Eudoxia nació en Heliópolis de padres
hebreos, procedentes de Samaria, por lo que se le dio el sobrenombre de
"samaritana".
Germán, un monje, que de paso por esa
ciudad, se alojó en la casa de un amigo para pasar la noche, la casa de Eudoxia
quedaba al frente.
Preguntó Germán de quién era el
chalet que había enfrente y quién lo habitaba. Y le dijo su amigo: "Es de
Eudoxia, la chica cortesana más bella. Como es querida, es natural que sea
rica".
A la hora de dormir, Germán empezó desde la ventana a recitar frases y palabras del Evangelio. Antes de su vida monacal se había dedicado a cantar en los conciertos porque tenía una voz magnífica.
Primero cantó sobre el infierno: "Desgraciado quien ríe, pues algún día
llorará" Después continuó por el hijo pródigo y la oveja
perdida. Y finalmente, sobre la felicidad que gozan los bienaventurados en el
cielo.
Eudoxia se levantó y se fue a su
balcón para oírle. Al terminar de escucharle, se metió en la cama y se pasó la
noche llorando. Al día siguiente por la mañana, fue a tocar a la puerta de su
vecino rogándole que le dejara ver al cantante.
Germán que no se sentía llamado para
hablar con una chica, le prometió que rezaría por ella y la encaminó al obispo
Teodoto para que la instruyese, le bautizara y se encargara de dirigir su alma.
Sin embargo, había un cliente de
Eudoxia que, al enterarse de que se había hecho cristiana, fue a denunciarla al
gobernador romano, y el prefecto de Heliópolis la mandó a arrestar, pero ella
hizo tales prodigios que los verdugos asombrados la dejaron libre.
Sin embargo, muy pronto otro
prefecto, Vicente, la hizo decapitar.
Entre los Latinos es muy poco
conocida esta santa mártir cuya veneración en las iglesias orientales es muy
grande y devota.
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