martes, 6 de enero de 2015

FÉLIX DÍAZ



Félix Díaz Prieto fue un militar mexicano que participó en la Revolución mexicana.

Este miembro de la familia Díaz nació el 8 de febrero de 1868. Sus padres fueron doña Felipa Prieto y el general Félix Díaz Mori 'El Chato', hermano de Porfirio Díaz. Fue bautizado el 17 de febrero de 1868 en el Sagrario Metropolitano de la ciudad de Oaxaca.

Estudio en el Colegio Militar. Pasó a servir al Estado Mayor Presidencial de su tío, el General y presidente de México Porfirio Díaz, quién desde entonces lo promovió y protegió. Fungió como diputado por su estado y como candidato al gobierno local; derrotado en esta contienda electoral, fue designado cónsul de México en Chile. Regresó al país en 1904y se le nombró Jefe de la policía en la Ciudad de México. Ocupó la gubernatura de Oaxaca por sólo tres días; fue vencido electoralmente en 1911 por Benito Juárez Maza, hijo de Benito Juárez, presidente de México. En el ejército había ya logrado el grado de General Brigadier, pero al iniciarse el gobierno de Francisco I. Madero solicitó su retiro.

Enemigo irreconciliable de Francisco I. Madero, se rebeló en Veracruz el 16 de octubre de 1912 la Escuela de Aspirantes y otras fuerzas golpistas liberaron a Félix Díaz y a Bernardo Reyes y luego intentaron tomar el Palacio Nacional. Díaz estableció su cuartel general en La Ciudadela, al ser rechazados por el General Lauro Villar. Nueve días más tarde, Félix Díaz firmó el Pacto de la Embajada junto con el General Victoriano Huerta; acordando que él, Félix Díaz nombraría a los integrantes pero que él no figuraría personalmente en el nuevo gabinete, y que lanzaría su candidatura presidencial, la que sería favorecida por Huerta.

Los compromisos no fueron acatados por Victoriano Huerta. A los pocos meses modificó el gabinete y maniobró para posponer o suspender las elecciones. Para acabarlo de sacar del juego político, Huerta lo envió a Japón en una supuesta misión especial. Regresó al país sin haber llegado al Japón, luego de haber residido en Europa, y aún estaba Victoriano Huerta en el poder. Víctima de hostilidades cada vez mayores, Díaz tuvo que huir a Cuba y a Estados Unidos en octubre de 1913.

Regresó al país en 1916 a luchar contra Venustiano Carranza. En un primer momento fracasó en Oaxaca y Chiapas, cuando pretendió jefaturar movimientos ya existentes, con sus propios caudillos y objetivos. Posteriormente pasó a Veracruz, donde había numerosas bandas de rebeldes anticarrancistas pero donde se carecía de un caudillo estatal; encontró también en armas a varios compañeros suyos, como Gaudencio de la Llave e Higinio Aguilar. Fue así como Félix Díaz encabezó a un poderoso movimiento contrarrevolucionario, de 1917 a 1920. Sus objetivos políticos estaban delineados en el Plan de Tierra Colorada. Aunque operaban con el fastuoso título de Ejército Reorganizador Nacional, de hecho los felicistas no pasaron de hacer una típica guerra de guerrillas. Su fuerza residía, principalmente, en su prestigio nacional e internacional. La promulgación de la Constitución de 1917 dio lugar a que Félix Díaz pretendiera erigirse como líder nacional de una lucha contrarrevolucionaria concentrada, pero fracaso por enésima ocasión. A pesar de que muchos de sus hombres reconocieron el Plan de Agua Prieta, Félix Díaz fue un desterrado hasta 1941, cuando regresó al país para radicar en Veracruz, donde murió en 1945.

lunes, 5 de enero de 2015

EL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS



Éste es aquel santísimo nombre anhelado por los patriarcas, esperado con ansiedad, demandado con gemidos, invocado con suspiros, requerido con lágrimas, donado al llegar la plenitud de la gracia.

No pienses en un nombre de poder, menos en uno de venganza, sino de salvación. Su nombre es misericordia, es perdón. Que el nombre de Jesús resuene en mis oídos, porque su voz es dulce y su rostro bello.

No dudes, el nombre de Jesús es fundamento de la fe, mediante le cual somos constituidos hijos de Dios. La fe de la religión católica consiste en el conocimiento de Cristo Jesús y de su persona, que el luz del alma, franquicia de la vida, piedra de salvación eterna. Quien no llegó a conocerle o le abandonó camina por la vida en tinieblas, y va a ciegas con inminente riesgo de caer en el precipicio, y cuanto más se apoye en la humana inteligencia, tanto más se servirá de un lazarillo también ciego, al pretender escalar los recónditos secretos celestiales con sólo la sabiduría del propio entendimiento, y no será difícil que le acontezca, por descuidar los materiales sólidos, construir la casa en vano, y, por olvidar la puerta de entrada, pretenda luego entra a ella por el tejado.

No hay otro fundamento fuera de Jesús, luz y puerta, guía de los descarriados, lumbrera de la fe para todos los hombres, único medio para encontrar de nuevo al Dios indulgente, y, una vez encontrado, fiarse de él; y poseído, disfrutarle. Esta base sostiene la Iglesia, fundamentada en el nombre de Jesús.

El nombre de Jesús es el brillo de los predicadores, porque de Él les viene la claridad luminosa, la validez de su mensaje y la aceptación de su palabra por los demás. ¿De dónde piensas que procede tanto esplendor y que tan rápidamente se haya propagado la fe por todo el mundo, sino por haber predicado a

Jesús? ¿Acaso no por la luz y dulzura de este nombre, por el que Dios nos llamó y condujo a su gloria? Con razón el Apóstol, a los elegidos y predestinados por este nombre luminoso, les dice: en otro tiempo fuisteis tinieblas, mas ahora sois luz  en el Señor. 

Caminad como hijo de la luz.

sábado, 3 de enero de 2015

JOAQUÍN FERNÁNDEZ DE LIZARDI



Escritor mexicano. Es el gran iniciador de la novela americana. En 1812 fundó el periódico liberal El Pensador Mexicano, suspendido por el gobierno de Fernando VII, pero cuyo título se apropió el autor como seudónimo. Su vigor polémico le enfrentó en repetidas ocasiones con el orden constituido. Tras la independencia, dirigió la Gaceta del Gobierno 1825. Sus obras narrativas, que reflejan sus posturas críticas, incluyen El Periquillo Sarniento 1816 y 1830-1831 y La Quijotita y su prima 1818. También cultivó, con menos éxito, la poesía y el teatro. Su autobiografía, Noches tristes y día alegre 1818, contiene los primeros gérmenes del romanticismo mexicano.
Periodista por vocación y liberal influido por los enciclopedistas, aunque limitado por el ambiente de la colonia, José Joaquín Fernández de Lizardi es considerado no sólo como el escritor más importante de su país durante el primer tercio del siglo XIX, sino también como el autor de la primera novela, en el sentido moderno del término, que se escribió en América. Nacido hacia el final de la época colonial, la infancia de José Joaquín transcurrió en Tepozotlán, donde su padre ejercía la medicina en el Seminario de los Jesuitas. Hizo en esta población sus primeros estudios, que amplió después en el Colegio de San Ildefonso; pero no pudo terminarlos por falta de recursos.
Aunque entre sus primeras composiciones figura un himno dedicado al soberano español Fernando VII Polaca en honor de nuestro católico monarca, el señor don Fernando Séptimo, 1808, Fernández de Lizardi se opuso pronto a la monarquía y abrazó los ideales independentistas. Apoyó la revuelta del cura Hidalgo y luego la causa de José María Morelos, escribió panfletos en defensa de la libertad de imprenta y contra el gobierno virreinal, y fue encarcelado en 1815, tras la derrota de Morelos. Fundador de múltiples publicaciones, la más célebre de todas ellas es El Pensador Mexicano, que duró de 1812 a 1814 y de la cual tomaría su seudónimo literario.

Con sus artículos y escritos luchó por la libertad de expresión y contribuyó a consolidar el ideario independentista. Escribió también versos desaliñados, de los que lo más interesante son las Fábulas 1817; intentó el teatro, sin resultado, en piezas como El negro sensible, Auto Mariano y otras. Pero se le recuerda más por sus artículos políticos y, sobre todo, por sus tres novelas, que inauguraron el género en el continente: El Periquillo Sarniento 1816, La Quijotita y su prima 1818 y Don Catrín de la Fachenda 1832.

De ellas, El Periquillo Sarniento es sin duda la mejor y más famosa. Pintura satírica y colorida de las postrimerías del virreinato, está inspirada en la picaresca española y cuenta la vida de un truhán de buen corazón que sirve a varios amos y tiene diversas aventuras. Es una obra de carácter edificante, a través de la cual el autor busca combatir vicios, criticar la hipocresía de la sociedad y ridiculizar los malos hábitos. A pesar de su trasfondo moralizante, la novela alcanza un indudable valor literario gracias a sus elementos costumbristas, a su humor y a la vivacidad de muchos de sus episodios.

El Periquillo Sarniento se publicó íntegramente por primera vez en 1830-1831, y ha sido objeto de incontables reimpresiones. El éxito de esta novela, que refleja de modo realista la vida mexicana en tiempos de su autor, fue grande, y disfrutó de envidiable popularidad porque en ella cobran vida los diversos niveles sociales, con el lenguaje peculiar de cada uno, sobre todo el de los oficios y profesiones el estudiantil, el de los abogados, los médicos, los jugadores profesionales, los ladrones, etc. Las escenas de la vida privada están descritas con minuciosidad y riqueza de datos, así como las leyendas y supersticiones de carácter popular.
Es indudable que muchos de los incidentes que forman la trama de esta novela están tomados de la vida misma de Lizardi. Se relata la niñez del protagonista, y por las páginas dedicadas a ella desfilan sus progenitores, sus primeras escuelas y maestros, sus cursos universitarios y sus observaciones de la vida estudiantil. En busca de una profesión que exigiese la menor preparación posible, Periquillo se fija en el sacerdocio, pero malas compañías acaban por apartarlo de él.
El temor de ser aprendiz lo lleva a un monasterio, del que sale al poco tiempo, y después de dilapidar su exigua herencia, emprende diferentes aventuras, durante las cuales entra al servicio de una serie pintoresca de amos: un escribano socarrón, un barbero, un médico charlatán, un subdelegado vicioso y un capitán del ejército. Sólo por ser realmente cobarde le faltaba valor para empresas peligrosas no pudo aprovechar la oportunidad de hacerse salteador de caminos para ganarse la vida. El héroe de El Periquillo Sarniento no difiere de sus congéneres de la novela picaresca española sino en que al final, arrepentido de sus extravíos, se pone a trabajar y a ganarse la vida honradamente, y muere por fin convertido en un ciudadano respetable.

En ciertos aspectos, La Quijotita y su prima 1818 es una novela similar a El Periquillo Sarniento, protagonizada ahora por una mujer apicarada. Don Catrín de la Fachenda cuyo título completo es Vida y hechos del famoso caballero don Catrín de la Fachenda, publicada póstumamente en 1832 es también una novela de carácter moralizante no exenta de trascendencia a la luz de su examen del país. En ella se relata la vida de un joven presuntuoso; la aversión al trabajo y las absurdas pretensiones de esta especie de señorito de la época colonial acaban causando su ruina. De Noches tristes y día alegre 1818, obra de carácter autobiográfico influida por las Noches lúgubres del español José Cadalso, se suelen destacar los rasgos que preludian el romanticismo mexicano.

viernes, 2 de enero de 2015

SAN BASILIO



Perteneció a una familia de santos. Su abuelo murió mártir en la persecución. La abuela fue Santa Macrina. La mamá: Santa Amelia. La hermana también fue santa. Sus hermanos San Pedro obispo de Sebaste y San Gregorio Niceno. Su mejor amigo San Gregorio Nacianceno el otro santo que se celebra este día.

Basilio significa: "Rey". Nació en Cesarea de Turquía el año 329. Estudió en Atenas y Constantinopla.

Al ver que su hermana Santa Macrina había fundado un monasterio de monjas y que éstas progresaban mucho en santidad, Basilio se fue a Egipto a aprender de los monjes del desierto el modo de vivir como monje, en soledad; y al volver de allá se hizo monje y redactó sus famosas "Constituciones" que son la primera Regla de vida que se escribió para los religiosos. En ellas enseña cómo vivir en oración, estudio, buenas lecturas y trabajos manuales en un monasterio y cómo hacerse santo en la vida religiosa. En esas "Constituciones" se han basado los más famosos fundadores de Comunidades para redactar los Reglamentos de sus Congregaciones.

Basilio fue elegido Arzobispo de Cesarea, y el delegado del gobierno quiso hacerle renegar de la fe. Varios habían renegado por miedo. Pero nuestro santo le respondió: ¿Qué me vas a poder quitar si no tengo casas ni bienes, pues todo lo repartí entre los pobres? ¿Acaso me vas a atormentar? Es tan débil mi salud que no resistiré ni un día de tormentos sin morir y no podrás seguir atormentándome. ¿Que me vas a desterrar? A cualquier sitio a donde me destierres, allá estará Dios, y donde esté Dios, allí es mi patria, y allí me sentiré contento… El gobernador le respondió admirado: "Jamás nadie me había contestado así". Y Basilio añadió: "Es que jamás te habías encontrado con un obispo". El gobernante no se atrevió a castigarlo porque le pareció que era un gran santo, y porque todo el pueblo lo veneraba inmensamente.

Por su oratoria maravillosa, por sus admirables escritos y por las muchísimas obras que hizo en favor del pueblo, fue llamado "Basilio el Grande". Era amado por cristianos, judíos y paganos. San Gregorio decía: "Cada vez que leo un escrito de Basilio, siento que el Espíritu Santo transforma mi alma". Sus escritos tienen lo que se llama "Unción", o sea la cualidad especial de que conmueven al que los lee.

Además de su arrebatadora elocuencia, Basilio tenía una asombrosa actividad en favor de los necesitados. Fue al primero que se le ocurrió fundar por allí un Hospital para pobres y un ancianato. Todo, todo lo que llegaba lo regalaba a los necesitados.

Estudió mucho la Biblia y sus sermones están llenos de frases de la Sagrada Escritura. Y era especializado en filosofía y en literatura y así sus escritos están redactados de una manera muy sabia y agradable.

Se conservan unas 365 cartas suyas, muy hermosas y de provechosa lectura para el alma.

Su pensamiento dominante después del amor a Dios, era ayudar y hacer que otros ayudaran a los pobres. De San Basilio son aquellas famosas palabras: "Óyeme cristiano que no ayudas al pobre: tú eres un verdadero ladrón. El pan que no necesitas le pertenece al hambriento. Los vestidos que ya no usas le pertenecen al necesitado. El calzado que ya no empleas le pertenece al descalzo. El dinero que gastas en lo que no es necesario es un robo que le estás haciendo al que no tiene con que comprar lo que necesita. Si pudiendo ayudar no ayudas, eres un verdadero ladrón".

Trabajaba y escribía sin cesar. La gente decía: "El obispo Basilio predica a todas horas: en las misas, en las reuniones, en las catequesis, y cuando no está hablando con sus labios, está predicando con las buenas obras que hace en favor de los demás".

Y eso a pesar de la salud tan débil que tenía. Sufría de hepatitis, la cual no le permitía casi alimentarse, hasta tal punto que su piel llegó a tocar sus huesos.

Murió el 1o. De Enero del año 379 cuando sólo tenía 49 años y fue sepultado el 2 de enero, en medio de un gentío tan grande y unos lloros tan impresionantes como nunca se habían presenciado en aquella ciudad capital.

Todos sus escritos y sus sermones tienen por fin hacer que la gente ame más a Dios y se vuelva más santa. Por eso es considerado como el primer escritor ascético del oriente ascética es la ciencia que enseña a dominarse a sí mismo y a ser santo.

San Gregorio Niacianceno, Arzobispo de Constantinopla, dijo en su discurso el día del entierro: "Basilio santo, nació entre los santos. Basilio pobre vivió pobre entre los pobres. Basilio, hijo de mártires sufrió como un mártir. Basilio predicó siempre con sus labios, y con sus buenos ejemplos y seguirá predicando siempre con sus escritos admirables".

JOSÉ VASCONCELOS



José María Albino Vasconcelos Calderón nació en Oaxaca, el 27 de febrero de 1882-ciudad de México, 30 de junio de 1959 fue un abogado,  político, escritor, educador, funcionario público y filósofo mexicano. Autor de una serie de novelas autobiográficas que retratan detalles singulares del largo proceso de descomposición del porfiriato, del desarrollo y triunfo de la Revolución mexicana y del inicio de la etapa del régimen post-revolucionario mexicano que fue llamada «de construcción de instituciones».

Fue nombrado primer Secretario de Educación Pública del país, además fue rector de la Universidad Nacional de México y condecorado como Doctor Honoris Causa por la misma institución y por las de Chile, Guatemala y otras latinoamericanas. Fue también miembro de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua.

Nacido en Oaxaca, ciudad capital del mismo estado, el 27 de febrero de 1882 algunas fuentes citan que nació el 28 de febrero del mismo año, fue el segundo de los nueve hijos que procrearon Carmen Calderón Conde e Ignacio Vasconcelos Varela. Particularmente importante para su desarrollo personal fue la oportunidad que tuvo de realizar estudios de educación primaria en escuelas ubicadas en la frontera de Estados Unidos y México, especialmente en Eagle Pass en Texas y Piedras Negras y Coahuila. Más adelante, por causas familiares de índole económica, debió continuar su educación en el Instituto Científico de Toluca, Estado de México, y en el Instituto Campechano, benemérito colegio de la actual ciudad de San Francisco de Campeche, capital del estado de Campeche. Luego de la prematura muerte de su madre, ingresó en la Escuela Nacional Preparatoria actualmente parte de la UNAM y posteriormente en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, donde obtuvo el título de licenciado en derecho en 1907.

A los dos años de haber concluido sus estudios, Vasconcelos participa con otros jóvenes mexicanos críticos de los excesos de la educación positivista impuesta por Justo Sierra, ministro de Instrucción Pública del gobierno de Porfirio Díaz, en la fundación del Ateneo de la Juventud Mexicana, más adelante conocido como el Ateneo de México. Lo novedoso del ateneo radica, sin embargo, no en su disposición a criticar los excesos del porfiriato, sino en la calidad de las críticas adelantadas por la generación de jóvenes intelectuales que le dieron vida. La más importante de ellas tiene que ver con el rechazo del determinismo y mecanicismo del positivismo comtiano y spenceriano y el llamado para que se dotara a la educación de una visión más amplia, que rechazara el determinismo biológico del racismo y que encontrara una solución al problema de los costos de los ajustes sociales generados por grandes procesos de cambio como la industrialización o la concentración urbana.

Aunado a ello, frente a la posición oficial de Sierra y los funcionarios del porfiriato, llamados «los Científicos», de promover una visión única del pensamiento filosófico positivista y determinista, Vasconcelos y la generación del Ateneo proponían la libertad de cátedra, la libertad de pensamiento y, sobre todo, la reafirmación de los valores culturales, éticos y estéticos en los que América Latina emergió como realidad social y política. Aquí es importante destacar que una de las características del porfiriato, para algunos el lado oscuro de éste, es justamente un cierto desdén por lo nacional mexicano, su fascinación con lo europeo, lo francés, lo alemán o, si nada de esto era posible, con lo estadounidense, como alternativa viable para alcanzar el progreso.

Vasconcelos y la generación del Ateneo sientan las bases para una ambiciosa recuperación de lo nacional mexicano y de lo latinoamericano como una identidad que, además de real, fuera viable en el futuro, y sobre todo que no dependiera de lo extranjero para un progreso sostenido, como de hecho ocurrió con el modelo económico del porfiriato y otros experimentos latinoamericanos similares, como la República de los Coroneles en Brasil, México y Estados Unidos.

Invitado por Francisco I. Madero en 1909, se unió a la campaña presidencial del coahuilense. Gracias a su dominio del inglés, representó al entonces Club Antirreeleccionista ante el gobierno de Estados Unidos. Un año después, el Club se convirtió en el Partido Nacional Antirreeleccionista, con Madero como candidato presidencial y Francisco Vázquez Gómez como candidato a la vicepresidencia. Madero y Vázquez Gómez se enfrentaron a Porfirio Díaz y a Ramón Corral en la muy debatida elección presidencial de 1910. Cuando ésta terminó en un escandaloso fraude, Madero convocó a un alzamiento político-militar con el así llamado Plan de San Luis, que inició la Revolución de 1910.

Es de este primer período de la vida pública de Vasconcelos del que ha surgido, como una suerte de leyenda, la idea de que fue él quien acuñó el lema más célebre del maderismo: «Sufragio Efectivo, No Reelección». Este lema, hasta la fecha la rúbrica de los documentos oficiales signados por funcionarios del gobierno federal mexicano, tiene su origen, sin embargo, en el Plan de La Noria, encabezado por Porfirio Díaz contra Benito Juárez, en 1871. El genio de Vasconcelos radicó, sin embargo, en haber rescatado esa frase usada originalmente por el joven Porfirio como un ariete contra el anciano Juárez, cuando éste insistía en prolongar su permanencia en el poder.

Conocido el resultado oficial de esa elección, las simpatías al Plan de San Luis se multiplicaron. Esto dejó claro al anciano caudillo que no estaba en condiciones de mantenerse al frente del gobierno, a menos que deseara llevar a México por la ruta de una guerra civil o que las ambiciones norteamericanas, ya demostradas, pusieran en peligro nuevos territorios nacionales. Díaz renunció, y el gobierno provisional instalado al efecto convocó a nuevas elecciones presidenciales en las que Madero triunfó en 1911.

Tras producirse el golpe de estado de Victoriano Huerta y Félix Díaz, Vasconcelos tuvo que exiliarse en Estados Unidos, donde recibió el encargo del gobernador de Coahuila y primer jefe del Ejército Constitucionalista Venustiano Carranza, de buscar, como agente confidencial, el reconocimiento de Inglaterra, Francia y otras potencias europeas, impidiendo que Huerta fuera reconocido u obtuviera apoyo económico. Cuando Vasconcelos logró el reconocimiento de Carranza como presidente de facto, éste volvió a nombrar a Vasconcelos director de la Escuela Nacional Preparatoria. Pero discrepancias políticas con Carranza llevaron una vez más al exilio a Vasconcelos, que regresó para tomar la cartera de Instrucción Pública durante la breve gestión de Eulalio Gutiérrez Ortiz como presidente de la Convención Nacional. Durante este periodo, Vasconcelos no pudo en realidad desarrollar sus ideas en materia de educación pública, pues las pugnas internas de los revolucionarios de la Convención de Aguascalientes y la derrota de Francisco Villa ante Álvaro Obregón, hicieron imposible cualquier ejercicio de funciones de gobierno.

Al proclamarse el Plan de Agua Prieta en 1920, Vasconcelos se alineó con Álvaro Obregón contra Carranza. Tras la muerte de Carranza, el presidente interino Adolfo de la Huerta le encargó el Departamento Universitario y de Bellas Artes, cargo que incluía la rectoría de la Universidad Nacional de México.

Fue rector de la Universidad Nacional del 9 de junio de 1920 al 12 de octubre de 1921.

Su espíritu iberoamericano, expresado en su obra literaria, queda también reflejado en la propuesta al Consejo Universitario, en abril de 1921, del escudo que la UNAM ostenta hasta la fecha y en el que plasma su convicción de que los mexicanos deben difundir su propia patria con la gran patria hispanoamericana como una nueva expresión de los destinos humanos. La leyenda que propone para dicho escudo constituye hasta ahora el lema de la Universidad Nacional: «Por mi raza hablará el espíritu».

«Yo no vengo a trabajar por la Universidad, sino a pedir a la Universidad que trabaje por el pueblo». Estas palabras del discurso del rector Vasconcelos signan lo que fue su propósito en la rectoría de la UNAM.

Tras reorganizar la estructura de la Universidad Nacional, Vasconcelos fue nombrado secretario de Instrucción Pública, y desde esa posición inició un ambicioso proyecto de difusión cultural en el país, con programas de instrucción popular, edición de libros y promoción del arte y la cultura. El objetivo era integrar a México de manera más amplia en las grandes transformaciones que siguieron al fin de la primera Guerra Mundial. Vasconcelos, un personaje carismático y capaz de entusiasmar a sus colaboradores, hizo de los maestros rurales un ejército de paz y de cada profesor, según su propia metáfora de raíz católica, inspirada en el sacrificio de los misioneros del período colonial, un «apóstol de la educación». Al trabajo de los maestros rurales sumó el apoyo, nunca antes visto en México, de la edición masiva de algunas de las más grandes obras del pensamiento europeo y occidental, que fueron distribuidas por todos los rincones del país en lo que Vasconcelos no dudó en calificar como Misiones Culturales.

Además, inició un ambicioso programa de intercambio educativo y cultural con otros países americanos, las llamadas «embajadas culturales», que llevaron a algunos de los más brillantes estudiantes mexicanos de la época a entrar en contacto a edad temprana con sus pares de Argentina, Brasil, Colombia, Perú y otros países de América Latina.

Apoyó, además, a multitud de artistas e intelectuales. A algunos de ellos los convenció para que se establecieran en México y --con ellos-- ideó nuevas fórmulas de expresión artística, masiva, que a pesar de sus tintes políticos y propagandísticos tienen un valor estético exento de duda. Tal fue el caso de muralistas como David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera. El apoyo de la Secretaría de Instrucción Pública de Vasconcelos no se limitó, sin embargo, a los artistas mexicanos, como lo demuestra su relación con la chilena Gabriela Mistral, ni tampoco al campo de lo artístico; un ejemplo entre otros muchos es su relación con el político peruano Víctor Raúl Haya de la Torre.

Un aspecto clave de su gestión, fue la reconstrucción o construcción de edificios de uso público para la difusión de la cultura, como el Estadio Nacional, escuelas públicas de diferentes niveles, bibliotecas y, de manera más general, los edificios destinados a albergar el aparato burocrático del sistema educativo a lo largo y ancho de la nación.

Vasconcelos, sin embargo, encontró difícil conciliar su condición como pensador independiente con las exigencias de los cargos de gobierno que ejerció. Además, su relación con Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles estuvo siempre mediada por la desconfianza que le inspiraban los mexicanos del norte de la república. Hábil para acuñar punzantes aforismos, frases célebres o para ridiculizar a sus adversarios en debates o en intercambios epistolares, en más de una ocasión expresó, con un dejo de desdén, que en México la civilización terminaba donde empezaba el consumo de carne asada, en obvia referencia a las regiones del norte de México, de donde provenían Obregón y Calles.

Es por eso por lo que, luego de su brillante inicio como funcionario público, Vasconcelos decidió retirarse del ejercicio de los cargos públicos, para dedicarse a satisfacer su pasión por la escritura, el análisis filosófico y la polémica. A pesar de ello, tuvo una participación destacadísima en las luchas por obtener la autonomía de la Universidad Nacional, al lado de Antonio Caso, Manuel Gómez Morín y otros personajes destacados de la década de los veinte.
En su filosofía como educador propone: Sentir la cultura mestiza como base del concepto de mexicanidad. Mexicanizar el saber, es decir, hacer objeto de estudio la antropología y el medio natural del país. Hacer de Latinoamérica el centro de una gran síntesis humana. Emplear el sentido del servicio y amor fraterno del ser humano como medio de ayuda a los más desprotegidos, y Valerse del industrialismo —como simple medio, nunca como un fin— para promover el progreso de la nación.

Hay, sin embargo, un aspecto muy oscuro en su trayectoria. Su desmesura lo llevó a `posiciones cercanas al fascismo, primero, y al nazismo después. En plena guerra mundial justificó la necesidad de que los aliados sean derrotados por Alemania. Fue muy influido por la lectura de Protocolos de los sabios de Sion, lo cual explica su furibundo antisemitismo posterior.

No sólo eso, consciente de los excesos de los que Plutarco Elías Calles era capaz en temas tan delicados como el de las relaciones Estado-Iglesia, y que prefiguraban el desarrollo del maximato y uno de sus precursores, de la así llamada Guerra Cristera, en 1929 decidió postularse como candidato a la presidencia de la república. Eso lo llevaría a enfrentarse al candidato de Calles, Pascual Ortiz Rubio en una desigual campaña que recordó a muchos la que Madero desarrolló en 1909 contra Porfirio Díaz, no sólo por el apoyo del aparato del Estado al candidato Ortiz Rubio, sino también por la violencia que muchos vasconcelistas debieron padecer en carne propia.

Apoyado por algunos de los más lúcidos intelectuales y artistas de la época, como Antonieta Rivas Mercado, Gabriela Mistral, Manuel Gómez Morín, Alberto Vásquez del Mercado y Miguel Palacios Macedo, Vasconcelos desarrolló una ambiciosa campaña electoral que despertó las ilusiones de muchos.

En campaña acaece el asesinato de líderes vasconcelistas emprendido por diputados y asesinos de paga disfrazados de policías; el propio Vasconcelos sobrevivió a varios atentados en su contra. El mismo día de las elecciones se abre fuego contra los votantes en diversas poblaciones del país.

Los resultados oficiales de la elección arrojan un 93 por ciento de los votos para Pascual Ortiz Rubio y el resto para Vasconcelos y otros. Los resultados, sin valor alguno para la mayoría de los historiadores del periodo, dejaban ver--sin embargo--el claro mensaje que Calles y su grupo enviaban a Vasconcelos: no se respetarían elecciones democráticas, sino sucesión presidencial previamente acordada por el jefe de Estado, lo que se convirtió en modelo político mexicano tocante al tema de la sucesión presidencial a lo largo del siglo XX.

Para muchos de sus seguidores, como Miguel Palacios Macedo, José Vasconcelos sería recordado como «el político más grande de México».

Frente a los resultados, Vasconcelos buscó reproducir el patrón seguido por Madero 20 años antes, invitando a la población a sumarse a una revolución a través del Plan de Guaymas, la cual al triunfar lo llamase para tomar el lugar que merecía, porque él se exiliaba a los EE.UU. El llamado a la insurrección fue desoído por una sociedad mexicana cansada de poco más de 10 años de guerras civiles siete de la Revolución Mexicana y tres de la cristiada y comprada por una estabilidad forzada con el agregado de enfrentar los efectos devastadores de la crisis global de 1929. No sólo eso, para Vasconcelos implicó el inicio de un doloroso, pero altamente productivo, exilio por Estados Unidos y Europa, que le permitió dedicarse de lleno al análisis filosófico lo que le permitió adentrarse en el análisis del pensamiento filosófico hindú, a escribir su monumental autobiografía, un referente obligado para comprender el México del siglo XX, y una serie de artículos y comentarios sobre temas diversos. Durante su paso por Estados Unidos, Vasconcelos se convirtió en una «estrella» del entonces naciente circuito de oradores destacados que las universidades estadounidenses invitan para informar sobre lo que sucede en otros países, pero que también le permitió a Vasconcelos, por otra parte, satisfacer sus más elementales necesidades económicas, pues a su paso por el servicio público no acumuló riquezas.

En 1940, la guerra en Europa y la política de reconciliación nacional seguida por Manuel Ávila Camacho le permitieron regresar a México, donde fue nombrado director de la Biblioteca Nacional. De esta etapa de su vida lo menos recordado es su contradictoria admiración por los resultados obtenidos por los regímenes fascistas en Europa, que incluyó la dirección de un periódico patrocinado por la embajada Alemana de entonces. Vasconcelos admiraba de esos regímenes su capacidad para movilizar y organizar a grandes grupos de ciudadanos que, de otra manera, se encontraban sumidos en crisis profundas que le recordaban la situación que México vivía. Vasconcelos, por cierto, no estaba solo en estas simpatías, como lo atestiguan las ediciones de distintos diarios de la capital de la república, especialmente las ediciones vespertinas del diario Excélsior, llamadas Últimas Noticias de la Mañana y Últimas Noticias de la Tarde, que abiertamente expresaban sus simpatías por la Alemania nazi. Hay quienes consideran que fueron estas simpatías fascistas las que le impidieron permanecer en Estados Unidos y le obligaron a regresar a México. Sin embargo, cuando se conocieron detalles sobre los excesos cometidos en los campos de concentración y en el tratamiento de los prisioneros de guerra, Vasconcelos expresó su repudio a los excesos del nacionalsocialismo alemán y del fascismo italiano.

Una vez concluida la guerra, Vasconcelos continuó como director de la Biblioteca Nacional, cargo que combinó con una activa carrera como profesor universitario y polemista. El destino, sin embargo, le tenía reservada una última satisfacción: en diciembre de 1958 vería a uno de sus discípulos y organizador de su campaña presidencial en 1929, el mexiquense Adolfo López Mateos, convertirse en presidente de México.

Fue elegido miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua desde 1939, años más tarde miembro de número, tomó posesión de la silla V el 12 de junio de 1953. Fue designado 4° bibliotecario archivero de la institución. Su discurso de ingreso fue respondido por Genaro Fernández MacGregor, quien refirió a Vasconcelos como «el mexicano más ilustre desde la independencia». En 1943 fue miembro fundador de El Colegio Nacional.
Murió en el barrio de Tacubaya, en la ciudad de México, el 30 de junio de 1959. Fue encontrado su cuerpo reclinado sobre el escritorio, en el cual trabajaba en una de sus últimas obras literarias: Letanías del atardecer publicada inconclusa póstumamente. Mereció, por sus cualidades de pedagogo y su decidido apoyo a la cultura latinoamericana, que la Federación de Estudiantes de Colombia lo nombrara Maestro de la Juventud de América, título que a menudo se abrevia como «maestro de América»

jueves, 1 de enero de 2015

MARÍA, MADRE DE DIOS



La Iglesia Católica quiere comenzar el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María.


La fiesta mariana más antigua que se conoce en Occidente es la de "María Madre de Dios".


Ya en las Catacumbas o antiquísimos subterráneos que están cavados debajo de la ciudad de Roma y donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Misa, en tiempos de las persecuciones, hay pinturas con este nombre: "María, Madre de Dios".


Si nosotros hubiéramos podido formar a nuestra madre, ¿qué cualidades no le habríamos dado? Pues Cristo, que es Dios, sí formó a su propia madre. Y ya podemos imaginar que la dotó de las mejores cualidades que una criatura humana puede tener.


Pero, ¿es que Dios ha tenido principio? No.


Dios nunca tuvo principio, y la Virgen no formó a Dios.


Pero Ella es Madre de uno que es Dios, y por eso es Madre de Dios.


Y qué hermoso repetir lo que decía San Estanislao: "La Madre de Dios es también madre mía".


Quien nos dio a su Madre santísima como madre nuestra, en la cruz al decir al discípulo que nos representaba a nosotros: "He ahí a tu madre", ¿será capaz de negarnos algún favor si se lo pedimos en nombre de la Madre Santísima?