San Medardo es el santo preferido de los campesinos de
Francia. Le tienen gran fe para que les obtenga lluvias para los tiempos de la
siembra, y para que les cuide sus viñedos o plantaciones de uva, contra los
ladrones y el mal tiempo.
Siendo muy joven, una vez le regaló su caballo a un pobre
viajero que lloraba porque los ladrones le habían robado el caballo en el que
viajaba. Su papá al verlo tan generoso para con los necesitados opinó que el
hijo más iba a servir para sacerdote que para negociante. Y así sucedió.
A los 33
años fue ordenado sacerdote, y siguió ejercitando una gran caridad para con los
pobres. A los estudiantes muy necesitados los sentaba a su mesa, gratuitamente
para que se alimentaran lo mejor posible. Con sus oraciones obtuvo lluvias para
los campos, y en otras ocasiones libró de granizadas los cultivos.
Como era un sacerdote
verdaderamente ejemplar fue elegido obispo y entonces le sucedieron unas
anécdotas que se han hecho famosas.
Tenía San Medardo una vaquita, y para saber por dónde andaba
el animalejo le había colgado al pescuezo una campanilla que iba anunciando por
dónde estaba pastando. Y sucedió que un ladrón le robó la vaca. El ratero le
quitó la campanilla del pescuezo y la echó entre las alforjas, pero la campana
seguía sonando. Entonces la llenó de pasto y la escondió entre el montón de
pasto seco de su pesebrera, pero la campana siguió sonando. Al fin el ladrón
dispuso enterrar la campana en el suelo, pero apenas se acostó para dormir,
empezó a oír que seguía sonando. Desesperado sacó la campana y colgándola otra
vez del pescuezo de la vaca se fue a donde el santo y le devolvió el animal
robado, diciéndole: "Padre, aquí le traigo su vaca, porque
la campanilla no quiso dejar de sonar ni por un momento", y San
Medardo le dijo sonriente: "Hijo, lo que sonaba no era la
campanilla, era tu conciencia, que no quería que te quedaras en paz con este
pecado". Al otro le fue muy provechosa esta lección.
Tenía San Medardo un cultivo de matas de uva y una noche en
pleno tiempo de cosecha entraron los ladrones a robarle las uvas. Pero cuando
ya tenían los costales llenos, fueron a salir y no encontraron la puerta de
salida. Les parecía como si se hubieran vuelto ciegos, porque por ninguna parte
encontraron la puerta de salida. Y así amaneció y llegó el santo, y ellos muy
asustados le pidieron perdón y con tal de que no los denunciara, le dejaron
también los costales, y así el santo recolectó sus uvas gratis y de encima le
dieron los costales.
También tenía San
Medardo unas colmenas que le producían muy buena miel, y las abejas eran muy
mansas y muy buenas. Pero un día llegó un ratero a robarse la miel y las abejas
lo persiguieron tan terriblemente que al otro no le quedó otro remedio que
meterse a la casa del santo a pedirle que rezara por él. San Medardo echó una
bendición a las abejas y estas se fueron muy obedientes, y él vuelto hacia el
ladrón le dijo: "Esto es señal de los castigos que te
pueden llegar si sigues robando. Ahora son unas sencillas abejas, pero después
los que te picarán serán tus remordimientos eternamente". Y el otro
no volvió a robar.
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