Cada 29 de junio, en la solemnidad de San Pedro y San
Pablo, apóstoles, recordamos a estos grandes testigos de Jesucristo y, a la
vez, hacemos una solemne confesión de fe en la Iglesia una, santa, católica y
apostólica. Ante todo es una fiesta de la catolicidad.
Origen de la fiesta San Pedro y San Pablo son apóstoles,
testigos de Jesús que dieron un gran testimonio. Se dice que son las dos
columnas del edificio de la fe cristiana. Dieron su vida por Jesús y gracias a
ellos el cristianismo se extendió por todo el mundo.
Los cadáveres de San Pedro y San Pablo estuvieron sepultados juntos por
unas décadas, después se les devolvieron a sus sepulturas originales. En 1915
se encontraron estas tumbas y, pintadas en los muros de los sepulcros,
expresiones piadosas que ponían de manifiesto la devoción por San Pedro y San
Pablo desde los inicios de la vida cristiana. Se cree que en ese lugar se
llevaban a cabo las reuniones de los cristianos primitivos. Esta fiesta doble
de San Pedro y San Pablo ha sido conmemorada el 29 de Junio desde entonces.
El sentido de tener una fiesta es recordar lo que estos dos grandes
santos hicieron, aprender de su ejemplo y pedirles en este día especialmente su
intercesión por nosotros. San Pedro
San Pedro fue uno de los doce
apóstoles de Jesús. Su nombre era Simón, pero Jesús lo llamó Cefas que
significa “piedra” y le dijo que sería la piedra sobre la que edificaría Su
Iglesia. Por esta razón, le conocemos como Pedro. Era pescador de oficio y
Jesús lo llamó a ser pescador de hombres, para darles a conocer el amor de Dios
y el mensaje de salvación. Él aceptó y dejó su barca, sus redes y su casa para
seguir a Jesús.
Pedro era de carácter fuerte e impulsivo y tuvo que luchar contra la
comodidad y contra su gusto por lucirse ante los demás. No comprendió a Cristo
cuando hablaba acerca de sacrificio, cruz y muerte y hasta le llegó a proponer
a Jesús un camino más fácil; se sentía muy seguro de sí mismo y le prometió a
Cristo que nunca lo negaría, tan sólo unas horas antes de negarlo tres veces.
Vivió momentos muy importantes junto a Jesús:
Vio a Jesús cuando caminó sobre las aguas. Él mismo lo intentó, pero por
desconfiar estuvo a punto de ahogarse.
Presenció la Transfiguración del Señor.
Estuvo presente cuando aprehendieron a Jesús y le cortó la oreja a uno
de los soldados atacantes.
Negó a Jesús tres veces, por miedo a los judíos y después se arrepintió
de hacerlo.
Fue testigo de la Resurrección de Jesús.
Jesús, después de resucitar, le preguntó tres veces si lo amaba y las
tres veces respondió que sí. Entonces, Jesús le confirmó su misión como jefe
Supremo de la Iglesia.
Estuvo presente cuando Jesús subió al cielo en la Ascensión y permaneció
fiel en la oración esperando al Espíritu Santo.
Recibió al Espíritu Santo el día de Pentecostés y con la fuerza y el
valor que le entregó, comenzó su predicación del mensaje de Jesús. Dejó atrás
las dudas, la cobardía y los miedos y tomó el mando de la Iglesia, bautizando
ese día a varios miles de personas.
Realizó muchos milagros en nombre de Jesús.
En los Hechos de los Apóstoles, se narran varias hazañas y aventuras de
Pedro como primer jefe de la Iglesia. Nos narran que fue hecho prisionero con
Juan, que defendió a Cristo ante los tribunales judíos, que fue encarcelado por
orden del Sanedrín y librado milagrosamente de sus cadenas para volver a
predicar en el templo; que lo detuvieron por segunda vez y aún así, se negó a
dejar de predicar y fue mandado a azotar.
Pedro convirtió a muchos judíos y pensó que ya había cumplido con su
misión, pero Jesús se le apareció y le pidió que llevara esta conversión a los
gentiles, a los no judíos.
En esa época, Roma era la ciudad más importante del mundo, por lo que
Pedro decidió ir allá a predicar a Jesús. Ahí se encontró con varias
dificultades: los romanos tomaban las creencias y los dioses que más les
gustaban de los distintos países que conquistaban. Cada familia tenía sus
dioses del hogar. La superstición era una verdadera plaga, abundaban los
adivinos y los magos. Él comenzó con su predicación y ahí surgieron las
primeras comunidades cristianas. Estas comunidades daban un gran ejemplo de
amor, alegría y de honestidad, en una sociedad violenta y egoísta. En menos de
trescientos años, la mayoría de los corazones del imperio romano quedaron
conquistados para Jesús. Desde entonces, Roma se constituyó como el centro del
cristianismo.
En el año 64, hubo un incendio muy grande en Roma que no fue posible
sofocar. Se corría el rumor de que había sido el emperador Nerón el que lo
había provocado. Nerón se dio cuenta que peligraba su trono y alguien le
sugirió que acusara a los cristianos de haber provocado el incendio. Fue así
como se inició una verdadera “cacería” de los cristianos: los arrojaban al
circo romano para ser devorados por los leones, eran quemados en los jardines,
asesinados en plena calle o torturados cruelmente. Durante esta persecución,
que duró unos tres años, murió crucificado Pedro por mandato del emperador Nerón.
Pidió ser crucificado de cabeza, porque no se sentía digno de morir como
su Maestro. Treinta y siete años duró su seguimiento fiel a Jesús. Fue
sepultado en la Colina Vaticana, cerca del lugar de su martirio. Ahí se
construyó la Basílica de San Pedro, centro de la cristiandad.
San Pedro escribió dos cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada
Escritura.
¿Qué nos enseña la vida de Pedro?
Nos enseña que, a pesar de la debilidad humana, Dios nos ama y nos llama
a la santidad. A pesar de todos los defectos que tenía, Pedro logró cumplir con
su misión. Para ser un buen cristiano hay que esforzarse por ser santos todos
los días. Pedro concretamente nos dice: “Sean santos en su proceder como es
santo el que los ha llamado”
Cada quien, de acuerdo a su estado de vida, debe trabajar y pedirle a
Dios que le ayude a alcanzar su santidad.
Nos enseña que el Espíritu Santo puede obrar maravillas en un hombre
común y corriente. Lo puede hacer capaz de superar los más grandes obstáculos.
La Institución del Papado
Toda organización necesita de una cabeza y Pedro fue el primer jefe y la
primera cabeza de la Iglesia. Fue el primer Papa de la Iglesia Católica. Jesús
le entregó las llaves del Reino y le dijo que todo lo que atara en la Tierra
quedaría atado en el Cielo y todo lo que desatara quedaría desatado en el
Cielo. Jesús le encargó cuidar de su Iglesia, cuidar de su rebaño. El trabajo
del Papa no sólo es un trabajo de organización y dirección. Es, ante todo, el
trabajo de un padre que vela por sus hijos.
El Papa es el representante de Cristo en el mundo y es la cabeza visible de la
Iglesia. Es el pastor de la Iglesia, la dirige y la mantiene unida. Está
asistido por el Espíritu Santo, quien actúa directamente sobre Él, lo santifica
y le ayuda con sus dones a guiar y fortalecer a la Iglesia con su ejemplo y
palabra. El Papa tiene la misión de enseñar, santificar y gobernar a la
Iglesia.
Nosotros, como cristianos debemos amarlo por lo que es y por lo que
representa, como un hombre santo que nos da un gran ejemplo y como el
representante de Jesucristo en la Tierra. Reconocerlo como nuestro pastor,
obedecer sus mandatos, conocer su palabra, ser fieles a sus enseñanzas,
defender su persona y su obra y rezar por Él.
Cuando un Papa muere, se reúnen en el Vaticano todos los cardenales del
mundo para elegir al nuevo sucesor de San Pedro y a puerta cerrada, se reúnen
en Cónclave (que significa: cerrados con llave). Así permanecen en oración y
sacrificio, pidiéndole al Espíritu Santo que los ilumine. Mientras no se ha
elegido Papa, en la chimenea del Vaticano sale humo negro y cuando ya se ha
elegido, sale humo blanco como señal de que ya se escogió al nuevo
representante de Cristo en la Tierra.
Su nombre hebreo era Saulo. Era judío de raza, griego de educación y
ciudadano romano. Nació en la provincia romana de Cilicia, en la ciudad de
Tarso. Era inteligente y bien preparado. Había estudiado en las mejores
escuelas de Jerusalén.
Era enemigo de la nueva religión cristiana ya que era un fariseo muy
estricto. Estaba convencido y comprometido con su fe judía. Quería dar
testimonio de ésta y defenderla a toda costa. Consideraba a los cristianos como
una amenaza para su religión y creía que se debía acabar con ellos a cualquier
costo. Se dedicó a combatir a los cristianos, quienes tenían razones para
temerle. Los jefes del Sanedrín de Jerusalén le encargaron que apresara a los
cristianos de la ciudad de Damasco.
En el camino a Damasco, se le apareció Jesús en medio de un gran resplandor,
cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?”
Con esta frase, Pablo comprendió que Jesús era verdaderamente Hijo de
Dios y que al perseguir a los cristianos perseguía al mismo Cristo que vivía en
cada cristiano. Después de este acontecimiento, Saulo se levantó del suelo, y
aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron a Damasco y pasó tres
días sin comer ni beber. Ahí, Ananías, obedeciendo a Jesús, hizo que Saulo
recobrara la vista, se levantara y fuera bautizado. Tomó alimento y se sintió
con fuerzas.
Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y después empezó a predicar a
favor de Jesús, diciendo que era el Hijo de Dios. Saulo se cambió el nombre por
Pablo. Fue a Jerusalén para ponerse a la orden de San Pedro.
La conversión de Pablo fue total y es el más grande apóstol que la
Iglesia ha tenido. Fue el “apóstol de los gentiles” ya que llevó el Evangelio a
todos los hombres, no sólo al pueblo judío. Comprendió muy bien el significado
de ser apóstol, y de hacer apostolado a favor del mensaje de Jesús. Fue fiel al
llamado que Jesús le hizo en al camino a Damasco.
Llevó el Evangelio por todo el mundo mediterráneo. Su labor no fue
fácil. Por un lado, los cristianos desconfiaban de él, por su fama de gran
perseguidor de las comunidades cristianas. Los judíos, por su parte, le tenían
coraje por "cambiarse de bando". En varias ocasiones se tuvo que
esconder y huir del lugar donde estaba, porque su vida peligraba. Realizó
cuatro grandes viajes apostólicos para llevar a todos los hombres el mensaje de
salvación, creando nuevas comunidades cristianas en los lugares por los que
pasaba y enseñando y apoyando las comunidades ya existentes.
Escribió catorce cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada
Escritura.
Al igual que Pedro, fue martirizado en Roma. Le cortaron la cabeza con una
espada pues, como era ciudadano romano, no podían condenarlo a morir en una
cruz, ya que era una muerte reservada para los esclavos.
¿Qué nos enseña la vida de San Pablo?
Nos enseña la importancia de la labor apostólica de los cristianos.
Todos los cristianos debemos ser apóstoles, anunciar a Cristo comunicando su mensaje
con la palabra y el ejemplo, cada uno en el lugar donde viva, y de diferentes
maneras.
Nos enseña el valor de la conversión. Nos enseña a hacer caso a Jesús dejando
nuestra vida antigua de pecado para comenzar una vida dedicada a la santidad, a
las buenas obras y al apostolado.
Esta conversión siguió varios pasos:
Cristo dio el primer paso: Cristo buscó la conversión de Pablo, le tenía
una misión concreta.
Pablo aceptó los dones de Cristo: El mayor de estos dones fue el de ver
a Cristo en el camino a Damasco y reconocerlo como Hijo de Dios.
Pablo vivió el amor que Cristo le dio: No sólo aceptó este amor, sino
que los hizo parte de su vida. De ser el principal perseguidor, se convirtió en
el principal propagador de la fe católica.
Pablo comunicó el amor que Cristo le dio: Se dedicó a llevar el gran don
que había recibido a los demás. Su vida fue un constante ir y venir, fundando
comunidades cristianas, llevando el Evangelio y animando con sus cartas a los
nuevos cristianos en común acuerdo con San Pedro.
Estos mismos pasos son los que Cristo utiliza en cada uno de los
cristianos. Nosotros podemos dar una respuesta personal a este llamado. Así
como lo hizo Pablo en su época y con las circunstancias de la vida, así cada
uno de nosotros hoy puede dar una respuesta al llamado de Jesús.