díaz de Solís por el Río de la Plata le informaron que navegando ese afluente en dirección norte encontraría grandes yacimientos de oro y plata.

Los exploradores subieron por el Paraná y llegaron hasta los saltos de Yacyretá-Apipé (en la actual Provincia de Corrientes), que no pudieron sortear con sus grandes barcazas. Como el lugar les pareció próspero, con animales y frondosa vegetación, buen clima y una población amigable de nativos, los hombres de Caboto se quedaron en Yaguarí, pueblo indígena que los recibió.

Los curas franciscanos no tardaron en llegar a la región, donde comenzaron una obra evangelizadora entre los indígenas que continuaría por siglos. Casi cien años después de la primera expedición de Solís, y proveniente del sur de Brasil, llegó a Yaguarí la primera imagen de la Virgen.

Su rostro era bellísimo, y su pelo era negro. Sorprendía por su tamaño, porque era más alta que lo común (mide 1,26 metros). Estaba compuesta por dos maderas distintas: el cuerpo era de timbó, una madera del nuevo mundo que los indígenas conocían muy bien, y el rostro de nogal, una madera que sólo existía en Europa. Desde el viejo continente también habían llegado las ropas que la vestirían. Esta imagen nos muestra a la Virgen María, de piel un tanto morena, de pie sobre una media luna, con las manos juntas sosteniendo un rosario. Viste un manto azul y cubre su cabeza una túnica blanca.

Los indígenas sentían cada vez más devoción por la imagen de la Virgen. Sin embargo, en 1615, un grupo de nativos que no estaba de acuerdo con la obra evangelizadora de los franciscanos se llevó la imagen y la escondió. Otro grupo de indígenas devotos de la Virgen recibió la misión de encontrarla en los esteros del Paraná, que nadie conocía mejor que ellos. Grande fue su sorpresa cuando la encontraron sobre una piedra blanca a la orilla del río, iluminada en una luz que no podían explicar, y envuelta en una música que no venía de ninguna parte más que del cielo.

Los indios llevaron la imagen ante el padre franciscano Fray Luis de Bolaños, quien decidió llevarla a la capilla de Yaguarí. Sin embargo, la Virgen desapareció una vez más, para espanto y desconsuelo de todos los devotos. Nuevamente fue encontrada en el mismo lugar, sobre la piedra blanca, que en guaraní se dice itatí. Fray Bolaños se dio cuenta que la voluntad de la imagen era quedarse allí, a pasitos del Paraná, y no en Yaguarí.

Es por este motivo que decidió mudar todo el pueblo de Yaguarí hasta la nueva reducción, fundada el 7 de diciembre de 1615 en los alrededores de la piedra blanca, con el nombre de Pueblo de Indios de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí. En ese lugar se levanta en nuestros días el inmenso templo a donde peregrinan millones de personas todos los años.

El 16 de julio de 1900, la imagen fue solemnemente coronada por voluntad del Papa León XIII. Fue entronizada con el nombre de Reina del Paraná y Reina del Amor. El 3 de febrero de 1910, el Papa Pío X creó la diócesis de Corrientes, y el 23 de Abril de 1918, la Virgen de Itatí fue proclamada su patrona y protectora de Corrientes.

El P. Bolaños, acompañado por fray Alonso de San Buenaventura, realizó proezas de evangelización en la región, edificando el templo y la casa parroquial de la reducción en 1608 y estableciendo la parroquia y el municipio de Itatí el 7 de diciembre de 1615.

Era párroco el asunceño fray Luis de Gamarra, sucesor de Bolaños, cuando tuvo lugar la primera transfiguración de la Virgen, en la Semana Santa de 1624. Dijo al respecto el padre Gamarra: “Se produjo una extraordinaria mudanza del rostro, y estaba tan linda y hermosa que jamás la había visto”.

La transfiguración duró varios días y se repitió varias veces en los años siguientes, volviendo a escucharse, más de una vez, la misma música que oyeron los indios cuando la encontraron en plena selva.

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