Samuel significa "Dios me ha escuchado" Samu: me ha
escuchado El: Dios. En
la S. Biblia la historia de Samuel es una de las más interesantes y hermosas.
Está narrada en los libros que se titulan 1º y 2º de Samuel, en el Antiguo
Testamento.
Era hijo de Elcana y Ana, dos israelitas muy creyentes. Ana tenía la
enfermedad de la esterilidad que le impedía tener hijos y por eso la otra
esposa de su marido la humillaba continuamente.
Ana lloraba de continuo y ya no quería ni comer.
Y sucedió que un año cuando subieron a rezar en la Casa de oración de
Israel en Silo, Ana se quedó mucho tiempo junto al altar rezando con mucha fe y
gran fervor. Y el sacerdote Helí al verla mover tanto los labios le dijo:
"Ud. debe estar borracha y así no debería venir acá". Ella le
respondió: "No estoy borracha, lo que estoy es muy angustiada y he venido
a implorar el favor de mi Dios". El sacerdote le dijo: "Vete en paz,
que el Señor ha escuchado tu oración".
Entonces Ana le hizo a Dios este voto o promesa: "Si me concedes
un hijo varón, te lo ofreceré para que se dedique a servirte a Ti en la Casa de
oración". Y se volvió contenta a su casa lejana.
Y al año le dio Dios a Ana su primer hijo, al cual le puso por nombre
Samuel, que significa "Dios me ha escuchado", porque ella decía
"Dios ha escuchado la oración que yo le hice pidiéndole un hijo".
Cuando el niño ya fue grandecito, la mamá lo llevó a la Casa de
oración en Silo y se lo ofreció a Dios para que se dedicara para siempre a
servir junto al altar. Y llevó de regalo al templo un novillo de tres años, un
bulto de harina y una vasija de vino y entonó un hermoso himno diciendo:
"Mi corazón se regocija por el Señor, porque no hay santo como nuestro
Dios, pues El a la mujer estéril le permite tener hijos. El Señor hunde en el
abismo y levanta; da la pobreza y la riqueza; humilla y enaltece. El levanta
del polvo al desvalido; alza de la basura al pobre. El guarda los pasos de sus
amigos. El es un Dios que sabe; El es quien pesa todas las acciones".
El sacerdote del templo se llamaba Helí y tenía dos hijos muy
atrevidos que cometían muchas fechorías y maldades y el papá no se atrevía a
corregirlos. Los pecados de esos jóvenes disgustaban mucho a Dios y el se
propuso enviarles un castigo.
El niño Samuel se quedaba cada noche a dormir en la Casa de oración
para cuidarla. Y una noche oyó que lo llamaban diciendo: "¡Samuel!
¡Samuel!". El jovencito creyó que era Helí el que lo llamaba y corrió a
donde el sacerdote y le dijo: "Aquí estoy señor. ¿Me ha llamado?". Helí
le dijo: "No te he llamado. Vete a dormir en paz". Pero la voz de
Dios volvió a llamar: - "¡Samuel!, ¡Samuel!". El jovencito corrió
otra vez donde Helí para ver para qué lo necesitaba. Y así sucedió por tres
veces. Entonces Helí se dio cuenta de que era Dios el que lo llamaba y le dijo:
"Si te vuelve a llamar le dirás: Habla Señor que tu siervo escucha".
Y así lo hizo Samuel cuando Dios lo volvió a llamar y entonces oyó que Dios
decía: "Voy a castigar a Helí y a sus hijos con terrible mal, porque los
hijos hicieron grandes males y el padre no los ha corregido".
Y sucedió entonces que los filisteos atacaron al pueblo de Israel. Y
los hijos de Helí se fueron con todo el ejército a defender la patria. Y se
llevaron el Arca de la Alianza donde estaba el Maná y las tablas de la Ley con
los 10 Mandamientos y se dio una gran batalla y los filisteos derrotaron a los
israelitas e hicieron una gran matanza y asesinaron a los dos hijos de Helí y
se robaron el Arca de la Alianza. Cuando un mensajero llegó a contar a Helí que
se habían robado el Arca y habían matado a sus dos hijos, el pobre anciano que
estaba sentado en una silla, se fue de para atrás del susto y se desnucó.
El pueblo eligió entonces como sacerdote al joven Samuel y Dios empezó
a traerle sus mensajes y a guiarlo en todo, porque Samuel era un santo. Los
filisteos devolvieron el Arco y hubo paz.
El Pueblo pidió que se le diera un rey. Samuel consultó a Dios, y el
Señor le dijo que el rey sería Saúl, el cual era el última de la última
familia, de la más pequeña tribu de Israel. Samuel lo llamó y le echó aceite
sagrado sobre su cabeza y lo proclamó rey santo todo el pueblo.
Y sucedió que Saúl empezó a desobedecer a lo que Dios ordenaba, y
entonces el Señor le dijo a Samuel: "He retirado mi espíritu de Saúl y lo
he pasado a David. Irás a Belén y ungirás a ese joven como rey".
Samuel se fue a Belén a buscar a David. Este era un pastor de ovejas y
estaba en el campo cuidando los animales. Samuel lo hizo venir y echando aceite
sagrado sobre su cabeza lo ungió, y desde entonces el espíritu de Dios vino a
David y lo fue guiando en todas sus acciones.
Ya anciano, Samuel reunió a todo el pueblo y les dijo: "Durante
40 años los he guiado espiritualmente. Ahora les pido que si alguno tiene
alguna queja contra mí la diga claramente. Y si a alguno le he quitado algo o
le he hecho algún mal, que lo diga sin más". Y el pueblo entero le
respondió: "Ningún mal nos has hecho y a nadie le has quitado nada, y
nadie tiene la menor queja contra ti".
Y así terminó santamente su larga vida este hombre que desde muy
pequeñito fue llevado por su madre a servir junto al altar a Dios y que cada
día y cada hora, tuvo por único fin de su existencia agradar a Nuestro Señor.
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