En este
sacerdote que murió muy joven, sí que se cumplió aquella frase del Libro de la
Sabiduría en la S. Biblia "Vivió muy poco tiempo, pero hizo obras como si
hubiera tenido una vida muy larga".
Nació en Cremona,
Italia, en 1502. Quedó huérfano de padre cuando tenía muy pocos años. Su madre,
viuda a los 18 años, renunció a nuevos matrimonios que se le ofrecían con tal
de dedicarse totalmente a la educación de su hijita y los resultados que obtuvo
fueron admirables.
Estudió
medicina en la Universidad de Padua, y allí supo cuidarse muy bien para huir de
las juergas universitarias y así conservar la santa virtud de la castidad.
Desde joven renunció a los vestidos elegantes y costosos, y vistió siempre como
la gente pobre, y el dinero que ahorraba con esto, lo repartía entre los más
necesitados.
A los 22
años se graduó de médico y su gran deseo era dedicarse totalmente a atender a
las gentes más pobres, la mayor parte de las veces gratuitamente, y aprovechar
su profesión para ayudarles también a sus pacientes a salvar el alma y ganarse
el cielo. Pero unos años después, sus directores espirituales le aconsejaron
que hiciera también los estudios sacerdotales, y así logró ordenarse de
sacerdote. Así fue doblemente médico: de los cuerpos y de las almas.
Antonio María tuvo
siempre desde muy pequeño un inmenso amor por los pobres. Ya en la escuela,
volvía a veces a casa sin saco, porque lo había regalado a algún pobrecito que
había encontrado por ahí tiritando de frío. Durante sus años de profesional y
sacerdote, todo lo que consigue lo reparte entre los más necesitados.
Se trasladó a Milán
(la ciudad de mayor número de habitantes en Italia) porque en esa gran ciudad
tenía más posibilidades de extender su apostolado a muchas gentes. Y allí, por
medio de la hermana Luisa Torelli fundó la comunidad de las hermanas llamadas
"Angelicales" (nombre que les pusieron porque su convento se llamaba
de "Los Santos Ángeles"). El fin de esta comunidad era preservar a
las jovencitas que estaban en peligro de caer en vicios, y redimir y volver al
buen camino a las que ya habían caído. Estas hermanas le ayudaron muchísimo a
nuestro santo en todos sus apostolados.
Luego con
otros compañeros fundó la Comunidad llamada "Clérigos de San Pablo"
los cuales, por vivir en un convento llamado de San Bernabé, fueron llamados
por la gente "Los Padres Bernabitas". Esta congregación tenía por fin
predicar para convertir a los pecadores, extender por todas partes la devoción
a la Pasión y muerte de Cristo, y a su santa Cruz. Y esforzarse lo más posible
por tratar de obtener la renovación de la vida espiritual y piadosa entre el
pueblo, que estaba muy decaída y relajada. Estos religiosos hicieron tanto bien
en la ciudad y sus alrededores que unos años mas tarde, San Carlos, gran
arzobispo de Milán, dirá de ellos: "Son la ayuda más formidable que he
encontrado en mi arquidiócesis".
San
Antonio María sentía un gran cariño por la Sagrada Eucaristía, donde está
Cristo presente en la Santa Hostia, con su Cuerpo, Sangre, alma y divinidad.
Por eso propagó por todas partes la devoción de las Cuarenta Horas, que
consiste en dedicar tres días cada año, en cada templo, a honrar solemnemente a
la Sma. Eucaristía con rezos, cantos y otros actos solemnes de culto.
Otra de
sus grandes devociones era la pasión y muerte de Cristo. Cada viernes, a las
tres de la tarde hacía sonar las campanas, para recordar a la gente que a esa
hora había muerto Nuestro Señor. Siempre llevaba una imagen de Jesús
crucificado, y se esmeraba por hacer que sus oyentes meditaran en los
sufrimientos de Jesús en su Pasión y Muerte, porque esto aumenta mucho el amor
hacia el Redentor. Y una tercera devoción que lo acompaño en sus años de
sacerdocio fue un enorme entusiasmo por las Cartas de San Pablo. Su lectura lo
emocionaba hasta el extremo, y de ellas predicaba, y a sus discípulos les
insistía en que leyeran tan preciosas cartas frecuentemente, y que meditaran en
sus importantísimas enseñanzas. A él le sucedió lo que le ha pasado a miles y
millones de creyentes en el mundo entero, que al leer las Cartas de San Pablo
han descubierto en ellas unos mensajes celestiales tan interesantes que quedan
entusiasmados para siempre por su lectura y meditación.
A nuestro
santo le correspondió vivir en los tiempos difíciles en los que en Alemania el
falso reformador Lutero proclamaba una falsa reforma en la religión, y en Roma
y España, San Ignacio y sus jesuitas empezaban a trabajar
por conseguir una verdadera reforma de la Iglesia, y muchísimos católicos
sentían un intenso deseo de que empezara una era de mayor fervor y menos
frialdad y maldad. San Antonio María fue uno de los que con su enorme apostolado
preparó la gran Reforma de la Iglesia Católica que iba a traer el Concilio de
Trento.
Siendo aún muy
joven, sintió que de tanto trabajar por el apostolado, le faltaban las fuerzas.
Se fue a casa de su santa madre, y en sus brazos murió el 5 de julio de 1539.
Tenía
apenas 37 años, pero había hecho labores apostólicas como si hubiera trabajado
por tres docenas de años más. El Papa León XIII lo declaró santo en 1897. Y
nosotros le pedimos a San Antonio Zaccaría, que pida mucho al buen Dios para
que la Iglesia Católica se renueve día por día y no vaya a caer nunca en la
relajación y que no se enfríe nunca en el santo fervor que Nuestro Señor quiere
de cada uno de los creyentes.
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